La Caracas de los techos rojos, la de Simón Bolívar y Andrés Bello, la Sultana del Ávila como también le dicen, la de Isidoro y su coche remolcado por caballos, la de Pacheco y su chaqueta para protegerse del frio, la de la plaza Mayor y su imponente Catedral, la de grandes autopistas con sus respectivos distribuidores full de carros en las horas picos. La que alguna vez llamaron la sucursal del Cielo y capital de Venezuela, hoy está convertida en una colonia de Cuba comunista de los hermanos Castro, ejecutora y financista de planes desestabilizadores para Latinoamérica. La que aparece citada en una de las estrofas del Himno Nacional con “seguid el ejemplo que Caracas dio”, hoy está disminuida y sin autonomía. En Caracas en pleno siglo XXI no diseñan ni hacen nada sin el consentimiento ni la autorización de los criminales que pisotean los Derechos Humanos en Cuba. Esta convertida en el patio trasero de esa vaina que llaman Foro de Sao Paulo.
Esa gran ciudad que en tiempos de democracia y progreso tuvo el mejor servicio de metro subterráneo de Latinoamérica, que era ejemplo de comportamiento ciudadano, donde los planteles de primaria y educación media tenían en sus programas de formación académica visitar sus instalaciones en excursiones masivas y al mismo tiempo la realización de trabajos especiales de sus estudiantes sobre el funcionamiento del Metro de Caracas, sus normas internas y el comportamiento ciudadano. Hoy ese servicio está tan, pero tan acabado, que con solo entrar a sus instalaciones produce pánico por la inseguridad y mucha tristeza por su deterioro que se presenta como primer panorama. Y para abordar alguno de sus trenes, primero hay que encomendarse a todos los santos que conozcamos, y pedirles que nos acompañen para llegar bien a nuestro destino.
Igualmente, así como el metro está en completo deterioro, el resto de los monumentos que una vez fueron orgullo nacional como el Teatro Teresa Carreño, El Museo de Bellas Artes, hoy están en ruinas, así como el Museo de Arte Contemporáneo que le robaron toda la colección de obras de arte acumuladas durante décadas, hasta que finalmente lo clausuraron sin ninguna justificación. La Caracas con su Universidad Central de Venezuela como patrimonio histórico de la humanidad, de donde han egresado miles y miles de profesionales en diferenhtes carreras, y que hoy por la crisis humanitaria sembrada por el régimen, en su gran mayoría forman parte de una diáspora por todo el mundo, esa UUUUCV con su jardín Botánico como pulmón especial. Esa que fue una gran Ciudad Universitaria, hoy está en banca rota por la desatención presupuestaria y ataques del régimen.
Pero así como el deterioro es patético en museos y sitios históricos, Caracas también tiene muchos sitios que fueron construidos para la recreación familiar, como los parques del Este, el Oeste, Los Caobos, El Pinar, Caricuao, La Paz, y además de las plazas, como la Bolívar, la Diego Ibarra, la Miranda y la San Jacinto que está ubicada en la zona colonial dónde se encuentra la casa donde nació Simón Bolívar. También existe la quinta Anauco en San Bernardino, la cuadra Bolívar en la rivera del rio Guaire, así como el gran parque de El Ávila con la atractiva franja frente a la Cota Mil donde acampaban las parejas de enamorados a comer hamburguesas o perros calientes y al mismo tiempo observar a toda Caracas desde las alturas. Hoy en día, ninguno de esos sitios históricos y recreacionales, pueden ser disfrutados por los caraqueños y visitantes, porque están totalmente destruidos, o porque son refugios de bandas criminales que ponen en peligro la seguridad ciudadana. Ahora esos sitios no son visitados por el deterioro que presentan y la falta de seguridad personal, sino que lo poco que funciona en este momento los precios están dolarizados y el sueldo mínimo es de 24 dólares por mes
Y si todas esas bellezas en cualquier momento no era suficientes para los caraqueños, porque ya habían sido visitadas y disfrutadas por algunas familias, existían las opciones de las playas del Litoral Central y que para ir hasta esas bellezas naturales quienes no tenían carro, existían los terminales de pasajeros ubicados en el Nuevo Circo de Caracas o al final de la avenida Sucre, donde se pagaban cinco y diez bolívares de pasajes, dependiendo el destino, dónde las familias caraqueñas podían disfrutar un sábado, un domingo, o el fin de semana completo dependiendo si les alcanzaban los churupos en ese momento. También las familias a esos paseos llevaban comida preparada en la casa para economizar, o los que pagaban esa comida en los kioscos ubicados en las distintas playas. Era cuestión de bolsillo. También había la opción de El Junquito que tenía sus líneas de transporte en El Silencio donde se pagaban tres bolívares para subir y disfrutar del clima frio y comer cachapas con cochino frito. Hoy El Junquito es un pueblo abandonado de donde desaparecieron todos los atractivos turísticos.
Esa era ciudad de Caracas que teníamos, la de los techos rojos, la Sultana de Ávila o la de Pacheco con su clima frío agradable. ¡En fin! como la quisieran llamar sin importar la semántica. Esa fue la ciudad que perdimos poco a poco, cuando en 1998 un vengador enfermo de resentimiento social con un discurso populista, logró convencer a tres millones de venezolanos de los nueve millones con derecho a voto, y a partir de ese momento se instaló la peste roja que ya lleva 23 años de destrucción como los huracanes y hoy sobrevive como colonia de la familia Castro de Cuba.
@lodicetodo