Cuando a una joven profesora difamaron por hablar de Darwin. Alguien colocó un tuiter en el cual solicitaba a sus seguidores y lectores de ese mensaje, dijesen cuál libro les había impactado o influido más. Alguien, de inmediato, me lo imagino joven, respondió, 100 años de soledad.
Es una respuesta pertinente y valedera, sobre todo dada por alguien joven, pues la obra del “Gabo”, fue publicada en 1967 y apenas han transcurrido unos 45 años y, si hablamos de la historia de las producciones humanas, estaríamos hablando de ayer mismo. Y sin duda hablamos de una obra de la narrativa mundial de alta calidad, tanto que es parte de eso que llamaron el “realismo mágico” y el “boom literario latinoamericano”. “Las brujas de Salem”, de Arthur Miller, fue publicada y llevada al escenario o “las tablas”, en 1953, también como ahorita mismo. Y tampoco hay duda que esta obra, del autor estadounidense también está llena de valores y méritos de distinta naturaleza y hay tantas, como la Ilíada, Eneida, Odisea, el Quijote y hasta la narrativa de Kafka. Y sería como mezquino y hasta frugal decidirse por una.
Por eso, llegado uno a la avanzada edad que ahora tengo y habiendo comenzado a leer a los 10 años, cuando mi bello e inolvidable padre me sentaba en sus piernas y me leía en voz alta para que yo escuchase, obras de todo tipo, empezando por los clásicos de la épica griega y a Cervantes y hasta el “Martín Fierro”, resulta muy difícil decidirse y dar una opinión contundente. Sería como muy mezquino, complicado, limitado y sin duda lleno de subjetivismos.
Pero ahora, recordando a mi bella, inolvidable y amada compañera desde cuando todavía casi éramos unos adolescentes, recientemente fallecida, quiero simplemente recordar, sólo esto, recordar, a Charles Darwin, su obra, “El origen de las especies” y al ya citado autor de “Las brujas de Salem”, Arthur Miller.
De “Las brujas de Salem”, de Miller, bien se sabe, fue una obra escrita fundamentada en los juicios por brujería que aluden a un famoso episodio del período colonial en Estados Unidos en 1692, en la aldea con ese nombre, Salem, en el que, como efecto colateral de luchas internas de las familias de colonos y el fanatismo religioso, fueron condenadas a muerte 19 personas acusadas de brujería, entre estas, catorce mujeres y cinco hombres, y se encarceló a un número mucho mayor. El número de acusados por brujería en estos juicios pudo fluctuar entre 200 y 300, según se dice.
La obra de Miller, como se sabe, fue escrita para denunciar la ola de persecución anticomunista, definición que alude casi a la brujería y lo maligno, desatada por el senador estadounidense Joseph McCarthy, en el lapso de 1950 y 1956, entre intelectuales y trabajadores de su país y también de los bastantes emigrados que allí llegaban, sobre todo de Europa, una vez finalizada la guerra. Se trata de un momento, como sabemos, posterior a la II guerra mundial, cuando la URSS y la China de Mao comienzan a desempeñar roles importantes en la política mundial y en pleno desarrollo de la guerra de Corea. Para McCarthy y su nefasto y necrofìlico séquito, comunista era sinónimo de delincuente, brujo, maligno, antidemocrático y traidor a su patria. El propio Miller fue víctima de esa persecución.
Claro, esos tipos como McCarthy todavía existen en abundancia y en Venezuela los hay y siempre ha habido como comejenes. Basta meterse en las redes para hallarlos haciendo daño y cometiendo injusticias hasta “en el nombre de Dios”. Para ellos, como ya dije, comunismo es sinónimo de antidemocrático y ellos por eso, muy “democráticamente”, están dispuestos a exterminar a todo aquel que se les atraviese, encerrándoles o negándoles todo derecho. Y es comunista cualquiera que enarbole una consigna en favor de la patria, reclame los derechos del pueblo a participar y hasta liderar luchas por conquistas sociales, económicas y, particularmente, se oponga férreamente nos conviertan en colonia. Más si este alega razones que ellos no pueden desconocer y menos desmontar.
Pero esto no es nuevo. No comienza con estos “santos” que van a pedir a EEUU sanciones contra el pueblo de Venezuela, en “nombre de Dios”, porque aquí hay un gobierno comunista, “corrupto y represor” y hasta una feroz dictadura, como prefiere decir, para dolor mío un buen amigo, a quien sè lleno de mejores intenciones, sino que ya es “una vieja maña”.
