El Día Mundial de la Libertad de Prensa, creado por la Unesco y conmemorado cada 3 de mayo, dio una nueva oportunidad para hacer un balance del estado de la libertad de expresión en Venezuela, partiendo de las extremadamente adversas condiciones en las que laboran los periodistas y el espectro comunicacional en sus distintos ámbitos y facetas.
No fue una fecha que acaparara la atención de los venezolanos ni alcanzó como otras veces figuración en el trending topic del Twitter –mala señal–, pero fue importante que diera pie para que al menos las organizaciones gremiales, de derechos humanos y de vigilancia sobre garantía tan crucial para la vigencia de la democracia emitieran sus pronunciamientos o presentaran sus informes sobre cómo se está desenvolviendo lo que resta de la actividad comunicacional en nuestro país.
Vistos los números y los rasgos del funcionamiento de esa área en una retrospectiva de veinte años, habría que concluir que si en algo ha tenido éxito el proyecto político que sojuzga a Venezuela es en modificar –hasta llevarla a un profundo retroceso y desmantelamiento– la realidad mediática del país, donde la meta anunciada con absoluto descaro fue alcanzar una “hegemonía comunicacional”.
El régimen está sólidamente instaurado en ese campo y por donde quiera hay muestras de su aplastante poder de control, ejercido por los más variados métodos, desde lo “legal” que pretende barnizar los procedimientos de persecución, cierre, sanción o censura; las formas represivas de hecho, como las que dirige contra los periodistas, el cerco económico y, ahora más con intensidad, las tecnológicas, un área donde los bloqueos por Cantv u operadoras telefónicas se están produciendo de la manera más brutal. Entre 30 y 35 medios digitales están bloqueados en Venezuela.
De los 980 medios que ha contabilizado una organización como Espacio Público, el 71 % son radiales, precisamente los que en los últimos años han sido sacadas de juego de la manera más expedita: llegan los militares, cargan con las consolas y los transmisores y sanseacabó. Validado todo, por supuesto, por ese gran depredador de la libertad de expresión que es Conatel.
No basta tampoco con que en el país haya unos 980 medios, porque eso tampoco es garantía ni de diversidad, ni de pluralidad. Ni siquiera de que la función informativa se cumpla a cabalidad. Las informaciones sobre política y economía, que son las fuentes informativas más críticas para el oficialismo, permanecen reducidas al mínimo. Si usted no quiere problemas dedíquese a la música y el entretenimiento. Y es lo que hace la gran mayoría.
Es verdad que en todas partes del mundo los medios migraron hacia las plataformas electrónicas o digitales y muchos impresos desaparecieron, pero en Venezuela, mediante el control del papel y la quiebra económica del país, el proceso tuvo un recorrido meteórico. De los aproximadamente cien medios impresos que había en Venezuela cuando Chávez llegó al poder, hoy quedan 21 esmirriados y repartidos en 12 estados. Y la regla indica, que quien tiene papel es un medio del régimen o que algún arreglo tiene con él.
Pero además, ni la migración hacia las plataformas digitales se permite en algunos casos. El diario El Nacional, por años líder informativo del país, no sólo fue despojado de su planta física, equipos y maquinarias, sino que su plataforma digital está bloqueada. Si eso no es una masacre, qué otra cosa podrá serlo. Un caso de exterminio comunicacional que le ha dado la vuelta al mundo.
Tiene razón Ve Sin Filtro cuando afirma que “hay una relación entre el hecho político y la censura e internet” y que eso explica la constante violación de los derechos digitales. Verbigracia: durante las elecciones del pasado noviembre más de 56 dominios relevantes para la campaña electoral estuvieron bloqueados. La contraparte es el uso y abuso de los medios públicos para las campañas del partido del régimen. Ventajismo obsceno en función de la perpetuación.
Pero de las formas de asedio y ataques ejercidos desde el poder contra los medios en Venezuela ninguna vino a prestarle mayores servicios que la ruina económica a la que dos gobiernos chavista arrojaron al país. Las empresas se hicieron inviables. En el campo de los impresos dejó a Venezuela sin los grandes medios de redacciones de casi doscientos profesionales ejerciendo las labores informativas y ahora también objetivos de las acciones violentas. El CNP del Distrito Capital tiene contabilizadas 68 ataques en lo que va del 2022. En total unos cien periodistas trabajarán en medios digitales.
Y pensar que cuando los colegas oficialistas llegaron al Ministerio de Comunicación e Información se sumaron a la narrativa de Chávez, la del “digan la verdad” y a la de acusar a los medios de vulnerar el derecho de los venezolanos a una información veraz y oportuna. No es que se cometieran equivocaciones y excesos en el pasado, pero la realidad de hoy excede en mucho y de manera avasallante lo más trágico que cualquiera hubiera podido imaginar.
Periodista / Exsecretario general del SNTP – @goyosalazar