Para mí la patria es el lugar donde habita el corazón de mi pueblo, es el vientre sacro de donde emergen todos los milagros posibles. Amarla es tomar partido a favor de las víctimas y no de los victimarios.
“Nuestro tono es pacífico ¡pero alto y claro! invitando a que las acciones de gobierno finalmente acaben con la impunidad imperante en nuestra sociedad”, dijo el 25 de junio pasado en la iglesia Sagrado Corazón de Jesús en Chihuahua, el sacerdote jesuita Javier “El Pato” Ávila, ataviado con un hábito blanquísimo durante el funeral de sus dos hermanos de congregación asesinados el 20 de junio dentro de su parroquia en la Sierra Tarahumara.
Los sacerdotes jesuitas Joaquín César Mora Salazar y Javier Campos Morales intentaron proteger al guía de turistas Pedro Palma, conocido y estimado en la comunidad, quien era perseguido por el criminal identificado como José Noriel Portillo alias “El Chueco”. De acuerdo a medios de comunicación nacionales, tiene una orden de arresto desde 2018 pero impunemente ejerce el terror en la zona serrana ante los ojos de autoridades locales y federales.
“Son miles, miles de dolientes sin voz que claman justicia en nuestra nación. Los abrazos ya no nos alcanzan para cubrir los balazos”, dijo el padre Javier ante los féretros recordando la desafortunada política pública que el presidente de México Andrés Manuel López Obrador ha seguido durante los 3 años y medio de gobierno respecto a la inseguridad. Su fracaso no solo se mide en números, sino en lágrimas, en ausencias y dolor.
“Suave Patria” y dolor
Que inalcanzable resulta hoy “La suave patria” cuando la desgracia corre en México como fiera desbocada. A la par que circulan en medios de comunicación videos de criminales intimidando impune y exitosamente a las autoridades federales sin que éstas hagan nada, ocurren actos de terror. Como la masacre de los jesuitas y Pedro Palma. Como los al menos 53 migrantes que murieron asfixiados dentro de un trailer en San Antonio, Texas, quienes fueron traficados por criminales organizados que trabajan de México a Estados Unidos. Como la balacera a plena luz del día el mismo 28 de junio en un centro de vacunación infantil en el estado de Puebla perpetrada por un grupo de sicarios, en el que resultaron niños y adultos heridos.
“Respetuosamente pido, pedimos, al señor presidente de la república que revise su proyecto de seguridad pública, porque no vamos bien. ¡Y esto es clamor popular! Este evento lamentable no es aislado en nuestro país, un país invadido por la violencia y la impunidad”.
Ubicación de la localidad donde fueron asesinados los sacerdotes y el guía en Chihuahua, México
La voz del padre Ávila se suma la de millones de mexicanos que han reclamado para que disminuyan las desapariciones, ejecuciones, feminicidios y extorsiones. Pero hasta ahora sus voces se estrellan contra el muro de goma del indolente gobierno México encabezado por Andrés Manuel López Obrador.
Apenas dos días después de haberse conocido la masacre de los jesuitas AMLO promovió en redes sociales su triunfo en un partido de beisbol y publicó una foto suya sonriente y victorioso en contraste con los miles de muertos y vejados cotidianamente en México.
La acción y la imagen lo pintan de cuerpo entero y explica una de las razones del por qué aumentan día a día la saña en los actos violentos y la impunidad.
Qué mala señal, cuando las victimas y sus deudos son los enemigos del Presidente y su proyecto de nación, pero no los victimarios.
De las fobias…
En respuesta al reclamo legítimo de los jesuitas y a los reclamos, AMLO afirmó que no cambiará en nada su política de “abrazos no balazos” hacia las organizaciones criminales que son las principales precursoras de la violencia. Y descalificó a los religiosos diciendo que están “muy apergollados a la oligarquía mexicana”.
