Alexander Campos: Para redescubrir a las comunidades

Compartir

 

Del barrio ha emigrado gente […] Y el barrio se ha quedado bastante solo porque antes uno se sentaba en la acera de su casa y el barrio era alegre, veía a los muchachos pa’rriba y pa’bajo, pero la mayoría se ha ido […]

En la comunidad se han ido bastantes, o sea, se han ido por lo menos los jóvenes. Se han ido los jóvenes […] Se van, dejando los hijos aquí al cuido de la mamá y ya se han estado llevando a sus hijos también. O sea, ya se está quedando, prácticamente, pues, solo el barrio […]

Y ahorita, actualmente, el barrio está muy desolado. Tenía bastante población y poco a poco ya se han ido […] Los jóvenes que uno vio cuando eran niños ya no están acá, se fueron […]

Estos son los testimonios de José, Ana y Pedro, tres de los muchos venezolanos que compartieron con nosotros la vivencia que, con la migración, están experimentando ellos, sus familias y sus comunidades desde hace ya un largo y doloroso tiempo. Los testimonios se han recogido a través de grupos focales y entrevistas a profundidad en doce estados del país y, a partir de ellos, se está desarrollando una investigación que busca entender cuál es la impronta que la migración está dejando en el seno de nuestras comunidades a lo largo y ancho de Venezuela. Por razones de espacio apenas podemos dejar aquí algunas ideas sueltas sobre el avance de este trabajo.

El signo que caracteriza el presente venezolano pareciera ser el de estar en permanente movilización. Cifras muy conservadoras ubican en más de 6 millones la cantidad de venezolanos que conforman nuestra diáspora. Esto quiere decir que más del 18 % del total de la población se ha ido por distintos motivos. Pero esta movilización no se dirige solo hacia afuera del país. La migración interna, en sus distintas modalidades, tanto del interior del país a las distintas capitales, así como dentro de las mismas ciudades, avanza. A pesar de que hay muy pocas posibilidades de movilización por la falta de transporte, de combustible, las restricciones de tránsito y algunos otros motivos, el venezolano no se detiene.

Todo indica que la movilidad humana en Venezuela no es un fenómeno coyuntural o sectorial. Impacta a todas las clases sociales del país, a todos los géneros y está teniendo consecuencias tan vastas en la vida total del venezolano que para tener una más cercana comprensión no bastan aquellos instrumentos que se detienen solamente en la expresión numérica del fenómeno, sino que hay que recurrir al uso de metodologías de carácter más cualitativo que nos permitan entender esta realidad en sus distintas vinculaciones. Buscamos sumergirnos, desde su propia percepción de esta vivencia, en las condiciones y la significación política y sociológica que se desprende de esta movilización.

El hecho migratorio como identidad

Para nosotros, el hecho migratorio en Venezuela no es solo un dato más que da cuenta del gran colapso que está viviendo el país, sino una realidad de tan grande trascendencia que pudiese estar definiendo nuestra identidad y nuestras posibilidades. Entender la migración no solo nos da las claves de nuestro presente, sino que nos señala los posibles caminos de nuestro futuro.

¿Qué razón da la comunidad del hecho migratorio? Dicho de una forma más directa: ¿Aquellos que se quedan cuáles creen que sean las razones para que se vayan los que se han ido? Esto es muy importante, porque al fin y al cabo son unas razones que surgen desde unas condiciones y un universo de valores compartidos porque no son las razones, las condiciones y los valores de unos extraños. Esos que se van son sus sobrinos, hijos, los compañeros de sus hijos, vecinos. En fin, aquellos con los que se ha compartido el devenir de la comunidad.

En las comunidades piensan que su gente se ha ido por cuatro razones principales, aunque señalan otra más. Entre ellas encontramos razones de tipo familiar, de tipo económicas, aquellas que se ubican en sus expectativas de futuro y aquellas que se centran en el hambre.

Aunque el hambre es una motivación que podríamos agruparla dentro de la categoría de las motivaciones económicas, hemos decidido resaltarla al separarla de esa categoría, por la importancia significativa que los entrevistados le dan como catalizador para la actividad migratoria.

