Si en alguna región del mundo el frente antirruso es más débil o menos compacto es África. El continente donde malvive más de la mitad de la población más pobre del planeta ofrece, sin embargo, un atractivo no menor para los poderosos de la Tierra.
Estos días coinciden varias iniciativas políticas y diplomáticas en el continente: las más visibles son las giras del presidente francés, Emmanuel Macron, y del ministro ruso de exteriores, Sergei Lavrov. Más discretamente, las autoridades chinas ejercen una acción constante sobre el terreno. Estados Unidos, en aparente retroceso, mantiene sus bazas militares sin descuidar las económicas. La UE, que delega en Macron el liderazgo en la región, lanzó a comienzos de año un intento de recuperación del terreno perdido.
Los africanos y africanas están padeciendo las consecuencias de la guerra en Ucrania, de forma menos mediática, pero mucho más contundente que en Occidente (1). Allí el problema no es sólo el alza de los precios de los productos de necesidad, sino el desabastecimiento mismo de alimentos. Más de trescientos millones de personas se encuentran en serio e inminente riesgo de hambre. De los 13 países en alerta roja, 11 son africanos, como señala Christopher Barrett, especialista en política agraria de la Universidad de Cornell. La tesis de este investigador es que, en realidad, la actual crisis global alimentaria es anterior a la guerra de Ucrania y hunde sus raíces en una equivocada e insuficiente política mundial y particularmente occidental (2).
Pero mientras la gente pobre se muere literalmente de hambre o parece condenada a una vida sin esperanza, las grandes potencias y conglomerados económicos están embarcados en una carrera frenética por controlar sus recursos minerales, energéticos y naturales, juegan sus bazas en los incontables conflictos armados locales y aseguran bases militares para afianzar sus posiciones geoestratégicas (3). Después del final de la guerra fría, Occidente parecía ejercer un control casi absoluto del continente. Las élites de los países otrora en la órbita de Moscú intentaron mantener su estatus negociando fórmulas diversas de acomodo con el mundo occidental.
El liderazgo económico de China
Por entonces, China apenas contaba con una presencial marginal en la región. Treinta años después, la conjunción del poder público y privado de China ha ganado el liderazgo en algunos sectores del desarrollo continental, especialmente el de las infraestructuras. La aceleración ha sido sobresaliente en la última década. Pekín ya controla casi un tercio de los proyectos (31%), mientras Occidente sobrepasa una décima parte (12%). Hace apenas diez años, esos porcentajes se leían a la inversa. El peso de las grandes infraestructuras determina el conjunto de la balanza comercial de continente con las grandes potencias. Los intercambios con China suman 250 mil millones de dólares, mientras con Occidente suman una cuarta parte de esa cantidad (4). El poderío chino se ve lastrado por problemas estructurales. El más relevante es la deuda de los países receptores del capital chino, lo que genera un nuevo tipo de dependencia. Esta bomba retardada también fragiliza a las empresas y entidades financieras chinas, que están buscando nuevas fórmulas para hacer más sostenible la penetración en África.
Después de la pandemia, las autoridades de Pekín han incorporado una visión más amplia de sus relaciones en África, que trascienda el beneficio económico a medio o largo plazo. La diplomacia china parece decidida a involucrarse, no sin cautela, en esfuerzos de mediación política para tratar de resolver conflictos regionales o locales que pueden ser muy malos para los negocios (5).
En el nuevo enfoque de Pekín influye, sin duda, en el intento occidental por ganarse a los dirigentes considerados más proclives. El caso más claro es el de Zambia, el país que tiene la deuda más alta con China. El nuevo presidente, Hakainde Hichilema, prometió una política más independiente de Pekín e incluso canceló algunos proyectos. Biden lo premió, invitándolo a su Cumbre de las democracias a finales del año pasado. Macron ha decidido ahora hacer una parada en Lusaka para afianzar el buen feeling mutuo apreciado en la reunión euroafricana del pasado febrero. Pero los dirigentes chinos se han movido con rapidez y ya han ofrecido a Hichilema un plan de reducción de la deuda. Parecidas iniciativas se han acometido en otros países (6).
El caso de Rusia es distinto, debido a su menor capacidad económica. La gran baza del Kremlin en la zona es la militar. Su industria de armamento encuentra en el atribulado panorama político y étnico africano un mercado muy provechoso. Y no sólo armas; también soldados, mercenarios. El grupo Wagner, que se relaciona con el magnate ruso Prigozhin, un veterano asociado de Putin desde los tiempos de San Petersburgo, extiende su penetración por todo el continente (7). El caso más llamativo ha sido el de Mali, donde las nuevas autoridades militares locales le enseñaron la puerta a Francia, sellando el destino de la operación anti yihadista Barkhane (8).