Es inquietante que cada día se sumen las ofensas del mandatario hacia la ciudadanía: critica sus elecciones políticas cuando estas no le favorecen como ocurrió en las elecciones del 2021 cuando perdió un importante número de votos en la Ciudad de México, su antiguo bastión político.
Hace campañas de desprestigio contra periodistas y medios de comunicación que lo cuestionan. Ataca las protestas feministas que exigen justicia ante la inacción del gobierno que provoca cada día la muerte de más niñas y mujeres, e intenta desvirtuar su espíritu.Para él todo aquel que cuestione sus designios o tenga posiciones diversas son ‘neoliberales’, ‘traidores’ y ‘opositores’, incluyendo organizaciones indígenas y ciudadanas que legítimamente y con argumentos rechazan sus obras públicas como el Tren Maya. Se lanza contra organizaciones no gubernamentales internacionales que históricamente han realizado una tarea fundamental para transparentar abusos de autoridad y censura, como Articulo 19.
A las filias…
En contraste, el mandatario que juega beisbol sonriente después de una masacre, felicita a los narcos que se ‘portan bien’ en las elecciones cuando operan a favor de MORENA, como en las elecciones de 2021.
Para los jefes de las organizaciones criminales no hay palabras furibundas sobre sus actos de terror, al contrario. Pide a la sociedad dejar de llamar a la tierra dominada por Cartel de Sinaloa “Triángulo Dorado” por el de “Triángulo de la gente buena y trabajadora”. Que irónico, porque fue en la zona de influencia de ese triángulo que “El Chueco” masacró a los dos jesuitas y el guía de turistas.
Para Ismael “El Mayo” Zambada, líder principal del Cartel de Sinaloa, organización que durante los últimos 50 años en México es precursora del crimen, violencia, corrupción, no hay ninguna frase de reproche, su nombre es omitido de las conferencias matutinas del Presidente como si fuera sagrado, intocable.
Es tal la filia del mandatario mexicano que ahora incluso hace apología de los criminales y los pone como ejemplo absurdo. Hace unos días indebidamente en redes sociales se atacó a su hijo menor de edad por su sobrepeso. Doliente reclamó a sus opositores: “hasta en las verdaderas mafias se respeta a la familia”.
De la suave patria al infierno
Aquella “Suave Patria” descrita por el escritor y poeta mexicano Ramón López Velarde hace un siglo, en los últimos veinte años ha terminado por convertirse para millones de mexicanos en un infierno.
Junto a los campos de maíz hay miles de fosas clandestinas donde yacen los restos de ciudadanos masacrados por la delincuencia organizada. El nuevo oro son los plantíos de heroína, las drogas sintéticas, niños, hombres y mujeres traficados por los criminales hacia quienes el Presidente siente tanta empatía. Y el ‘rio de las virtudes del mujerío’ se ha convertido en río de llanto de madres, hijas y hermanas que buscan a sus iguales masacradas.
Los otrora “truenos de nuestras nubes, que nos baña de locura” se mezcla con el trueno de las metralletas que nos baña de muerte.
Cuando yo era niña, en la escuela pública en la que estudie la primaria, el poema “La suave patria” de Ramón López Velarde era materia de estudio y era obligatorio aprenderse cada verso. En los concursos de oratoria siempre había algún compañero que la recitaba y al escuchar sus estrofas se encendía algo en el pecho.
Para mí, la patria es el lugar donde habita el corazón de mi pueblo, es la tierra donde echa raíces el alma, es el vientre sacro de donde emergen todos los milagros posibles, es la niña, la madre, la hermana, la amiga, la amante, la virgen, la atea y la revolucionaria. La patria es el agua que cuando la bebemos nos bautiza y unifica para caminar en con un solo propósito: perfeccionarla.
A la patria no podemos dejarla sola, ni en los días de sol ni el los más oscuros. Amarla es tomar partido a favor de los ciudadanos de bien que son la mayoría; a favor de las víctimas y no de los victimarios. Amarla es no dar rienda suelta a sus carniceros, a sus saqueadores, a los proxenetas que la entregan a cambio de poder o dinero.