Vivimos momentos inciertos en los que las preocupaciones ciudadanas se acumulan en torno a diversos motivos y problemas. En pocos períodos de la historia la humanidad se ha encontrado ante tal conjunto de circunstancias y problemas críticos, como los que concurren en nuestros días: con unos desajustes y tensiones económicas que alimentan crisis recurrentes y situaciones de paro estructural que están generando enormes desigualdades que, a su vez, dan lugar a incertidumbres y climas de crispación política y social; con transformaciones aceleradas de muchos de los patrones y estructuras sociales que han sustentado nuestros modos de vida y nuestras identidades; con una epidemia persistente que causa un sinnúmero de enfermedades y muertes y que nos obliga a cambiar conductas y patrones de ocio e interacción social; con una crisis energética desbocada conectada a signos muy amenazadores de cambio climático… Y, por si todo eso fuera poco, ahora con una guerra abierta enormemente destructiva y cruel, que se proyecta y se justifica con argumentaciones propias de un matonismo tan primario como descarado.
Ante tamaña acumulación de tensiones, problemas y retos adaptativos, no faltan los que ironizan con la posibilidad de que la compleja agenda política que algunos tienen que gestionar día a día, en algún momento se vea afectada también por la arribada a la Tierra de unos visitantes extraterrestres, que tras un largo viaje interestelar nos acaben situando ante un inevitable contraste de civilizaciones.
El matonismo y la agresividad han estado presentes en el modo de vida social de los humanos desde tiempos lejanos, habiendo dejado múltiples rastros y ejemplos palmarios en la historia de la humanidad. Y, generalmente, en la vida particular de cada uno de los seres humanos que habitamos este Planeta. Planeta cuya naturaleza hemos sometido a una lógica antagonizadora y depredadora que forma parte de ese impulso dominador y agresivo que subyace a la cultura del matonismo.
En países como España, es difícil encontrar a alguien que en su etapa escolar no haya sufrido el matonismo primario de los abusones de patio que, como la cosa más natural, se apropiaban de tu balón de fútbol cuando estabas jugando tranquilamente con tus compañeros de clase. Del balón, o de cualquier otro elemento de juego que te mantenía entretenido. Recuerdo que durante los primeros años de mi vida escolar esto era el pan nuestro de cada día, que “los de mi edad” teníamos como algo natural; “cosas de mayores”, decíamos, sin que los curas hicieran nada por evitarlo. Incluso cuando algunos matones de patio, que ya anunciaban rasgos de los “machos alfa” que llegarían a ser, se excedían en su práctica abusadora de hacer “rabiar” a los pequeños. ¡Cuánta “teoría política” y cuánto “análisis sociológico” se traslucía en los viejos patios de los colegios del período franquista!
Las lógicas y substratos de las dominaciones primarias en nuestras sociedades han venido filtrando y condicionando muchos ámbitos sociales de acuerdo a los diversos patrones de dominación que han venido sufriendo especialmente muchas mujeres y no pocos sectores sociales y laborales; frente a los que han ido emergiendo estrategias personales y grupales y alternativas horizontalizadoras que han pugnado por lograr que nuestras sociedades, desde el nivel más a pie de calle, hasta las más diversas instituciones que conforman la sociedad, tiendan a guiarse y estructurarse de acuerdo a criterios igualitarios y democráticos. Lo cual constituye un gran empeño civilizador en el que aún faltan tareas por realizar y metas que lograr.
No solo en los basamentos sociológicos primarios, sino también y, sobre todo, en el plano político.
El matonismo como estrategia política
Gran parte de la crispación política y sociológica que preocupa a una amplia mayoría de la población de países como España, y que queda reflejada en encuestas como las que realiza el CIS regularmente (vid. gráfico 1), se encuentra conectada subyacentemente, y a veces explícitamente, con la utilización de argumentaciones sumamente despectivas, y en ocasiones insultantes, por líderes, partidos políticos y plataformas de comunicación y desinformación, que en realidad lo único que hacen es dar rienda suelta a impulsos primarios propios de matones. Inicialmente, de matones y “abusadores” de patio con mucha probabilidad, y ahora de auténticos matones políticos, sin pudor ni ocultación.
De las formas primarias de matonismo político organizado, y de sus efectos, tenemos una larga experiencia en muchos países europeos –aunque no solo–, desde los viejos tiempos del fascismo musoliniano, del nacional-socialismo alemán y de toda su ristra de imitadores. También en tiempos actuales.
Cualquiera que siga determinadas comparecencias parlamentarias, ruedas de prensa y/o debates parlamentarios puede constatar la manera en la que están extendiéndose los comportamientos de matonismo primario en la política activa, con mensajes y argumentaciones simplistas plagadas de odio y de desprecio hacia los adversarios políticos, a los que determinados proto-líderes, que solo saben sacar pecho e insultar, descalifican con una saña y un desprecio inquietante.
El problema es que los comportamientos propios del matonismo primario no se circunscriben solamente a los partidos de extrema derecha y de corte neo-fascista o para-fascista, sino que también tienen eco en formaciones conservadoras, antaño más templadas, pero que ahora se ven contagiadas de tales actitudes y comportamientos. Contagio que también se dio en los aciagos años que precedieron a la Segunda Guerra Mundial. Con toda su horrible secuela de destrucción y deshumanización.
