España hunde sus raíces en la batalla acaecida hace 1.300 años. Por eso la esconde o la deforma esta izquierda renegada
Hoy, 28 de mayo, se cumplen 1.300 años desde el día en que los cristianos, capitaneados por Pelayo, vencieron a los musulmanes en la batalla de Covadonga. El gran historiador Claudio Sánchez Albornoz (presidente de la República en el exilio), dedicó años a investigar ese hecho fundacional de la nación española y, basándose en crónicas árabes, llegó a establecer la fecha del choque con un margen de error muy pequeño. Cualquier país de nuestro entorno celebraría semejante efeméride. Aquí el Ejecutivo de Sánchez la ignora y el Principado de Asturias, gobernado por socialistas y comunistas, pretende que «una batalla que enfrentó a dos civilizaciones se convierta en una excusa para impulsar el encuentro y la comunicación entre pueblos y modos de entender el mundo, a través de un espacio de convivencia y de diálogo intercultural» (sic).
También se barajó la posibilidad de recrear el combate bajo el lema ‘Covadonga, lugar de reconciliación’, aunque el buen juicio de algún responsable ajeno a la escena política evitó ‘in extremis’ el ridículo.
Porque Covadonga simboliza muchas cosas, pero desde luego no reconciliación ni diálogo intercultural. Cuando los sarracenos invadieron el Reino Visigodo de España, en el 711, no lo hicieron para hablar, sino para imponer su religión y adueñarse de sus riquezas. Si sellaron algún pacto fue a cambio de sumisión y tributos onerosos. El concepto tolerancia no existía, motivo por el cual es absurdo y engañoso pretender aplicarlo retrospectivamente hoy con el fin de arrimar el ascua a los dogmas de la progresía. Es un intento deliberado de equiparar nuestra civilización, que ha dado lugar a la democracia, con las teocracias islámicas, donde la libertad es inexistente y las mujeres seres inferiores. Y es un modo perverso de negar que España hunde sus raíces en ese remoto 722, cuando un grupo de guerreros astures, cántabros y godos derrotaron a los ocupantes musulmanes en una escaramuza sin duda exagerada con posterioridad, pero no por ello menos real.
En Covadonga se sentaron las bases de la Reconquista, otra de las bestias negras de esta izquierda renegada, avergonzada de su patria. En Covadonga dio comienzo esa epopeya que, en palabras del hispanista francés Joseph Pérez, convierte a España no solo en una nación inequívocamente europea, sino en la única que estuvo ocho siglos luchando para ganarse ese derecho. La batalla de Covadonga, episodio que los más exaltados llegan a negar, a pesar de estar recogido en las crónicas altomedievales de ambos bandos, es el origen de ese proyecto común y compartido que nos dio a los españoles un propósito secular. Por eso lo deforman o lo esconden quienes han eliminado del Bachillerato todo lo acontecido antes de 1812. Nos roban nuestra identidad en aras de allanar el camino al independentismo y acelerar la voladura de España.
Isabel San Sebastián – ABC de España