Apreciados lectores, les propongo en el dia de hoy que veamos la situación de un país centroamericano, territorialmente pequeño, con alrededor de 6.5 millones de habitantes, el cual lo convierte en la nación, al ser su territorio no mayor de los 21.000 km cuadrados más densamente poblado del continente americano, siendo ésta aproximadamente de 300 habitantes por km 2. Como recordaremos la república de El Salvador fue víctima de una sanguinaria guerra civil entre los años 1980 a 1992, año este en que se firmaron los acuerdos de paz.Y así entre el partido de derecha Arena y los guerrilleros del FMLN transcurrieron 30 años repartiéndose el poder y las pocas riquezas de una de las poblaciones que como las de Haití, de Cuba, Nicaragua y de Venezuela son de las más pobres del continente.
Constato que mucho ha cambiado en El Salvador. Ha cambiado la composición del Congreso, ha cambiado la edad de los gobernantes, también que el presidente ya no es surgido de los conciliábulos del frente guerrillero con los oligarcas de Arena, sino un exponente de la generación llamada los Millennials. Igualmente puedo señalar el excelente comportamiento de la economía, la cual registró un crecimiento de 10.3% durante el año 2021.
Pero lo que no ha cambiado en El Salvador es ese erróneo concepto de los políticos de los países culturalmente subdesarrollados de considerarse cada uno de ellos como los salvadores de la patria, ¿ el método ? ¿ los medios ? ¿Mi preparación intelectual? poco importa, lo verdaderamente importante es que con corbata o sin corbata, pro comunista o pro liberal, yo seré el que salvará la patria. Pues mis amigos, El Salvador no es la excepción de esta perversa regla no escrita.
El presidente Nayib Bukele democráticamente electo, contando con una mayoría en el Congreso Salvadoreño, este le aprobó una solicitud de “Declaración del estado de excepción” para poder controlar, como reza en la solicitud, unos 65.000 integrantes de bandas delictivas, conocidas por su agresividad y variadas especializaciones en el cometimiento del delito. ¿ Y los cuerpos policiales de El Salvador (alrededor de 40.000 efectivos incluyendo otros cuerpos de seguridad) y el ejército salvadoreño (33,550 efectivos) no son capaces de enfrentar y controlar a 65.000 delincuentes, incluyendo los menores de 12 años de edad? Entonces ¿Por qué el presidente Bukele solicita un decreto de estado de excepción ? ¿Es el inicio del totalitarismo en El Salvador?
Para la profesora alemana americana Hannah Arendt, autora de “En Los orígenes del totalitarismo”, el totalitarismo es un modo de dominación nuevo, diferente de las antiguas formas de tiranía y despotismo. El totalitarismo moderno no se limita a destruir las capacidades políticas de los hombres; destruye también los grupos e instituciones que entretejen las relaciones privadas de los hombres, enajenándolos del mundo y de su propio yo. Y así el aparato estatal se independiza, la política secreta sustituye a las leyes y la justicia. Me atrevo a afirmar que parte de esta reflexión de la Dra Arendt (Fernández, Tomás y Tamaro, Elena.Biografía de Hannah Arendt), la podemos asimilar a los conceptos y planes del socialismo del siglo XXI y a las sustituciones sociales que hemos visto en Venezuela en los últimos 22 años.
La ideología totalitaria, hoy representada en latinoamérica por las tres dictaduras con idénticos signos ideológicos con intereses financieros gansteriles comunes, se presenta como una explicación certera del curso de la historia y del sentido de la vida. “Construye una visión del mundo ficticia, como lo que gobiernos totalitarios pretenden desarrollar, derivando de ella directivas de acción cuya legitimidad se fundamenta en esa misma lógica interna”. “Como esa lógica ideológica coactiva tiene sólo tenues contactos con la realidad, termina dejando en una oscura ambigüedad al contenido ideológico mismo, lo que genera un movimiento arbitrario y permanente de las directivas de acción, de los procedimientos y de las instituciones del régimen totalitario”, que es lo que creemos que ha ocurriendo en países como Cuba y últimamente en Venezuela, esperando que esa experiencia no se repita en la patria de monseñor Oscar Arnulfo Romero.
