Entre periodistas siempre se discute el tema de la objetividad. Desde nuestros primeros años en la universidad, se hace hincapié en ese ideal sagrado que debemos alcanzar a la hora de contar historias. En este sentido, la versión de los hechos no puede estar signada por la subjetividad de los dueños del medio, ni de los comunicadores que escriben o narran, es decir, la pureza de lo ocurrido debe mantenerse a toda costa.
Sin embargo, con los años el mito de la objetividad se ha desmontado y preferimos hablar de honestidad al informar, privando ante todo las necesidades de las audiencias por encima de los intereses de ciertos sectores políticos, económicos, religiosos y militares, que en muchas ocasiones pretenden ocultar información valiosa. Ejemplos sobre esta particular sobran. El bien supremo radica en llevar información que permita a la gente desenvolverse de una mejor manera, sin sesgos y parcialidades.
Sobre las costuras de la objetividad, la catedrática venezolana Gloria Cuenca, en su obra Ética para periodistas, presentó un análisis en cuatro dimensiones que vale la pena recordar. La primera dimensión es la filosófico existencial: ¿es posible que yo periodista, vea, recuerde, escriba o narre exactamente lo que ocurrió? Una segunda dimensión es la psicológico-perceptual: ¿lo que ví, fue realmente lo que ocurrió? La tercera dimensión es denominada ideológico-política, que a su vez tiene dos vertientes. Primeramente, la social: ¿permite el marco de referencia político en el cual estoy circunscrito que vea lo que ocurrió? Y una individual: lo que yo periodista, vi y narré tal cual lo vi, desde mi óptica ideológico-política, ¿fue lo que realmente ocurrió? O no fui capaz de dejar mi lado mi ideología (o mi forma de ver e interpretar el mundo) y ver lo que ocurrió en verdad.
Finalmente, Cuenca nos presenta la dimensión ideológico-empresarial: ¿lo que yo periodista quiero decir, porque lo vivencié así, me lo permite narrar la empresa de medios tal cual lo viví?”. En todos los casos, se demuestra que los hechos se ven marcados por recorridos individuales, experiencias de vida, asuntos políticos y empresariales, por lo que cobra valor el hecho de velar por cumplir los principios éticos del periodismo y recordar, que, ante todo, lo más relevante en este oficio son las audiencias que nos leen, escuchan y consumen los contenidos que elaboramos, recordando que, si se trata de información pura, las historias deben apegarse a lo ocurrido y a los relatos de las fuentes.
Por el contrario, si se trata de opinión, el contenido está marcado por nuestros propios juicios, pareceres y visiones del mundo. Precisamente es lo que hacemos en este espacio, mostrar impresiones individuales sobre temáticas cotidianas, a fin de socializar con quienes nos leen. Por cierto, aprovecho la oportunidad para agradecer al jurado del Premio de Periodismo del municipio San Diego, por otorgarme el Premio de Periodismo de Opinión “Moisés Domínguez Hernández”. Este bonito reconocimiento, que además lleva el nombre de quien fue un extraordinario comunicador social y jurista, nos motiva a mantenernos activos frente al teclado, contando nuestros puntos de vista y preocupaciones sobre el rumbo del país y el mundo.