Marina Ayala: Yo acuso

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A los países se les puede despojar de toda generosidad por parte de sus autoridades, pueden estar dominados por déspotas arrogantes sin ningún respeto por los derechos del hombre. Se podrá adormecer a su población hasta el punto que nadie se la juegue por su honradez, puede que se pretenda quedar mudos, titubeantes, dubitativos, temblorosos. Todo esto es muy lamentable, pero se entiende y hasta cierto punto se espera. Lo que realmente es imperdonable es que ese fango queden también atascados aquellos que se erigieron en dirigentes de la oposición. No se atreven a poner en entredicho ningún poder ni a la opinión pública. Seres que no están comprometidos realmente con la causa que dicen representar, Venezuela y la democracia, solo se muestran inquietos ante una nueva elección.

Pero sabemos que los países se descarrían por un tiempo, a veces demasiado tiempo, pero suelen tomar nuevamente su carril sobre todo cuando el ciudadano no fleja, cuando siguen reclamando sus derechos y su libertad. El verdadero poder en una Nación lo ejerce su población que tiene como únicas armas su palabra y voluntad. Queda despojado, por un tiempo, de su integridad cuando los cañones apuntan a su pecho. Pero solo están adormecidos y a veces despiertan con tanta furia arrasando todo lo que encuentran a su paso, se tornan destructores y peligrosos. Allí los autócratas corren a esconderse en cuevas de donde suelen ser sacados y asesinados. Terrible, pero no midieron los riesgos de masacrar poblaciones enteras; bien sea masacrar su dignidad o sus cuerpos. Putin se metió en otro país y está acabando con la vida de miles de ciudadanos ucranianos, ¿qué destino le espera? El ser eliminado en lo que se debilite su escudo protector. El que fue cruel no se le oye cuando pide clemencia.

En Venezuela se ha definido el despotismo de sus gobernantes de muchas maneras. En su artículo de esta semana Nelson Chitty la Roche lo denomina “autocracia” y en el suyo Fernando Mires define el término autocracia como: “autocracia se refiere a una forma de dominación política ejercida por un líder o un círculo político, burocrático o militar. La diferencia con una dictadura es que la autocracia no monopoliza o no intenta monopolizar todo el poder, sino que mantiene franjas o segmentos subalternos que permiten la existencia del juego político” tomando en cuenta que la realidad venezolana puede encajar solo parcialmente en tal definición. Vemos como se cercena cada vez más el derecho de opinión y las personas pueden ser detenidas sin importar su edad, porque al déspota le cayó mal un comentario. Estos hechos indignan despiertan odio, después no pregunten qué pasó cuando ese odio de desborde. Porque al igual Que Émile Zola ante la injusticia se puede levantar la voz de un “Yo acuso”. Se desliza, poco a poco, el país a una dictadura.

Mientras tanto la opinión pública va adquiriendo un tufillo también autocrático, su tono es mandatorio y no argumentativo. Ya no se acusa solo a los opresores sino a todo aquel que se atreve a salir del torrente mayoritario perdido y agotado. Mientras, “yo acuso” a los bandidos aposentados en los tronos y a los camuflajeados que se sirven del botín.

 

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