Beatriz de Rittigstein: El uso fraudulento de una tragedia

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La reciente trágica muerte de la periodista de Al Jazeera, Shireen Abu Akleh, en medio del enfrentamiento entre terroristas palestinos y soldados israelíes, ha desatado los demonios de la brutal instigación al odio. Nos resulta claro que desmedidas cifras de medios de comunicación, redes sociales y aquellos que anhelan destruir a Israel tal como el régimen iraní, están aprovechando la muerte de Akleh con la perversa intención de arremeter en contra de Israel.

Lo realmente importante es el motivo del enfrentamiento. Tras el asesinato de 19 israelíes y numerosos heridos de diversas consideraciones en una ola de ataques terroristas ocurridos en los últimos dos meses, en la cual los perpetradores pertenecían a distintos grupos, entre ellos ISIS, Hamas, pero principalmente Jihad Islámica, provenientes de Jenin (un criadero de terroristas), en Cisjordania. Las tropas israelíes realizaron un operativo en dicha ciudad para capturar a quienes colaboraron en los asaltos terroristas y ya planificaban nuevos hechos de terror. Los soldados fueron objeto de andanas de disparos y bombas incendiarias; en ese momento, una bala alcanzó a Akleh.

De inmediato, sin pruebas ni investigación, Al Jazeera y otros muchos medios afirmaron que los israelíes agredieron deliberadamente a Akleh. Al mismo tiempo, también publicaron declaraciones de “testigos” en Jenin que aseveraron que solo los soldados habían disparado; sin embargo, circularon videos que mostraban a los terroristas de la Jihad Islámica con armas automáticas, disparando indiscriminadamente. De hecho, en uno de esos videos, se ve a un encapuchado disparando una ráfaga hacia un callejón, luego se le escucha decir “le di a un soldado”, pero ningún israelí fue herido.

Pese a que el propio médico forense de la Autoridad Palestina, tras realizar la autopsia a la periodista, dijo que no tienen la capacidad de determinar la procedencia de la bala, incontables grupos y personas interesadas, seguían culpando a Israel a través de medios y redes sociales. Por ejemplo, hubo algunos que aseguraron que fue un acto alevoso pues era imposible confundir a la periodista que tenía puesto un hiyab, hasta que se divulgó que Akleh era cristiana por lo que no usaba ningún tipo de velo islámico y para su protección llevaba un casco; frente a esa realidad, inventaron otras circunstancias ilusorias. La Autoridad Palestina avivó las llamas de la incitación al afirmar sin fundamento que los soldados dispararon intencionalmente contra Akleh. No parece importar la verdad, sino demonizar y deslegitimar a Israel.

Por el contrario, las autoridades israelíes luego de expresar su consternación, explicaron que en el fragor del intercambio de disparos cualquiera pudo ser responsable de la muerte de Akleh, por lo que ofreció una investigación conjunta con la Autoridad Palestina, pero ésta se negó, dando lugar a lógicas suspicacias.

Hay un punto adicional que no se ha tomado en cuenta: todo ello trasciende gracias a que en Israel hay plena libertad de expresión y prensa, aunque no sea valorado en las persistentes y absurdas acusaciones. En cambio, en la Autoridad Palestina, la prensa está sumamente restringida y se sabe de recientes casos de prisión, tortura y asesinato de periodistas, si bien es improbable conocer la información completa.

 

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