La Carta Magna salvadoreña no es la excepción a esta tradición legislativa, la cual consiente la suspensión de garantías constitucionales en caso de “guerra, invasión del territorio, rebelión, sedición, catástrofe, epidemia u otra calamidad general, o de graves perturbaciones del orden público”. Realmente me cuesta entender esta necesidad como razón del poder ejecutivo salvadoreño quien entiende esta suspensión de las garantías como único instrumento para contrarrestar el ímpetu delictivo de esas personas, en el supuesto negado que todas ellas sean asesinos y criminales de alta peligrosidad.
Entre las facultades que la Constitución de la República de El Salvador delega en el soberano congreso de la República de El Salvador están la de suspender la libertad de entrada y salida del país, la libertad de expresión, la inviolabilidad de la correspondencia, la prohibición de la intervención de telecomunicaciones sin orden judicial. También figuran la libertad de asociación, el derecho de todo detenido a ser informado de las razones de su arresto, la garantía de la asistencia de un defensor en los procesos judiciales y el plazo máximo de 72 horas de detención administrativa y consignación ante un juez. Todas estas garantías fueron suspendidas. El 30 de Marzo el presidente Bukele solicito la aprobación de la suspensión de otras garantías, como el establecimiento de periodos indefinidos para la detención previa al juicio, la posibilidad de juzgar in absentia a personas acusadas de la comisión de delitos, la posibilidad de condenar a penas de hasta 10 años de prisión a menores de entre 12 y 16 años de edad, y el establecimiento de penas de prisión para quien “reciba provecho directa o indirectamente de las relaciones de cualquier naturaleza” con pandillas, una disposición de redacción imprecisa que no cumple los requisitos del derecho.
Con el decreto del estado de excepción, también se aprobaron otras medidas que igualmente incumplen normas internacionales. No puede un estado de excepción sustituirse a los principios básicos del derecho, de la justicia ni tampoco sustraerse de los compromisos internacionales que la obliga como nación reconocida por el concierto de las naciones.
Pareciera desproporcionada la motivación de esta solicitud y posterior aprobación del decreto del estado de excepción como es enfrentar a 65.000 delincuentes ¿absolutamente todos lo son? Es sorprendente que a excepción de los Estados Unidos y de algunas otras potencias que el mundo civilizado y libre al unísono no cuestionen esta desproporcionada decisión legislativa, la cual deja sin los mínimos derechos a la población salvadoreña. El ejecutivo ha comunicado a la comunidad internacional que uno de los resultados de este estado de excepción ha sido que ha bajado sustancialmente la tasa de homicidios y así como los crímenes por extorsión y secuestro en los últimos días. Pero es obvio que así sea en una sociedad que vive en estado de sitio.
El presidente Nayib Bukele ha admitido y exaltado públicamente las condiciones de esos reclusos. “Los tenemos sin colchonetas, durmiendo en el suelo, hacinados, con dos tiempos de comida y en condiciones en que estoy seguro de que ninguno de los pandilleros que están afuera quieran”, afirmó el jefe de Estado en un evento público el pasado mes de abril..
¿Presidente y la presunción de inocencia? Principio básico de equidad en la administración de justicia. Nayib Bukele es el presidente de cada uno de los salvadoreños, siendo su deber, entre otros y en el caso que nos ocupa, el no discriminar en base a una hipotética culpabilidad de delitos cometidos.
En la América Latina la democracia enfrenta varios desafíos, las ya conocidas dictaduras de corte socialista gansteril y ahora tenemos en El Salvador un líder con sólida base electoral, elegido democráticamente quien pareciera que se esfuerza en imitar, desafortunadamente, a el ex presidente de Venezuela Hugo Chávez en sus primeros años de gobierno. Así los demócratas observamos con preocupación los pasos acelerados del presidente Bukele en sus decisiones de tinte autocrático. La noche del viernes 3 de septiembre, la Corte Suprema de Justicia, compuesta por 5 magistrados nombrados por la actual mayoría legislativa, autorizó la reelección por un segundo periodo al presidente en funciones. Pues si, Nayib Bukele puede postularse a la reelección, si lo estima conveniente.
No hay un rey que, teniendo fuerza suficiente, no esté siempre dispuesto a convertirse en absoluto. Thomas Jefferson (1743-1826)
Raúl Ochoa Cuenca en Anfi del Mar el 12 de junio del año 2022.
La Policía de El Salvador lamenta la presión del Gobierno para cumplir con las cuotas de detenciones.