Los días de Pascua son días de alegría pues celebramos el triunfo de la vida sobre la muerte, del amor sobre el odio, de la paz sobre la violencia. Pero ¿se puede celebrar la Pascua cuando en varias partes del mundo y en especial en Ucrania el pueblo está siendo asesinado por una guerra especialmente cruel e inhumana y en Venezuela sigue el Viernes Santo, y muchísimas personas sufren el calvario del hambre, la miseria, la falta de electricidad, gasolina, agua y medicinas? ¿No hay algo falso y cínico cuando en las iglesias entonamos cantos de gozo pascual? ¿Será que tenemos que aplazar nuestra alegría y reprimir nuestro gozo para no ofender el dolor de las víctimas, hasta que en el mundo y en concreto en Venezuela impere la vida y todos podamos vivir con dignidad?
Ciertamente, la alegría pascual no tiene nada que ver con la satisfacción de los que celebran complacidos su propio bienestar ajenos al dolor de los demás. No es una alegría que se vive de espaldas al sufrimiento de las víctimas. La alegría pascual es otra cosa. Los seguidores de Jesús no estamos alegres porque en Venezuela ha desaparecido el éxodo, el hambre, el dolor, la miseria, las colas, la represión. Estamos alegres porque sabemos que Dios quiere la vida y la felicidad de los que sufren. Por eso, para nosotros la alegría pascual se convierte en compromiso tenaz por liberar a Venezuela del imperio de la injusticia y la miseria, pues estamos seguros que un día “enjugará toda lágrima de sus ojos, y no habrá ya muerte, ni llanto, ni gritos, ni dolor” (Apocalipsis, 21,4). Un día, todo eso habrá pasado y Venezuela renacerá vigorosa de sus ruinas.
Nuestra alegría se alimenta de esta esperanza. Por eso, no olvidamos a los que sufren. Al contrario nos dejamos conmover por su dolor. Saber que Dios hará justicia a los crucificados no nos vuelve insensibles. Nos anima a luchar contra todo tipo de opresión y violencia. Permanecer inactivos ante tanto sufrimiento equivaldría a negar el espíritu de Pascua.
Por ello, en estos tiempos tan difíciles, la alegría pascual que surge de la paz del corazón y de la seguridad de que uno está cumpliendo con su deber de cristiano y de ciudadano, es subversiva. Porque los que nos dominan, nos quieren resignados, desesperanzados, sin espíritu de lucha para reclamar la vida digna a la que todos tenemos derecho. Yo, por lo menos, me esfuerzo todos los días para que no me derroten. Más bien, estoy convencido de que la actitud alegre y entusiasta es una especie de victoria, pues a los que nos quieren sometidos y derrotados, a los que siguen sembrando dolor y sufrimiento , les resulta insoportable ver personas que no se rinden y siguen trabajando con pasión y entrega por sacar a Venezuela del abismo en que se encuentra.
Muy consciente de que mantener un espíritu alegre y combativo, está resultando una tarea cada vez más difícil, yo cada mañana doy gracias a Dios por la vida y por las oportunidades que me brinda el nuevo día para crecer hacia adentro, para ser más resiliente y solidario, para servir y trabajar por Venezuela y me repito con convicción: Hoy no voy a permitir que los problemas me dominen y me quiten el entusiasmo, la esperanza y la alegría. No voy a permitir que los amargados me amarguen; que los temerosos me contagien su miedo; que los violentos me quiten la paz; que los derrotados me hagan claudicar. Voy a testimoniar con mi vida la verdadera alegría pascual.
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