Hace varios años un paisano trujillano, el dirigente político más sagaz que he conocido, me recomendó un libro que, según él, era de los mejores para incursionar en la vida política. Cada vez que nos veíamos, lo primero que hacía era preguntarme por el contenido del libro. Yo imbuido en la carrera gremial empresarial, no había ubicado el escrito. Un buen día, él me entregó un papelito, que aún guardo en la biblioteca, contentivo de este mensaje: “el éxito o el triunfo en la vida no está basado en el poder o en la riqueza. El mundo está lleno de corruptos, desleales, hipócritas, falsos y mediocres por todos lados y a todos los niveles.
Tardé en entender su reflexión, pero, hace algunos meses, me topé con el libro recomendado: El hombre mediocre. Es una obra escrita por el médico argentino, José Ingenieros, publicada en el año 1913. El libro trata sobre la naturaleza del hombre, oponiendo cinco tipos de personalidades: la del hombre leal y la del idealista, analizando las características formadas por cada uno, y las formas papeles que estos tipos de hombres han adoptado en la ciencia, la sociedad y la cultura. Ingenieros dice que “no hay hombres iguales”, y los divide a su vez en tres tipos: El hombre inferior, el hombre mediocre y el hombre superior; no arremete contra los dos primeros, sino que describe a los tres y exalta al tercero.
El autor de la obra nos hace reflexionar sobre temas como la personalidad, la envidia, el carácter, la dignidad, la virtud, la integridad, la maledicencia, la educación, la mediocridad intelectual, la cobardía, el chisme, la honestidad, la moralidad y destaca “los ideales”. El escritor basa su obra en el “ideal” y cómo lograrlo, siendo un hombre íntegro, de carácter, sincero, leal, virtuoso y no cobarde hacia las diversas situaciones que se presentan en la vida, ser firme en las posiciones cuando se basan en la razón y en la manera de actuar, así tengamos a todo el mundo en contra.
Ingenieros lanza una alerta para tratar de que, el mundo salga de la idiosincrasia en que se encuentra y pueda llegar a ser próspero social, cultural, y económicamente. Exponiendo las características del hombre inferior, del mediocre y el superior, genera un poderoso tratado de crítica de la moral. El hombre mediocre, escribe, “es una sombra proyectada por la sociedad; es por esencia un ser imitativo y está perfectamente adaptado para vivir en rebaño, reflejando las rutinas, prejuicios y dogmatismos reconocidamente útiles para la domesticidad. Así como el inferior hereda el “alma de la especie”, el mediocre adquiere el alma de la sociedad. Su característica es imitar a cuantos le rodean: pensar con cabeza ajena y ser incapaz de formarse ideales propios”.
Según explica el escritor argentino, el hombre mediocre es incapaz de usar su imaginación para concebir. Es dócil, maleable, ignorante, un ser vegetativo, carente de personalidad, contrario a la perfección, solidario y cómplice de los intereses creados, los cuales lo hacen borrego del rebaño social. Vive según las conveniencias y no logra aprender a amar. En su vida acomodaticia se vuelve vil y escéptico: cobarde. Los mediocres no son genios, ni héroes, ni santos, escribe Ingenieros. Un hombre mediocre no acepta ideas distintas a las que ya ha recibido por tradición sin darse cuenta de que justamente las creencias son relativas a quien las origine, pudiendo existir hombres con ideas totalmente contrarias, al mismo tiempo.
El hombre mediocre entra en una lucha contra el idealista por envidia, intenta opacar desesperadamente toda acción noble, porque sabe que su existencia depende de que el idealista nunca sea reconocido y de que no se ponga por encima de sí”. Los idealistas o superiores, son prohombres muy estimados por Ingenieros, porque, además de representar el genio, sintetizan un linaje al cual el escritor quiere pertenecer. La construcción de la ciencia y la nacionalidad, dentro de ciertas formas filosóficas y políticas, es la continuidad de la cual se siente heredero.
Para Ingenieros la mediocridad es la ausencia de características personales, esos rasgos de virtud que permiten distinguir al individuo de la sociedad: La personalidad individual comienza en el punto preciso donde cada uno se diferencia de los demás. Los dos extremos de personalidad antagónica, se ven claramente reflejados en el siguiente ejemplo: Fiel reflejo del hombre idealista, es la abeja, al ver su vida podemos admirar como es que vive y trabaja, su instinto la lleva a laborar sin cesar, con perseverancia, diligencia y una productividad asombrosa. Ella tiene una vida muy corta, pero esto no le es impedimento para producir varios gramos de miel, siendo ella tan pequeña. Al lado de la abeja se encuentra el zángano, este no se mata trabajando como la abeja y es el símbolo del hombre mediocre.
Coordinador Nacional del movimiento Político GENTE – Noelalvarez10@gmail.com