Y es hasta como un proceder inocente, piensa uno, de la mejor buena fe, pero radicalmente irracional. ¿Pues a quien sensato se le puede ocurrir que EEUU está interesado en la libertad, democracia y bienestar de pueblo alguno? ¿No es un tonto aquel que de buena fe espera que ese país nos invada para resolvernos todo, poner al ´nuestro como nuevecito, “tacita de plata” y devolvérselo a las fuerzas democráticas y para beneficio del pueblo todo? ¿Cuál país sino EEUU, es el que ha tumbado gobiernos, desatado guerras internas entre nosotros en procura de apoderarse de nuestras riquezas y banderas? Esta historia es muy sencilla. No hay que jurungar mucho en la literatura universal. Basta leer muy pocos libros como “Las venas abiertas de América Latina” de Eduardo Galeano y “El tiburón y las sardinas” de Juan José Arévalo.
Mi esposa acaba de morir a los 80 años de edad y por ella escribo esto, pues en buena medida vivió una experiencia como “Las brujas de Salem” y lo nocivo y asqueroso del macartismo.
Era, si mal no recuerdo el año de 1966, acababa de graduarse de Profesora en la Especialidad de Castellano, Literatura y Latín, en el prestigioso Instituto Pedagógico de Caracas, ubicado la urbanización de “El Paraíso”, entrada esta en decadencia, pues antes fue el espacio residencial de “lo más granado” de Caracas, en lo que suele colarse, por decir lo menos, quienes acumulan de manera pecaminosa y hasta roban en grandes cifras, después de quienes ya vivían en el “Country Club”, que comenzaba, como con desespero, a desplazarse hacia el Este, el espacio antes ocupado por las grandes haciendas de los viejos mantuanos, de quienes bastante se puede saber, hablando de libros, leyendo a Herrera Luque, en donde este, no sólo habla de aquellos mantuanos enriquecidos en base al pecado del esclavismo sino también de las “Águilas chulas”. ¡Y hay qué ver el feo concepto que entre nosotros se tiene de los chulos y el chulear!
Ese mismo año ingresó como docente en el Liceo Francisco Iznardi de Maturín y por motivos inherentes a las necesidades a la dirección del plantel, le fueron asignadas unas horas de una asignatura, en donde entre los objetivos y contenidos del programa respectivo, estaban las ideas centrales de la obra de Charles Darwin, “El origen de las especies”.
En dicha obra, como bien se sabe, su autor defiende que los seres vivos no son creaciones independientes de un ser superior, sino resultado de la evolución de las especies y la selección natural.
Para él, la existencia era un combate donde subsisten los más fuertes, los no especializados, con mayor capacidad de adaptarse al medio circundante.
Llegó a alegar que esos rasgos desarrollados para la supervivencia, por ser los más aptos, de esa “selección natural”, eran heredables. Lo que más tarde aparecerá en las teorías o “Leyes sobre la herencia” de Gregor Mendel.
Por hacer que sus alumnos leyesen acerca de Darwin, discutiesen sus ideas, revelaciones y formulasen sus propias conclusiones, lo que hace un buen docente, que no ideologiza ni impone, fue víctima de persistentes ataques de unos fanáticos, hasta con sotanas, por distintos medios y denunciada como hereje y enemiga de la iglesia y hasta de Dios mismo. Pidieron que aquella joven se le destituyese y la expusieron al rechazo de mucha gente y hasta a la agresión personal.
Quien lea a Mendel y sus teorías sabrá que aún, detrás de lo por èl expuesto, queda todo un enorme espacio, que va más allá aún del pequeño planeta tierra, que sustenta muchas interrogantes y da fundamento a la idea de Dios que manejan los partidarios de la creaciòn.
Pero aquel gesto, en pleno siglo XX contra aquella joven y más que eso, contra Darwin y Mendel, revela fanatismo e ignorancia y sobre todo, mala intención, que hace a muchos ponerse de parte hasta del diablo fingiendo que defienden la fe y la verdad. Sobre todo cuando hay quienes por eso pagan. Por eso a uno no le sorprende ver a un cura solicitando a EEUU mantenga las sanciones que afectan a los venezolanos y, hasta de ser posible, agregue otras.
Las brujas y brujos salen, y ellos, como las liebres, saltan de cualquier parte.