El desembarco definitivo de la derecha ultraliberal como fuerza política en Argentina amenaza con encallar en su mejor momento. El pasado 10 de junio, el partido que encabeza el diputado Javier Milei preparó su primer mitin en la provincia de Buenos Aires para mostrar su fuerza. Pero todo terminó en un tímido evento que se disolvió en el frío del invierno austral. El que debía ser un baño de masas para el candidato presidencial de La Libertad Avanza no reunió a más de 1.500 personas en un estadio con capacidad para diez veces más. El fiasco de la convocatoria desató una batalla dentro de su partido que ha sido comidilla de los medios durante toda la semana y ha dejado solo a Milei frente a su mayor miedo. El economista que irrumpió en la política como diputado prometiendo “sacar a patadas en el culo” a la “casta política” se enreda como todos en las peleas partidarias más tradicionales.
Un tercio de los 47 millones de argentinos vive en la provincia de Buenos Aires. El extrarradio de la capital, donde los más ricos se encierran en barrios privados y las clases populares definen elecciones, es un tótem de la política nacional. Quien la gana, gobierna. Lo sabe el expresidente Mauricio Macri, cuya candidata a la gobernación, María Eugenia Vidal, venció en 2015 en la provincia y rompió casi 30 años de hegemonía peronista; y lo sabe la vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, que tiene allí su principal base electoral. Milei, que saltó de los estudios de televisión al Congreso en noviembre pasado al grito de “tienen miedo, los zurdos tienen miedo”, también lo tiene claro ahora que quiere ser presidente.
El fracaso en la convocatoria en su primer mitin en el conurbano bonaerense ha destapado la olla de las tensiones que vive un partido nuevo que corre contra el reloj para armarse en todo el país antes de las elecciones de 2023. De una lado, su hermana Karina, a la que Milei apoda el jefe y a quien no duda en calificar como “la gran arquitecta” de sus presentaciones; del otro, Carlos Maslatón, un abogado liberal, anticuarentena y experto en bitcoin que se define como “puntero a título propio” del líder libertario. Maslatón acusó a Karina Milei de ser una “dictadora barata e ignorante” y advirtió de que su liderazgo llevará al partido hacia una “catástrofe irreversible”. Después dedicó la última semana a explicar la crisis… con una analogía peronista.
El último Gobierno de Juan Domingo Perón comenzó en 1973 tras 18 años de exilio y terminó con su muerte un año después. El peronismo que se construyó en su ausencia fue de amplio espectro, con la guerrilla de izquierda de un lado y la ultraderecha del otro. Esos grupos antagónicos esperaron a un Perón mayor y frágil de salud que volvía al país junto a su tercera esposa, Isabel Martínez, y un siniestro secretario personal: José López Rega. El brujo, como le decían, fue ministro del Gobierno de ambos. Desde ahí estuvo conectado con grupos esotéricos y fue el creador de la Alianza Anticomunista Argentina, la Triple A, una organización paramilitar de ultraderecha encargada de eliminar a los opositores de izquierda. La confianza de los Perón erigió a López Rega como un presidente en la sombra durante los vacilantes 20 meses de Gobierno de Isabel Perón, la viuda y sucesora, marcado por la crisis económica y la violenta presión militar que terminó en el golpe de 1976. Para Maslatón, Karina Milei representa al “lopezreguismo” que aliena al líder ante las bases.
Mientras uno de los voceros más visibles de la derecha libertaria explica ante cualquier micrófono la batalla interna en las claves del enemigo, el espacio de Karina Milei guarda silencio. Javier Milei pasó la última semana en Brasil, donde participó de un foro con Eduardo Bolsonaro, hijo del presidente ultraderechista brasileño, y el excadidato chileno José Antonio Kast, y estos días estuvo en Colombia, donde apoyó la campaña del empresario Rodolfo Hernández, rival de Gustavo Petro en la segunda vuelta de este domingo. Fuera del país, Milei ya ha elegido. “Yo reporto a mi hermana. Es la persona que más me conoce”, advirtió en una entrevista televisiva hace unas semanas. “Uno de los chistes que nos hacemos es que yo hice todo esto para que ella sea primera dama”.
Karina Milei tiene como aliado a Carlos Kikuchi, exasesor de Domingo Cavallo, el ministro de Economía que impuso la convertibilidad de un peso igual a un dólar en los noventa. Ambos están a cargo del armado nacional del partido. Sin una estructura para afrontar unas elecciones generales, han buscado aliados entre sus hermanos putativos, como la derecha de Mauricio Macri. Milei parece dispuesto a forjar una alianza con el expresidente, a pesar de haberlo llamado “socialista” en el pasado. También la ultraderecha reaccionaria.
La alianza con Fuerza Republicana, un partido conservador del norte del país fundado por un militar golpista, no es la única polémica en la que se ha metido Milei en el último mes. Unos días después de la matanza de 19 niños y dos profesores en una escuela de Texas, defendió la libre portación de armas. Luego defendió la venta de órganos, por considerarla “un mercado más”. “¿Por qué no puedo decidir sobre mi cuerpo?”, se pregunta, mientras rechaza el aborto libre “porque hay un problema de propiedad”.
Javier Milei consiguió dos asientos en el Congreso en las legislativas de noviembre pasado. La Libertad Avanza alcanzó el 17% de los votos en Buenos Aires y se convirtió en la tercera fuerza detrás de las grandes coaliciones del Gobierno y la oposición, el peronismo y el macrismo. Tras las agitadas últimas semanas, su intención de voto ha bajado hasta el 13% y la mitad del país tiene una imagen negativa de él, según una encuesta difundida por el diario La Nación. A un año de las elecciones, el diario más antiguo del país se pregunta si el fenómeno trumpista local será capaz de mantenerse como una fuerza disruptiva. La respuesta se la pidieron al gurú de la derecha nacional, el consultor Jaime Durán Barba: “El caballo blanco tiene que correr solo una vez, porque si no se mancha”.
El País de España