Crisanto Gregorio León: El piso arcoíris, quid pro quo

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Si algo puede corromperte, ya estabas corrupto. Bob Marley.

Aunque también tiene un recinto o un espacio material disperso en diversas oficinas, así no ocupen la misma área; el piso arcoíris es una organización criminal intramuros y extramuros paralela a la institución que para marcar territorio el coronel psicópata la ha meado y cual  depredador le ha hecho marcas utilitarias a los árboles que circundan el entorno del cual se ha apropiado para indicar a los demás depredadores que ese sitio le pertenece a él, al felón narcisista e idiota moral. Que tiene su sello, que él lo ha parasitado y ha sodomizado a sus cómplices y que tiene su tropa de necios y tenientes jalabolas que son sus monos voladores que lo protegen, porque el piso arcoíris es su casa de corrupción. Y no solo la corrupción como la conocemos habitualmente, sino también la corrupción del alma y del cuerpo, para ofensa del templo del Paráclito, tal como en adelante evocaré en un filme antiquísimo de hechura pero vigente por real.

El piso arcoíris es un apéndice delictivo, pero también es un pacto secreto a voces entre la línea quuer del coronel y su erotopatía. El piso arcoíris es el equipamiento furtivo de las maniobras tendentes a disfrazar el burocrático pandemónium de la red delictiva donde se traman y ejecutan las perversas truculencias para evadir ante la luz pública la realidad institucional y que lo ilícito se aprecie como natural o normal. Es como tratar de esconder que una de las monas voladoras del coronel psicópata, una de sus tenientes pagó altos dólares para que no le pusieran los ganchos al ser sorprendida infraganti cuando se robó material estratégico en complicidad con una usuaria de la institución. Y esa es la gente de la que se rodea el idiota moral, ese es su círculo de corrupción. Ellos se parecen más y más por ser la media de las 5 personas de su entorno. Dime con quién andas y te diré quién eres. Es que los burros del mismo pelo cuando se ven se saludan, así como Guiomar la conocida Áspid controló algún área no obstante su incompetencia por el efecto Dunning kruger,  así Abacaxi right now capitanea el piso arcoíris por su competencia en corrupción.  Es que en cuestión de tautologías delictivas las serpientes se entrelazan como Sussana contestando el teléfono enroscada en la bocina, mientras urde como causar daño a otros.

Para concebir una de las tantas formas de integración del piso arcoíris, es casi como saber diferenciar la fauna marina y entender que los peces y los mariscos no son lo mismo y que en el piso arcoíris hay más mariscos que peces. Y que son estos invertebrados los que satisfacen las necesidades de corrupción del coronel psicópata. Porque en razón de su erotopatía el coronel psicópata  prefiere moluscos y crustáceos. Además con la llegada del gran culinario Abacaxi el gozón, la institución consolida su depravación.

El piso arcoíris no es una simple concreción, es más que eso, es más complejo. Es como decir que el piso arcoíris es una tienda de documentos al gusto, saltándose las bardas legales, es Sodoma y Gomorra en la administración pública, atendida por el grupo quuer, donde cada usuario corrupto sabe con cuál funcionario corrupto transarse, para burlarse de los procedimientos y de las reglas, donde no hay frenos morales ni legales y todo está tarifado en dólares o en especies.

Toda la trama de la corrupción se gesta, se ejecuta y llega a término en un ambiente conocido como el piso arcoíris, donde los delincuentes «profesionales» tienen jerarquías de roles igual que en un crucero, pero esa tripulación ha sido escogida por el coronel psicópata para arribar a las coimas con extremas ganancias en dólares. Así como en un crucero, el piso arcoíris tiene su tripulación que está estructurada en «roles»: capitán, jefe de máquinas, contramaestre, cocinero, etc. Pero en el caso del piso arcoíris, se trata de libertinajes, de permisiones ilegales, de hacerse de la vista gorda, de acciones tendentes a lograr riquezas ilícitamente, de alterar documentos y guarismos, de autorización para delinquir sin temor a represalias, de hacer caso omiso de las denuncias. Se trata de toda una estructura criminal basada en el mal ejemplo y las directrices criminales del coronel psicópata; aunado a la oscura capitanía del tío Abacaxi. ¡Vaya tío! , el peor modelo para sus sobrinos, la execrable imagen para la institución y una burla a la sociedad. Los líderes del piso arcoíris, ostentan  «doctorados» en corrupción, ensuciando putrefactamente sus presuntos «doctorados académicos». Y así como el coronel psicópata se adueñó de un título inmoralmente, nada ha de extrañarnos y tal como él lo aplica sádicamente, piensa mal del coronel psicópata y acertarás.

