La estampida migratoria venezolana por el continente ha cambiado el enfoque de los países de la región hacia un tratamiento integral de la migración; asunto que ha sido incorporado en la Declaración de la IX Cumbre de las Américas.
La IX Cumbre de las Américas, celebrada en Los Ángeles, California, estuvo llena de controversias, pero también de beneplácitos.
No hay que alarmarse por las estridencias de las declaraciones de los representantes políticos de algunas de las naciones que allí concurrieron o de lo que dijeron los que no iban a asistir, aunque algunos no fueran invitados.
Prácticamente, salvo la primera Cumbre promovida por Bill Clinton, con el objetivo de crear una Asociación de Libre Comercio para las América desde Canadá hasta la Patagonia, y fomentar la democracia, todas las Cumbres han sido teñidas de controversias. El primer objetivo se cumple cuando la OEA aprueba la Carta Democrática Interamericana, producto de la III Cumbre en Quebec (2001); el segundo objetivo no se logra y se entierra en la IV Cumbre que se realiza en la Argentina, (2005). En ello el chavismo transmutado en Socialismo del Siglo XXI y ahora en populismo antidemocrático ha jugado un papel fundamental. Al centro de ello el antiamericanismo que profesan la mayoría de los líderes latinoamericanos y en general los tercermundistas. Ellos ven un enemigo en EE.UU., pero no en Rusia o China.
Estados Unidos decidió no invitar a Cuba, a Nicaragua y a Venezuela, tres países cuyos gobiernos actuantes no son parte de la OEA. En realidad, el argumento fue que no eran países democráticos, argumento válido si recordamos que la democracia es uno de los pilares de estas Cumbres. Esto provocó la ausencia de algunos Jefes de Estado, aunque no de sus delegaciones.
Vinieron las críticas de los voceros del chavismo -el mismo Nicolás Maduro advirtió que los representantes de Argentina y México serían su voz en el concilio-, llegando México a firmar que había que refundar la OEA. Este asunto ya lo intentaron en el pasado y fracasaron; como premio de consolación crearon la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) -una OEA sin EE.UU. ni Canadá, pero con Cuba-, cuya efectividad es prácticamente nula.
Sin embargo, todos firmaron la «Declaración de los Ángeles sobre Migración y Protección». Ella está orientada a tratar las migraciones en una forma integral, es decir, atacar las causas además de los procesos de acogida.
La propuesta hay que entenderla en el marco de una nueva realidad migratoria de la región. Ya no es sólo EE.UU. el país receptor de migrantes –como también lo fue Venezuela en el siglo pasado- ahora es la región que está recibiendo el mayor impacto de la estampida migratoria de venezolanos, producto de la crisis socio-política de Venezuela; es el “efecto Venezuela” que todos vieron venir, pero que se hizo poco o nada para evitarlo.
En fin, ya los EE.UU. no están solos como receptores. Recordemos que de los 5 millones que han migrado a la región, hay unos 2 millones de venezolanos en Colombia, otro millón en Perú, cerca de medio millón en Ecuador y pare de contar; por eso la propuesta de atacar el tema de forma integral ha calado en la región.
La Declaración incorpora algunos elementos que vale la pena mencionar, como el apoyo financiero a los países de acogida, lo que es muy importante para la migración venezolana en Latinoamérica, a este fin habrá cerca de $314 millones disponibles en ayuda humanitaria y alimentación por parte de EE.UU. Otros asuntos son “promover su inclusión social y económica plena en las comunidades receptoras”, mejorar el acceso a servicios públicos y privados de los migrantes, así como ampliar las vías regulares de acogida.
Por otra parte, se supo que EE.UU. se había comprometido a llevar hasta 20.000 cuotas anuales de refugiados de la región, facilitar el otorgamiento de visas de trabajo, así como visados para familiares. Adicionalmente, la vicepresidente Kamala Harris anuncio un paquete de ayuda a Centro América por US$ 3.2 millardos.
En fin, ya no es la política de construir un muro, ni de crear más policías de frontera. Ahora es un asunto que concierne a países receptores y expulsores. Los norte, centro y sur americanos, más los caribeños, aceptaron que de ambos lados del problema hay que poner esfuerzo y dinero para resolverlo. Ya veremos.