El rector de la UCAB asegura que en su misión pastoral y su labor en pro de la democracia percibe que la gente del barrio quiere un cambio porque es la que más sufre. Y advierte que es necesaria la movilización social en este sentido. Celebra, por igual, tanto la perspectiva de la reanudación de las negociaciones en México como las posibles primarias opositoras para definir un candidato de unidad
El momento del país es curioso, particular, por decir lo menos. Se profundizan los contrastes, se activa –o se reactiva- un mundo VIP, mientras los servicios básicos empeoran y en el plano político el gobierno luce fuerte en medio de la devastación, las organizaciones opositoras se reactivan a su manera ante la perspectiva de una próxima fecha electoral y múltiples voces insisten en ensayar otra ronda de conversaciones en México.
El padre José Virtuoso, Sj, rector de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), nunca ha sido ajeno a la lucha por la recuperación de la democracia participando desde diferentes frentes de acción y reflexión.
-¿Cómo ve el panorama para las presidenciales de 2024?
-Las elecciones de 2024 son –quizás- el momento más esperado por los venezolanos. Y por los sectores políticos que aspiran a un cambio en Venezuela. La gente quiere unas elecciones que sean transparentes. Son una oportunidad fundamental para el cambio. Cuando le preguntan a los venezolanos en las encuestas si están dispuestos a ir a votar, el 75% dice que sí. Y, a continuación, cuando se les consulta qué aspiran para las presidenciales 2024, te dicen que sean transparentes, confiables, respetables.
La lucha por un proceso electoral que realmente genere confianza en los venezolanos es una bandera política clave para responder a la crisis, para emprender el camino de verdad a la transición democrática, y para responder a las grandes expectativas de los venezolanos.
-La UCAB se ha ofrecido, a través del profesor Benigno Alarcón, para agenciar unas primarias de la oposición. ¿Cómo ve usted ese tema?
-Sobre esa afirmación hay que decir que el mismo Benigno Alarcón, en su calidad de director del Centro de Estudios Políticos y de Gobierno (CEPyG) de la UCAB, ha aclarado que de lo que se trata –en todo caso- es de colaborar mediante nuestra asesoría, nuestro conocimiento técnico, para generar un proceso interno dentro de la oposición que de como fruto un amplio consenso en torno a quienes se van a escoger como candidatos para la contienda del 2024.
Nosotros en ningún momento podemos concebirnos como organizadores de las primarias. Primero, porque no tenemos capacidad. Y segundo, porque no es nuestra función organizar procesos electorales.
Escuché al doctor Omar Barboza, nuevo coordinador de la Plataforma Unitaria, decir que el primer paso es una serie de consultas a distintos sectores dentro de la sociedad y el mundo político, para el diseño de este proceso de primarias. Eso es fundamental. Lo primero que hay que hacer es hablar con la gente, con los partidos. Hay que lograr que el candidato o los candidatos, según el método que se escoja, sea fruto de un gran consenso.
-¿Es optimista ante el eventual diálogo en México?
-México es esperado “como agua de Mayo”. Es esperado con una gran expectativa por los venezolanos. Sobre todo por como está concebido el proceso, de manera muy seria, con una agenda, con un protocolo, con una facilitación internacional, participación –en general- de la comunidad internacional, con el apoyo de Estados Unidos y otros países.
Entonces, México es esperado como un proceso que le permita a Venezuela destrancar la crisis que tenemos a través de acuerdos. Lamentablemente, siento que el gobierno de Maduro no termina de dar pasos en serio, Creo que hay un acercamiento a la idea, creo que la evalúa, pero no pareciera tener un compromiso claro con esa idea.
Y me temo que eso es así por los costos internos dentro del chavismo que eso le está generando. Hay voces en el chavismo muy en contra, voces dentro de la mima constelación que apoya a Maduro que hacen mucho ruido, y que dificultan. Cosa que también pasa dentro de la oposición, aunque menos, porque de este lado los que estamos convencidos de que México es un mecanismo realmente posible, estamos muy convencidos de ello.
Estados Unidos -que es otro actor clave-, no termina de dar los pasos, o facilitar los incentivos necesarios para que se destranque el camino hacia México.
-¿Cuáles serían las herramientas de lucha para promover una transición a la democracia?