De las distintas oleadas migratorias, las más significativas para las comunidades fueron las que se dieron entre los meses finales del año 2017 y mediados de 2019. Son los meses de más dura escasez de alimentos, de las largas y eternas colas para poder conseguir los alimentos de primera necesidad. Para el momento, el país está lanzado a la búsqueda de alimentos y el miedo a morir de hambre o, por lo menos, a padecer hambre está presente en muchos sectores de la población. Muy pocos sectores sociales parecen estar libres de ese temor porque la escasez afecta hasta a quienes tienen posibilidades de poder adquirir los alimentos. Es por eso que el miedo al hambre está presente como primera motivación de emigración entre ellos.

Ellos tenían un buen empleo y todo, pero tuvieron que emigrar porque dijeron: ‘esta vaina se va a poner más fuerte, más fuerte, mucho más fuerte’. Incluso, estábamos en escasez de comida, no había comida, pues, no tenían ni siquiera para medio comer, pues […]

Después del hambre, las razones de carácter familiar son las que tienen más fuerza. Especialmente las madres ven con preocupación cómo aumenta la vulnerabilidad de los niños. Específicamente, perciben cómo avanzan en Venezuela las malas condiciones para criarlos. Este razonamiento es consecuente con la matricentralidad venezolana. En una cultura donde la relación madre-hijo es central, todo aquello que desfavorezca la dureza y perdurabilidad del vínculo resulta un peligro.

Porque mi hija tenía una niña de ocho meses y aquí ya no encontraba pañales, pues. Entonces, llegó ese punto que no había pañales ya, casi no había ya, era muy difícil conseguirlos, también se enfermó, y ya como que […] los hospitales no […] o sea, todo ya muy mal, y mi mamá […] Decidieron irse, pues […]

La segunda motivación de carácter familiar es la reunificación familiar. Varios de ellos salen del país para reencontrarse o con la pareja o con los hijos. Ninguno de ellos está desempleado antes de decidir irse, pero todos coinciden en que los salarios no les permiten no solo llevar una vida decente, sino la vida misma. Muchos los señalan como salarios de hambre. Aunque tienen empleos, lo que perciben como retribución por su trabajo, que generalmente es el sueldo mínimo, no alcanza ni para comer.

En realidad, mi sobrino se fue porque la situación […] Era cabeza de su casa y ayudaba a su mamá y hermanos, y broma, pues. Y ya la situación la estaba viendo difícil, porque coño, los riales no alcanzaban pa’ nada, pa’ la comida, el sueldo y vaina. Entonces, decidieron irse por un buen porvenir, una mejor vida […]

Sin expectativas de futuro. Esta es una realidad especialmente entre los más jóvenes, quienes sienten que en Venezuela no tienen futuro y que, mientras se mantengan en ella estarán –en el mejor de los casos– estancados y que sus posibilidades de desarrollo personal serán más escasas y limitadas a medida que pase el tiempo.

Como madre, ¿qué le ofrecemos aquí en el país en esta situación que se está viviendo? Ella me dice: ‘mamá, en qué momento, ¿para qué estoy estudiando?’ O sea, hay muchos jóvenes a la edad de ella, compañeros de clases que están desmotivados, porque no ven, o sea […] Yo, de verdad, me proyecto con mi hija, vendiendo, haciendo, trabajando, levantándonos temprano. ¿En qué tiempo se va a lograr ese objetivo o esa meta, por así decirlo? ¿Qué calidad de vida vamos a llevar? ¿No tenemos derecho a la recreación? O sea, ¿la vida se nos va a ir aquí en una sobrevivencia diaria?

Es la percepción de una vida a la que le robaron el tiempo, el tiempo no solo personal, sino la era en la que les tocó vivir. Quizás sea este el principal acicate para la migración, aquel que no se resuelve solo con un poco de comida, porque se trata de que perciben que no hay una razón para construir más allá de la familia. Por tanto, se van no sólo rompiendo con una situación de hambre, sino rompiendo con un país y un proyecto en el que ven que el futuro de la familia es el desmembramiento.

