«’Los ricos no quieren que los hijos de los pobres, los hijos del pueblo, tengan laboratorio, tengan computadoras. Porque los ricos quieren que sus hijos, así como ellos explotaron a los pobres, los sigan explotando en el mundo. Ser rico es malo’» Hugo Chávez
Quien así se expresó, llana y jocosamente, es comerciante en el Mercado Municipal La Carolina, de la ciudad de Barinas, quien sin ningún resquicio de antipatía hacia la graduanda tomó el asunto a broma, en su opinión nada ganamos con estar criticando a la bordona del difunto eterno y menos por un logro, que de ser meritorio, como lo hace ver la madre al lado de un embajador venido a menos, tiene más de bufonada, tanto, que el vendedor de frutas y verduras no paraba de reír por la actitud de quienes se distraen y sulfuran por un acto, en su opinión, más que intrascendental, porque de haber sido trascendental, otro habría sido el cantar, para este filósofo de la cotidianidad.
Las críticas suscitadas por el hecho vienen a ser, las entiendo yo así, lamento trillado, que no llega ni a lamento mohicano, por no conducir a nada, ni siquiera a perturbar a la hija menor del difunto eterno, que de estudiar en la renombrada Soborna sale ahora con un título de un instituto de poca monta, no es que conozca La Soborna, pero de solo nombrarla inspira respeto. De tal manera, que quien se hizo con el título de internacionalista al parecer no habría sido muy buena estudiante que digamos, tal vez por esas razón su madre, que conoce de medios y comunicación, por eso mismo se la llevó fuera, y no se le ocurrió nada mejor que irse a la Ciudad Luz, sin que hayan entendido realmente el significado de esa expresión.
Hablar del legado del padre, del por qué no estudió acá en atención a ese legado, es poco menos que inútil, y en ese sentido, habría tenido un itinerario académico parecido al de su hermana, María Gabriela Chávez, la otra menor, pero del matrimonio, ella se inscribió en la Universidad Central de Venezuela en la carrera de estudios internacionales y la abandonó, hay quien dice que rodó, como habría pasado con la recién graduada en La Sorbona, posteriormente María Gabriela se graduó como comunicadora social en la Universidad Bolivariana de Venezuela, dando lugar a un sinfín de especulaciones, como que se valió de “la hija de Chávez”, porque así llamaba el difunto a esa casa de estudios, para hacerse profesional por la vía del un, dos, tres…
En Barinas, también en el resto del país, donde el común de los mortales hace magia para proveerles una carrera profesional a sus hijos o a otros parientes, ambos hechos indudablemente causan repulsión, por saber lo que cuesta obtener un título universitario en buena lid, un ojo y parte de la cara, dirían también en el mercado que les mencioné antes, y con todo y eso abundan entre nuestros congéneres quienes ostentan dos o más títulos universitarios, obtenidos la mayor de las veces con honores incuestionables, eso sí es un legado que trasciende la situación país en la que nos encontramos actualmente.
Para mí, muy personalmente, no hay universidad mala, he visto egresados universitarios, de esos llamados “misioneros”, dignos de elogios, que la mayoría no lo sean, no les quita el mérito académico que exhiben en el desempeño profesional, podría citar ejemplos, pero para no pecar de imprudente, prefiero decir que ese es otro legado de importancia, porque nos dice cómo se ha aprovechó al máximo una oportunidad de estudio. Bajo esa consideración no coincido con quienes ponen en duda el nivel académico de los profesores de la UNES, en consecuencia, niegan cualquier vestigio de academicismo en esa casa de estudios, pues bien atento al desarrollo de las I Jornada de Investigación Penal – UNES, que están teniendo lugar por estos días en la Comandancia General de la Policía del Estado Lara, es de destacar alto nivel académico de los expositores, que a su vez cumplen funciones docentes en ese centro de educación superior, entre ellos mi gran amigo, el Dr. Leonardo Pereira Meléndez, insigne procesalista penal venezolano, con más de una veintena de obras publicadas dentro y fuera de Venezuela, de influencia notable en América Latina, particularmente en Colombia, México y República Dominicana.
Y ver una jornada académica de esa altura, con ponentes de primera, no es como para atribuírsela al legado del difunto eterno, más bien es el legado de profesionales venezolanos distinguidos, que abundan e inspiran a superar las limitaciones que pudiesen existir en nuestros centros de educación superior, que como todo, la mayor de las veces adolecen de recursos que faciliten el aprendizaje o fomenten la academia entre los estudiantes y egresados. Por eso, que la primogénita de la consorte del difunto eterno se haya graduado en el exterior, más que indignarnos, debe movernos a ver ese hecho como un fracaso para quienes teniéndolo todo, de forma mal habida, son incapaces de destacar más allá del acto, que quienes hemos tenido la suerte de lucir toga y birrete sabemos, que no tiene mayor significado sin el sentido promisorio que el graduando le otorgue a la profesión que se labró en las aulas de clase.
Dicho esto, hay que agradecerle a la madre de la graduanda, comunicadora social de profesión, por mostrarnos, de primera mano, lo menguado de sus existencias, tan deplorables, que quisieron realzar el momento con un embajador tan gris como el legado que se cierne sobre nuestras casas de estudio superior y que no es otro que el de querer banalizar la academia, pero como Dios es grande, cada día florecen más iniciativas orientadas a fortalecer la academia, como ejemplo colocó la reactivación del Instituto de Estudios Jurídicos “José Agustín Figueredo”, gracias a un gran equipo de gremialistas que le dio un vuelco al Colegio de Abogados del Estado Barinas. Ese es otro legado que habremos de valorar en su justa dimensión.
A Rosinés, a su mamá, Marisabel, mis felicitaciones y agradecimiento, especialmente por abrirnos el entendimiento en el sentido de que los grados académicos, aún sean de la Ciudad Luz, no opacan los obtenidos en suelo patrio, menos aún, si siguen obteniéndose pese a la desidia e insidia de los personeros que quieren hacer de las universidades vulgares cotos de ideologización, propósito en el cual fracasan día con día, y si no lo cree, pregúntele a cualquier egresado de una universidad pública, sobre todo a quienes vienen de la “hija de Chávez”, desdiciendo precisamente del legado que no honró quien se graduó en París y que con mayor razón debemos suprimir por completo del ambiente académico en todas sus niveles a nivel nacional.
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