Quien piensa bien escribe bien, y quien sabe algo con claridad lo dice claramente. Schopenhauer
El adagio en latín que intitula esta columna semanal se encuentra ocasionalmente difundido en la ciencia económica, justamente cuando está se vincula con el estudio apasionante de la conducta humana, de hecho, la economía es conducta y es tan sólido el vínculo entre economía y psicología o conducta que los complementos realizados a la obra de Gary Becker, han sido laudados con el Nobel a esta importante disciplina del saber, ahora la economía se orienta hacia la neurociencia o teorías del pensamiento y la psique, surgiendo así una estrecha relación epistemológica entre filosofía y economía, nunca antes en este nuestro país se habían puesto de moda los criterios de la economía para el análisis de esta antinomia que atenta en contra de la existencia digna de la sociedad.
De esa angustia compartida por entender la entelequia a la cual nos han sometido de manera sistemática, nos empeñamos en hacer uso no solo de las herramientas técnicas de las cuales dispone la economía, sino de establecer lazos con sus vertientes destinadas al estudio de la conducta y justamente allí en ese campo del comportamiento es que quiero direccionar la columna de esta semana, pues la traducción de la máxima en latín sería sobre gustos no hay nada escrito y en relación a la horrida realidad venezolana créanme que no hay casi nada escrito tomando en cuenta la magnitud de este colosal fracaso.
Enumeramos los razonamientos contradictorios que nos llevarían a levantar supuestos axiológicos y nos encontramos con la eclosión de un fenómeno de hiperinflación en un país petrolero, justamente en el que ostentaba la mayor tasa de urbanismo y la más longeva democracia, luego la contracción del producto interior bruto en 75% y finalmente la muerte de la moneda como institución social, la tesis escolástica de Nicolás de Oresme sobre la repudiabilidad del signo monetario cobraban vida en una ex república plagada de antiguallas y razonamientos espurios que obnubilan cualquier criterio que se imponga minimizar el caos.
Comer de la basura, observar como el régimen político engulle a todas las instituciones, hasta dejarlas vaciadas de sentido y sin alma, como los vicios suplantan virtudes dejar de ser ciudadanos para pasar a ser súbditos y espectadores de una civilización de la comedia bufa, del escándalo y la comedia que impiden llevar la tragedia que padecemos al plano de lo tangible, pues la levedad es propicia resulta ser un latigazo que abre las carnes de una sociedad absolutamente enferma, la razón comienza entonces a tornarse en acomodaticia, en pobre a mutar hacia la ruindad de la cohabitación y la iniquidad, para entonces encontrar una tautología valida, posmoderna, relativa y por ende móvil que satisfaga las pretensiones de quienes intentan estar en el poder aun sobre las cenizas de esta Troya tropical, citando las pretensiones de una ex ministro del sistema penal manifestadas a grito vivo en el hemiciclo de una Asamblea Nacional fabricada a guisa de lo que requiere el régimen para cubrir su desnuda crueldad usando ropajes de pseudo institucionalidad.
Así estamos hoy cual habitantes de Liliputh, sumidos en esta sórdida discusión acerca de la recuperación o aún peor auscultando el juicio vacuo de que nos arreglamos, juicio este que se desprende de un rebote del 6% en el comportamiento económico, pero el cual es insostenible, inviable por artificial y sobre todo heterónomo, proviene de una realidad geopolítica relativa con el aumento de os precios del petróleo, volvemos a explanar el razonamiento del régimen, para quienes durante los años de bajos precios era imperativo defenestrar la vocación rentista del país, ahora concurrimos de manera plausible a promover esta conducta pues la misma favorece a la lógica reduccionista del régimen.
Cabe la duda ¿Nos arreglamos en qué aspectos?, la respuesta es dura pero necesaria de darse no existe acomodo o arreglo cuando cargamos las pústulas vivas del homo saucius, el espectro la sombra del “hombre enfermo”, el resultado del daño antropológico, el daño moral e insisto educativo, pues el logro del chavismo fue llevar a la escuela entera desde la inicial hasta la universitaria, hasta una balsa endeble hasta la “redeau de la médese”, para que plasmados desde el óleo de Géricaullt, todos exhibiéramos el naufragio de la educación, la antropofagia de las instituciones educativas por náufragos morales que dieran paso a estos mustios tiempos y terminaran deponiendo la estética del pensamiento, la virtud de lo bello, por la estética de la desesperanza, la pobreza y el vodevil trocado en acción pública.
La educación embrida conciencia, racionalidad, estética y ética, belleza en el lenguaje y tino en la razón,pero desde la balsa del Medusa solo corresponde vivir reducidos al lumpanato, acríticos, minimizados y expoliados hasta de conciencia de clase, para entonces agradecer al Gran Hermano al omnisciente comandante el mendrugo de pan, mutado en bolsa CLAP, nos estamos bien, menos nos podemos estar arreglando cuando en el país prima el show, el espectáculo y la burda propaganda sobre el juicio razonable de la jerarquización del rol del Estado en la provisión de educación, salud y servicios públicos.
De gustiibus nos est disputandum, pues como nefelibatas nos conformamos con ser y estar, simulamos educarnos, simulamos recibir salud, se simula absolutamente todo desde la huida de la conciencia y la virtud y su sustitución por el interés crematístico, por el negocio y la mutabilidad de la verdad, más cuando a esta se le confiere una mueca de ciencia, forzando a la ratio técnica en el catre de Procusto, en el cual dejamos morir de mengua el valor y la verdad, no somos conscientes de nuestra enfermedad y lo más grave aún quienes aún nos atrevemos a pensar bien e intentamos escribir y enseñar bien, no tenemos generaciones de relevo, pues en este país expoliado y arrasado enseñar es un oficio para aceptar la pobreza, empero a eso aún existen muchos profesores pobres, pero jamás seremos pobres profesores y en sentido a este retruécano cruel, continuaremos empeñados enseñando a pensar con tino y claridad y esperando la luces de la estética para una ética digna de un país recompuesto desde el Ethos.
No hay ningún viento favorable para el que no sabe a qué puerto se dirige. Schopenhauer.
De gustibus non est disputandum: Sobre gustos no se disputa.