¿Cómo se refleja esto en la comunidad? ¿Qué comunidad va forjándose en medio de este proceso migratorio? Lamentablemente solo podremos anunciar las características de esa comunidad.

Autorreconocimiento frente al desconcierto

Ante todo, de los relatos biográficos surge una realidad con un profundo impacto identitario. Sienten que lo que está pasando no es algo pasajero, sino una vivencia que reordena a la comunidad en su dinámica y funcionamiento propio y tradicional. No significa que crean que esté surgiendo otra comunidad, sino que lo que está pasando obliga a las comunidades a reajustarse, desde sus mismas fuerzas y desde su dinámica interna. Una comunidad ajustada a la nueva situación, impulsada, motorizada por el vigor propio, manteniendo la misma estructura, pero con un comportamiento que responda a la nueva situación. Esta experiencia no ha sido así a lo largo de toda la vivencia del proceso. Al inicio hubo desconcierto, mucha violencia interna en las propias comunidades, pero a partir de un proceso interno de autorreconocimiento de lo que significaba en términos identitarios el que siguieran por ese camino, lograron, en su mayoría, superar este primer momento de desconcierto.

El despoblamiento va marcando a las comunidades. Se van quedando vacías, lo que va a representar un cambio en el impulso de la dinámica solidaria tradicional de la comunidad. Aunque no represente un cambio en la orientación general de la dinámica, sí pierde un poco la fuerza y el alcance de la orientación solidaria

Comunidades con cada vez menos jóvenes y más personas de la tercera edad. Esto no es poca cosa y hay que señalarlo, porque significa que el clima tradicionalmente alegre que se vive en nuestras comunidades se convierte en todo lo contrario. “Y ahorita actualmente el barrio está muy desolado. Tenía bastante población, pero poco a poco ya se ha ido […] los jóvenes que uno vio cuando eran niños ya no están acá, se fueron”.

Las comunidades se están quedando con personas de la tercera edad. Son ellas las que están definiendo el modo de organización y convivencia en las comunidades. Esto hay que tenerlo muy en cuenta por lo que puede significar en posibilidades para lo político, pero también para lo organizativo comunitario: “Ahorita ya no podemos hacer eso, porque en realidad está la familia dividida, y es bravo, es bravo porque ya los que quedamos aquí, la mayoría somos personas ya mayores”.

[…] En la comunidad también se ha visto muchísimo, muchísimo el golpe que fue la migración porque vemos muchos abuelos, vemos muchos niños, pero adultos jóvenes casi no, adultos mayores, casi no se ven. Casas solas sí: un apartamento vecino está solo porque los señores viven lejos y, pues, los hijos se fueron […] pero siempre tememos a que alguien entre […]

El otro lado de la cara de las comunidades con respecto a la migración son los niños a sus expensas. No necesariamente niños solos, sino niños que por causa de la migración cada vez son más autónomos, aunque hayan sido dejados al cuidado de algún familiar o algún conocido.

La comunidad la veo muy desolada, de verdad que son muy pocos los jóvenes, y los que hay, pues, ahorita son muy pocos los que están. Lo que sí ves son niños; niños hay bastante, niño pequeño, sí. Hay muchos dejados […], muchas mamás han dejado a sus hijos […]

Quizás lo dicho hasta ahora podría llevarnos a pensar equivocadamente que las características definitorias en este momento de las comunidades sean: la desolación, el aislamiento, el envejecimiento. Ciertamente, son estos unos peligros reales. Pero más allá de esta manifestación externa, en su vivencia más profunda lo que está aconteciendo es un redescubrimiento por parte de las comunidades de una gran vitalidad, no sólo en términos de resistencia, sino de creatividad, propia de la relacionalidad como característica constitutiva de la manera de vivir de estas. Busquemos más allá de las apariencias y encontraremos un manantial rico para sustentar el ejercicio de lo político.

Sociólogo. Profesor universitario. Director del Centro de Investigaciones Populares.

 

Traducción »