Nada nuevo sobre estas capas de cebolla que son los ciclos políticos humanos y, menos ante la historia, los instantes en que la libertad germinó en la conciencia de los pueblos, que la vasta penumbra del oscurantismo y la esclavitud hincaron sus garras pérfidas sobre ellos.
El argumento no es nuevo ni lo será nunca, al ser los derechos humanos inherentes a la existencia, una asignatura pendiente, y mientras haya dos individuos sobre la faz de la tierra, uno será en el sentido literal libre, y el otro sumiso a la voluntad soliviantada de aquél.
No enfrentamos a una realidad en sí misma, aún a sabiendas de que el hombre es libre por ser inexcusablemente hombre.
Meditaba estas abreviaturas al socaire de mis amplios vacíos filosóficos, leyendo un libro cuya tentativa es presentar a Hitler sin máscara, en medio de ese albor sangrante de su régimen que aún hoy miles de personas recuerdan con consternación al haberlo padecido en forma aterradora.
Olvidar no hace libre a nadie, sino más esclavo. El perdón ya es otra consecuencia al ser esa tarea el único oficio de Dios.
La primera acción del Führer, la primogenitura de su alevosa dictadura, fue el control sistemático de los medios de comunicación y por ende de las ideas no cuadradas en su nacionalsocialismo, al creer fanáticamente que solamente él tenía la capacidad de hacer ver a un pueblo la trascendencia de su misión histórica. Los medios, decía, mienten, tergiversan e imprimen falsedades sufragadas por la burguesía liberal.
Esa es la razón de que la televisión, radio y prensa en manos del dictador de turno, se vuelvan medios infames, cuya única misión es elevar dictador de turno.
Estas características autócratas, al decir del historiador Hugo Trevor-Roper, reducen el desarrollo de los pensamientos y conducen directamente al limbo intelectual en que han caído los adoradores del personaje ladino.
Escribió el romano Juvenal en una de sus sátiras: “La diosa Fortuna trasforma a los bufones de ayer en señores de la vida y la muerte de hoy”.
Si deseamos avistar tan asombrosa transformación, no se debe ir lejos: es suficiente percibir esa realidad de ahora mismo en Ucrania ante el avance demencial de las tropas de Putin, el nuevo zar de Moscú, cuya tropelía nos va acercando a una pavorosa III Guerra mundial.
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