Europa recuperar el tiempo perdido
La actual gira de Macron elude el triángulo crítico (Mali, Burkina Fasso, Níger) y se centra en Camerún, Benin y Guinea Bissau, países que se encuentran en la ruta del Sahel hacia el centro del continente, donde se encuentra el otro polo de la presencia francesa (9). El presidente francés trata de reflotar los intereses de potencia (neocolonial, para algunos observadores locales), y de erigirse en delegado europeo. En febrero, la UE reconoció que había perdido demasiado terreno en África y lanzó un programa de inversiones por valor de 150 mil millones de euros hasta 2027. La cifra puede parecer enorme, pero varios analistas y dirigentes africanos estiman que se queda muy corta para las necesidades del continente. Y, aun así, algunos estados europeos se mostraron recelosos o escépticos. Es muy probable que las prioridades marcadas por la guerra de Ucrania reduzcan el alcance del plan comunitario (10).
EEUU: Escala hacia oriente
Estados Unidos ha perdido interés económico en África. La inversión directa ha bajado un tercio, del pico de 69 mil millones $ en 2014 a los 46 mil millones de 2020. El comercio también ha perdido valor: en la década pasado se redujo a una tercera parte. Para finales de este año hay proyectada una cumbre con los países africanos (11). Aparte de la ayuda sanitaria por el COVID, insuficiente y tardía, Washington contempla la deriva africana con lentes fundamentalmente militares. Le preocupa la penetración económica china, naturalmente y le incomoda el margen de influencia de Rusia. El objetivo es afianzar la red de bases y alianzas con que apoyar el despliegue en el Mediterráneo, Oriente Medio y Océano Índico. A veces saltan alarmas, como un supuesto proyecto de base naval china en África Occidental, que el propio Pentágono se encargó de desactivar (12).
Washington ejerce una influencia activa pero menos aparente que en otras zonas. Pone especial atención a los conflictos más peligrosos, como el de Etiopía, por la importancia estratégica del país. Otro país prioritario es el Congo, principal productor mundial de litio, mineral esencial, entre otras cosas, para el desarrollo de los coches eléctricos en las próximas décadas. El gran país del corazón de África apunta a potencia petrolífera, tras la decisión del gobierno de Kinsasa de ofertar a las multinacionales la exploración en tierras de gran valor ecológico (13).
África, inmenso cementerio humano a cielo abierto, atesora un gran botín. Seis décadas después de la última ola de descolonización, los mecanismos de la dependencia han cambiado de cara, pero continúan dominando la vida de sus 1.300 millones de almas, tantas como las que viven en India, el país más poblado de la tierra.
Notas
(1) “L’Afrique paie déjà le prix de la guerre en Ukraine”. LE MONDE, 22 marzo.
(2) “The global food crisis shouldn’t have come as a surprise”. CHRISTOPHER BARRETT (Universidad de Cornell). FOREIG AFFAIRS, 25 julio.
(3) “Rebels without a cause. The new face of African Warfare. JASON K. STEARNS (Director del Grupo de Investigación del Congo en el Centro de Cooperación Internacional de la Universidad de Nueva York). FOREIGN AFFAIRS, mayo-junio 2022, “Africans caught in the geopolitical crossfire”. FOREIGN POLICY AFRICAN BRIEF, 25 mayo.
(4) “How Chinese firms have dominated African infrastructure”. THE ECONOMIST, 16 febrero.
(5) “Quand la Chine joue les mediatrices diplomatiques en Afrique et au Moyen-Orient. SOUTH CHINA MORNING POST (reproducido en COURRIER INTERNATIONAL), 26 marzo.
(6) “Where China is changing its diplomatic ways (at least a little)”. JANE PERLEZ. NEW YORK TIMES, 25 julio.
(7) “Small bands of mercenaries extend Russia’s reach in Africa. THE ECONOMIST, 15 enero; “Nostalgie et Kalashnikovs. Why Russia wins some simpathy in Africa and the Middle East. THE ECONOMIST, 12 marzo.
(8) “Mali, Lybie, Soudan, Centroafrique et Mozambique: récit de cinq ans d’avancée russe en Afrique”. LE MONDE, 28 enero; “The future of Russia-Africa relations”. JOSEPH SIEGLE. BROOKINGS, 2 febrero; “La poutinophilie d’une partie des africans relève d’un rejet de l’Occident. (Entrevista con PAUL-SIMON HANDY, investigador camerunés en Etiopía). LE MONDE, 9 marzo, “Russia has big plans for Afrique”. SAMUEL RAMANI (Universidad de Oxford). FOREIGN AFFAIRS, 17 febrero;
(9) “Emmanuel Macron au Cameroun et Bénin, une tournée a risqué”. LE MONDE, 26 de julio.
(10) “Sommet UE- Afrique: Paris et Bruxelles veulent rattraper le temps perdue. LE MONDE, 16 de febrero.
(11) “Will Biden deliver on his commitment to Africa in 2022?”. WHITNEY SCHENEIDMAN. BROOKINGS, 10 de enero.
(12) “Fears of a Chinese naval base are overblown. COBUN VAN DEN STANDEN (SOUTH AFRICAN INSTITUTE OF INTERNATIONAL AFFAIRS). FOREIGN POLICY, 3 de marzo.
(13) “Congo to auction land to oil companies: ‘our priority is not to save the planet’”. NEW YORK TIMES, 24 de julio.