La realidad de Venezuela está ante nuestros ojos. Avasallante, inocultable, aplastando las condiciones de vida de los venezolanos. Una realidad que no acepta maquillajes, ni disimulos, que supera en sus efectos sobre los seres humanos toda la manipulación y los pretendidos engaños propagandísticos del régimen.
A la luz del discurso de hoy, siempre exultantes por la «gran gesta» que inscriben, dicen, con letras de oro en la historia, no sería extraño que pronto intenten retomar aquella consigna delirante que por años propagaron a lo largo y ancho de un país devastado: Venezuela potencia. O Venezuela indestructible, cuando ya lo ciudadanos de cualquiera de los estratos sociales caminaban entre escombros.
La dura realidad de Venezuela sigue ante nuestros ojos: la diáspora no cesa y se diversifica en sus negativos impactos, más allá que cada vez que un puñado de compatriotas que decida volver sea utilizado para publicitar desmesuradamente la “vuelta a la patria”.
Una diáspora de más de 6 millones de personas es la mayor y más contundente evidencia de que las políticas que aquí se implementaron fracasaron al costo de un retroceso sin precedentes en la Venezuela contemporánea.
Ahora se devuelven. No dejan de pegar lecos contra el capitalismo y el imperialismo, pero se aproximan a la chita callando a las reglas económicas del libre mercado y se abrazan con desesperación a la moneda yanqui, con la cual hoy se paga hasta un simple pasaje en buseta.
Todos seguimos bajo el asedio del entorno hostil y adverso de la realidad venezolana, marcada por déficit en los servicios más elementales. Venezolanos que pudieran quedarse trabajan en el país porque realizan labores por la vía digital a empresas en el exterior, terminan yéndose porque ni la falta de y las deficiencias de la internet les permiten cumplir a cabalidad ni a tiempo sus compromisos.
Partiendo elementalmente de dos servicios fundamentales para el relanzamiento económico, la energía eléctrica y el agua, ¿cuáles son realmente las probabilidades de este régimen de 22 años para regresar a Venezuela a las condiciones en que la encontraron en el 2000? Vivíamos, es cierto, una realidad compleja, pero no este desastre humanitario.
La oposición venezolana ha intentado desalojar por todas las vías al proyecto socialista y hegemónico de Chávez que hundió a Venezuela: elecciones, golpes, referéndum, reinstitucionalización por la vía legislativa, la abstención a ultranza y hasta la más insólita, una intervención armada con la participación de gobiernos extranjeros.
En ese trayecto, idas y venidas, de aciertos y equívocos, la oposición fue apabullada, cercada por el abuso de poder a través del control de las instituciones, derrotada y reducida por el ventajismo, pero también por sus inhibiciones, a una mínima expresión. Finalmente, dividida en campos aparentemente irreconciliables entre la de la AN y los que están fuera, pero también hacia lo interno de esta última.
No hay acuerdos entre dialogar o no con el régimen ni en que se mantengan o atenúen las sanciones económicas con su impacto en la población, como antes no lo hubo entre abstenerse o participar en elecciones. La propuesta de ir a unas elecciones para escoger en unas primarias un candidato-jefe de la oposición no trascenderá mientras no se decanten esas visiones radicales de la realidad y las vías para enfrentarla.
Mientras cunde la división y la desorganización opositora, el régimen se fortalece puertas adentro aún con sus esmirriados avances económicos en el comercio y la generación privada de algunos servicios. Ni qué decir del espaldarazo que está recibiendo de la izquierda latinoamericana con el anuncio de los presidentes López Obrador, Luis Arce y Alberto Fernández de no asistir a la Cumbre de las Américas que Estados Unidos convocará para Los Ángeles, sino se invitan a Cuba, Nicaragua y Venezuela, haciendo zángana abstracción de que se tratan de dictaduras puras y duras.
A esos gobierno, por los vientos que soplan, pronto se sumarán los de Lula, casi un hecho, y el muy probable de Petro. De modo que el aislamiento en que estuvo el régimen, presionado por EEUU, Europa y el Grupo de Lima, ahora se revertiría en desmedro de la oposición de la derecha venezolana.
Ya es suficiente para la oposición venezolana, ya no caben más errores procedimentales ni fallas de cálculo. Ya la inmediatez no tiene cabida. Convertidos en archipiélagos, los opositores abonarían el terreno para que en las elecciones presidenciales del 2024 Maduro puedan imponer un esquema semejante al de Ortega en Nicaragua. Descabezar a rompe y raja a sus rivales y hacer un carrera de un solo caballo. Su dueño dorado.
Periodista – Exsecretario general del SNTP – @goyosalazar