-Hay algo que es muy esperanzador: en Venezuela, pese a todas las dificultades y frustraciones, hay una demanda de cambio instalada. El 75% de los venezolanos quiere cambio. Quiere que las condiciones económicas, políticas, sociales, se transformen, otorgándole mayor bienestar, seguridad, certidumbre, condiciones de vida dignas.
Eso está instalado, eso está allí, cualquier encuesta que usted haga lo pone de manifiesto. Entonces, ¿cómo lograr efectivamente ese cambio? Bueno, hay un camino fundamental que es la movilización social. La sociedad, desde sus distintos ámbitos de acción, presionando por ese cambio. Presionando es: hablando, expresando su opinión, la protesta cívica y pacífica, generando distintos espacios de articulación. Necesitamos que esa demanda de cambio se materialice, se exprese, se comunique, se visualice. Esto para que efectivamente los factores políticos se movilicen.
-¿Qué aprendizaje ha tenido usted como jesuita de esta lucha por recobrar la democracia?
-He tratado durante muchos años en los espacios donde me muevo -que son los espacios de la sociedad civil, la academia, del conocimiento- de participar en la lucha social por construir esas condiciones a través del empoderamiento de las personas, el desarrollo de capacidades, favoreciendo la participación política.
He tratado de desenvolverme en todo lo que tiene que ver con el tema electoral. Creo que el voto es un instrumento privilegiado por los venezolanos para favorecer los cambios. Entonces, una buena parte de mi vida la he dedicado al trabajo en esta área: monitoreo, observación electoral, análisis electoral, formación de los electores… Pero también en la lucha social, en la formación de la gente para que reclame sus derechos, y también en la academia para brindar conocimiento. Esa ha sido la pasión de mi vida en los últimos 30 años, digamos.
-¿Cómo ve a los estudiantes de pregrado? ¿Qué nivel tienen? ¿Cuál es su grado de conciencia social y política, su noción del momento histórico que les ha tocado vivir?
-Si hay algo que es valorado por los demandantes de nuestros profesionales –a nivel público y privado- es precisamente la calidad de la formación que reciben. Es decir, nuestros estudiantes son altamente valorados por las empresas e instituciones, tanto nacional como internacionalmente.
Los egresados de la UCAB son apreciados por sus conocimientos, por sus capacidades y habilidades, no solamente en el marco estrictamente de su conocimiento en el área en que se desarrollan, sino capacidades de liderazgo, de gerencia, de compromiso, etcétera.
Nuestros egresados siguen más o menos el curso de lo que está pasando con los jóvenes profesionales en el país. Unos logran quedarse, otros se van. Creo que, gracias a Dios, la dinámica migratoria en el país se ha detenido y ya nuestros jóvenes no se van a la misma velocidad que se iban antes. Pero siempre es un horizonte que está ahí, la posibilidad de emigrar.
¿De dónde vienen nuestros estudiantes? Mira, yo creo que de todos los sectores sociales del país. La UCAB, evidentemente, como universidad privada se puede mantener solo con lo que pagan los estudiantes. Y eso obliga a mantener un costo de matrícula que es importante hoy día en el presupuesto de un venezolano. Aunque no es la universidad más cara del país, ni mucho menos. Pero además la UCAB ofrece distintas posibilidades de apoyo: 45% de nuestros estudiantes recibe algún tipo de apoyo, que cubre en promedio 51% de la matrícula.
-Usted en su misión pastoral está en contacto con las barriadas, con las comunidades. ¿Qué percibe entre la gente del pueblo?
-La gente a nivel popular vive con mucha dificultad. Son muchos los problemas que la gente manifiesta. Y la gente, sin embargo, mantiene la esperanza a flor de piel. La gente del barrio no se echa a morir. Sufre, padece, y –sin embargo- todos los días se levanta a ver qué consigue para trabajar, y a ver qué consigue para comer y para llevar a su casa.
La gente lleva una lucha cotidiana, permanente, con una sonrisa a flor de piel, y con la esperanza y el buen humor siempre por delante. Esta gente de nuestros barrios, y a nivel popular, quiere cambio, porque es la que más sufre y padece. Y están todos los días, no obstante, buscando con sus propias manos qué hacer y cómo salir adelante.
Alejandro Ramírez Morón – El Estímulo