El piso arcoíris posee toda una estructura de crucero. Un crucero de la corrupción para arribar a puertos de dólares mal habidos; donde el abuso de poder, se expresa mediante el uso de oportunidades de corrupción desde posiciones estratégicas  para obtener beneficios grupales y personales.

Recuerdo «La corruzione» filme que se estrenó en el mundo, en Italia el veintidós de noviembre de 1963, película que retrata muchas aristas de la corrupción, entre ellas la corrupción del alma y del cuerpo. Este filme dirigido por Mauro Bolognini, expone cinismo, frialdad y  corrupción, además en un entorno laboral tóxico. Cualquiera puede indagar sobre la trama y su ficha técnica. En todo caso fue la primera vez que me topé tan crudamente con guiones que retratan una realidad pérfida donde la corrupción maneja a las personas y las hace títeres en escenarios envilecidos circunstancialmente, olvidándose de las leyes y de sus almas. Donde les resbala el respeto a la sociedad. Aquí en «La corruzione», la trama se desarrolla también en un crucero, como igual es el piso arcoíris, un crucero donde por lo ordinario sus capitanes se han embarcado pobres monetariamente y han desembarcado ricos en dineros mal habidos por las coimas que se han metido a la bolsa y el caso de Abacaxi no es la excepción.  ¡Vaya tío!

No olvidemos que tanto el sacerdocio como la vida militar son apostolados, por cuyas virtudes sus detentadores  deben auto respetarse y no permitirse que la corrupción flagele sus vocaciones. No son  solo túnicas y prendas militares, no solo son trapos sino que trascienden a sus personas; pero que los corruptos del alma y del cuerpo, los corruptos de la administración pública en este caso , se sienten ahogados por la indumentaria que los distingue, y que según ellos los represa cuando la iniquidad puede más que la corrección. Aunque aquí en el guión «La corrruzione» por culpa de su padre Stefano corrompió su alma y su cuerpo no obstante su vocación sacerdotal; igual el coronel psicópata corrompe su alma y su trayectoria al punto de no haber podido lograr el grado de General por su impulsividad al robo, al hurto, a los delitos que tanto placer insano le generan y lo más abominable  del asunto es que embarra  a otros y los convierte en delincuentes , y al corromper las instituciones hace que perdamos la confianza en ellas.

La definición del piso arcoíris aunque compleja no es etérea. El piso arcoíris es maldad y corrupción tangible, dosificadamente letal, es arsénico que causa cáncer institucional. El piso arcoíris no es ficticio como la kriptonita, pero sus efectos se sienten y es tan real como las emanaciones tóxicas que se cuelan en el ambiente y dejan su huella destructiva.

En el piso arcoíris se protagonizan escandalosos embrollos y no como simple prensa del corazón en la que se ventilara por ejemplo el lesbianismo de Carla Giraldo, ¡no! En la institución los desmanes  son superiores a la crónica rosa. El piso arcoíris desborda más corrupción e iniquidad que la que se refleja en «La corruzione».

La institución está padeciendo uno de los efectos psicosociales de tener como jefe a un psicópata y en este caso al coronel narciso, al conocido Hubris.  La falta de principios y las inmoralidades, son la característica en esta empresa y el piso arcoíris es sólo una ramificación de la metástasis generalizada.

Es entonces el piso arcoíris la aberración del coronel psicópata; «quid pro quo». O ¿Cuánto hay para eso?, entre muchas otras corrupciones.

La corrupción odia lo que no está corrupto.  Paul Park.

Profesor Universitario / Abogado/Periodista / Psicólogo / Escritor -crisantoigleon@gmail.com

 

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