Putin como paradigma
Aunque la estrategia de fondo de Putin no debe verse, ni analizarse, solo en términos de matonismo político primario, como ya expliqué en mi artículo del número anterior de TEMAS (Metapolíticas de Putin), lo que no hay que perder de vista es que el matonismo es uno de los principales instrumentos de la estrategia de Putin. Aunque no solo. Lo cual explica las relaciones de muchos de los acontecimientos que están teniendo lugar en el plano mundial siguiendo la lógica de un matonismo intimidador, están causando turbulencias y destrucciones que conducirán inevitablemente a nuevos escenarios geoestratégicos y a reequilibrios de fuerzas y poderes en Europa y en el mundo. fortalecida la Alianza Atlántica, al tiempo que se está produciendo una política general de rearme y nuevas situaciones de facto no poco relevantes, como que Alemania sea en el nuevo escenario no solo una gran potencia económica, sino que tienda a convertirse también en una potencia militar muy respetable.
Todos estos efectos y consecuencias están afectando a escenarios internacionales y a unos movimientos estratégicos a veces tan inesperados como sorprendentes.
¿Quién podía imaginar hace poco tiempo, por ejemplo, que los adalides del secesionismo catalán tuvieran entrevistas con enviados de Putin, en las que se hablaba de la presencia –y apoyo– de 10.000 soldados rusos en Cataluña y en posibilidades de que Cataluña se convirtiera –a cambio– en un paraíso decriptomonedas? ¿Alguien se puede imaginar a una flota rusa en el puerto de Barcelona, con la VI Flota Americana apostada en las bocanas del puerto? ¡Y luego algunos se quejan de ser espiados y vigilados!
En definitiva, mucho de lo que ocurre en estos tiempos complejos se debe a las formas de actuar de ciertos personajes, que operan al margen de la lógica y el rigor de los procedimientos democráticos y el respeto al principio de legalidad y a los procedimientos propios de los Estados de Derecho. En este sentido, es en el que puede decirse que el matonismo, la falta de respeto a las normas del derecho internacional, junto a las estrategias político-electorales de confrontación “a muerte” tienen que ser condenadas por todos los que mantienen un mínimo sentido de la dignidad de las personas humanas, con su consiguiente derecho a la vida y a la libertad.
De ahí el intento reciente de recuperar viejos símbolos, como la hoz y el martillo, para las huestes invasoras de Putin.
Lo más llamativo del argumentario putinista es posiblemente su simplismo primario. Es decir, invaden y masacran Ucrania (que no es el primer país que sufre la política de tierra quemada y arrasada) sencillamente porque “ellos” –dicen– creían que Ucrania proyectaba agredirlos a ellos. Y por eso lo que han hecho –sostienen– es anticiparse a las malvadas intenciones agresivas de los ucranianos, desbaratando sus planes a base de devastar su territorio y masacrar a su población.
Tal despropósito argumental recuerda el proceder de los “abusones de patio”, o esas peleas entre niños (a veces hermanos) en las que cuando el agresor era inquirido por sus padres o maestros alegaba como si tal cosa que el agredido “le había mirado mal”, y que “él solo se había defendido”. Pues eso, algunos son como “niños” (mentalmente), pero como “niños abusadores”.
Lo mismo podemos decir de las amenazas lanzadas contra Suecia y Finlandia; países a los que Putin puede estar poniendo en la diana –mucho ojo– por el hecho de querer incorporarse a la Alianza Atlántica. Algo que hacen, evidentemente, debido al miedo que tienen a ser objeto de una agresión –o intimidación– por parte de la Rusia neo imperial de Putin.
Nuevas realidades geoestratégicas
Este mismo temor, perfectamente justificado, es el que ha llevado a Alemania a acometer gastos espectaculares para modernizar y potenciar su Ejército. Algo que están imitando otros países en una secuencia de acontecimientos que están llevando a nuevos escenarios y realidades geoestratégicas internacionales. Obviamente, de esta situación acabará saliendo cionales y a unos movimientos estraté-
gicos a veces tan inesperados como sorprendentes. ¿Quién podía imaginar hace poco tiempo, por ejemplo, que los adalides del secesionismo catalán tuvieran entrevistas con enviados de Putin, en las que se hablaba de la presencia –y apoyo– de 10.000 soldados rusos en Cataluña y en posibilidades de que Cataluña se convirtiera –a cambio– en un paraíso de criptomonedas? ¿Alguien se puede imaginar a una flota rusa en el puerto de Barcelona, con la VI Flota Americana apostada en las bocanas del puerto? ¡Y luego algunos se quejan de ser espiados y vigilados!
En definitiva, mucho de lo que ocurre en estos tiempos complejos se debe a las formas de actuar de ciertos personajes, que operan al margen de la lógica y el rigor de los procedimientos democráticos y el respeto al principio de legalidad y a los procedimientos propios de los Estados de Derecho. En este sentido, es en el que puede decirse que el matonismo, la falta de respeto a las normas del derecho internacional, junto a las estrategias político-electorales de confrontación “a muerte” tienen que ser condenadas por todos los que mantienen un mínimo sentido de la dignidad de las personas humanas, con su consiguiente derecho a la vida y a la libertad.
En definitiva, en tiempos de turbulencias y matonismos, más que limitarnos a quejarnos del aumento de la crispación, hay que estar dispuestos a levantar las banderas de la libertad, la democracia y el respeto mutuo en base a la dignidad humana y a la equidad. No nos olvidemos de la equidad, y del necesario equilibrio social entre personas razonablemente iguales en posibilidades, derechos y medios de vida. Sin esta equidad de base, nuestras sociedades pueden convertirse en un páramo de frustraciones y en un valladar insuficiente e impotente ante un matonismo agresivo, política y militarmente organizado.