A menudo los medios de comunicación, bien a través de los espacios noticiosos o de los artículos de opinión de sus colaboradores, nutren su labor informativa con los comentarios que genera la crisis multidimensional que ha reducido la influencia que han ejercido los partidos políticos en el acontecer nacional. Unas voces se levantan preocupadas por esa debilidad creciente que acusa lo que queda de democracia en Venezuela; otras, para hacer cuanto ruido puedan en función de que las organizaciones partidistas sucumban definitivamente. Sin embargo, la sordera de la clase política alcanza el techo de la cronicidad. Mientras esto ocurre, los agrietamientos intrapartidistas ganan terreno y la frustración de militantes y dirigentes de base, surte efectos de letalidad.
En lo que a mi análisis se refiere, centro mi atención en esas profundas grietas que se observan en las estructuras y funcionamiento de las organizaciones partidistas nacionales. Esta vez los destinatarios del mensaje son los militantes de todos los partidos; son ellos los únicos que pueden ejercer sus derechos democráticos internos, a objeto de que eleven el tono de su preocupación hasta el vértice de la pirámide direccional de sus respectivas toldas partidistas. Si presionan como debería ser, mediante los mecanismos de participación democrática que, legalmente, están contenidos en los estatutos de cada organización política, es mucho lo que se puede avanzar. ¡Es hora de que los militantes de los partidos ejerzan su poder y lo hagan valer!
Al efecto, tanto para las bases militantes como para todos los niveles de dirección, emito más opinión sobre dicho asunto, enumerando algunas de esas grietas que amenazan con demoler el edificio político venezolano. 1) Evidente descuido o abandono de las organizaciones de base, por parte de los entes directivos correspondientes. 2) Ausencia de debates constructivos y con resultados tangibles, en función de la toma de decisiones, en cada nivel directivo y asambleas de base, aunque estas últimas pasaron de moda. 3) Sustitución del trabajo organizativo sistemático y los espacios de participación en la dinámica interpartidista, mediante la aplicación de prácticas cuartelarias, expresadas éstas en la acción ejecutiva (mandar) y su efecto pasivo (obedecer). 4) Abusivo centralismo vertical por parte de los dirigentes de mayor jerarquía, en detrimento de las opiniones, a veces más acertadas, que puedan aportar los líderes de menor rango. 5) Insuficiente e inadecuada conexión con el pueblo, en cuanto a las necesidades y aspiraciones de las comunidades. 6) Incapacidad manifiesta para unificar y orientar, en la dirección que más conviene a la nación, los criterios coincidentes de todos los partidos políticos y de otras organizaciones sociales, en función de hacer frente a la grave y creciente crisis que mantiene a Venezuela en la cola del continente, cada día más pobre y más subdesarrollada. 7) División del pensamiento democrático venezolano, puesto que hoy este pensamiento está disperso en decenas de “partiditos”, lo cual hace casi imposible la unidad que el país requiere. En la mayor parte del mundo democrático, generalmente los ciudadanos se agrupan ideológicamente; por esto sus partidos son pocos, pero cada uno de ellos constituye una respetable e importante expresión del poder nacional.
Urge meterle el hombro a los fundamentos medulares de la democracia, si pretendemos sacar a Venezuela del sótano donde se encuentra hoy.
Educador / Escritor – urdaneta.antonio@gmail.com – @UrdanetaAguirre