No remite saludablemente la crisis, que más bien es depresión económica de onda larga, caracterizada por la contracción sostenida de los medios de vida y una alta, altísima y larga larguísima explosión inflacionaria, amén de otras perversiones igualmente abrasivas para las necesidades de la gente que tiene que trabajar para vivir. No remite a pesar del “veranillo indio”, el espejismo de alivio que produjo la dolarización formal de la economía y el pequeño relajamiento de la tenaza que se le impuso a la democracia venezolana desde el 2002.
La Educación Oficial ha sido uno de los sectores más golpeados por la catástrofe económica y el impacto devastador de la Covid-19, dada su híper-fragilidad institucional. Quizás una de las mayores urgencias que tiene el necesario cambio político que tenemos que afrontar para que el país entre al siglo XXI. Razón por la cual se impone sin mayores dilaciones y de cara al proceso electoral venidero la participación masiva y ordenada de quienes así lo dispongan libremente como lo señala la Constitución vigente, para lo cual la sociedad democrática debería plantearse desde ya retomar soluciones como las que propone el Plan País (haciéndole los ajustes necesarios por supuesto) y abonar un acuerdo nacional incluyente por la Educación Nacional. De cara a la construcción de un programa electoral unitario que ayude a triunfar en la confrontación electoral, que tendremos diligentemente que atender, pese al interés en contrario de las fuerzas antidemocráticas que se han desarrollado a la sombra del Estado fallido en que ha devenido el que tenemos.
Memoria Educativa Venezolana, paso a paso 901