Nota sobre Renacen las sombras, por Analy Lorenzo

Compartir

 

Juan Carlos Chirinos es un autor que se desplaza con soltura y eficacia por varios géneros: novela, cuento, ensayo, incursiones por las que ha recibido varios galardones que lo colocan como una de nuestras voces literarias más reconocidas y exitosas. En esta oportunidad incorpora al lector en un artificio musical, «Moliendo café», que le sirve para preparar el escenario donde se desarrollan las trepidantes aventuras de Renacen las sombras (Madrid, La Huerta Grande, 2021), su más reciente novela.

Dicen que el ser humano organiza su vida con base en el devenir. Hace surcos y avanza siempre hacia adelante con la palabra futuro en la boca y deja atrás eso que llaman pasado. El presente se hace siempre de prisa por cuanto se apuesta a una mejor temporalidad, próspera, desconocida. Pareciera entonces que, tal como reza el dicho popular, “lo pasado pisado”. Pero esto no ocurre con la chef de treinta y cinco años Paula Sorsky: a ella, permítanme la expresión, siempre le renacen sombras (y a otros muchos, ¿cómo no?), pues desde las primeras páginas de la pieza se anuncia el deseo de apostar por un futuro exitoso que deje atrás algo, un misterio que pone al lector en alerta desde una ciudad mágica: «El rumor de Madrid iba en lento e inevitable descenso hacia la noche… estaba disponible». También se anuncia un pasado turbio que deja secuelas físicas; no será sino hasta el final cuando se desenrosque la extraña historia del niño Osip y del peluche llamado Señor Fenris de manera sobrenatural.

El presente de Paula gira en torno de la inauguración de su restaurante Moliendo Café junto con Fanny, su amor: mujer mágica, radiante, quien da siempre luz, que aparece casi intempestivamente para salvar a Sorsky; y a sus extraños amigos, invitados exclusivos a la inauguración de aquel negocio. El futuro del personaje luce incierto, en tanto su pasado lo constituyen las sombras que no la abandonan nunca.

Además de los invitados a la gran cena inaugural aparecen dos personajes misteriosos que insertan la historia en la tensión del policial: Jota y David, ambos relacionados con el misterioso pasado de Paula.

En medio de todo esto vemos materializarse dos culturas: la de unos venezolanos malucos que se relacionan con gente de poder muy peligrosa: la de una Caracas nocturna donde “la gente tiene miedo” y desarrolla amor por su “vikinga” Fanny, y de una ciudad de provincia -Valera- a punto de desaparecer en el recuerdo, pese a ser aburrida y con pocas librerías. Por otro lado, la cultura de Madrid: una cartografía de calles recorridas y aprendidas al dedillo, lugar que alguna vez fue una ciudad nueva, pero en la que “los días se acumulan y convierten en habitual lo que en principio son incomprensibles secretos”.

Tal como dice la canción: “Cuando la tarde languidece, renacen las sombras/ y, en la quietud de los cafetales vuelven a sentir/ esa triste canción de amor de la vieja molienda/ en el letargo de la noche parece gemir.” De modo pues que cuando Paula gime con fuerza aquella noche en el Moliendo café explotan las emociones y las sombras.

Estructurada como una gran pieza musical (preludio, partes I, II y III, más coda), los personajes -muy bien caracterizados- explotan también sus sombras. Así, entre la magia, la superstición, la realidad o la mentira viven policías y ladrones.

Chirinos es un mago del lenguaje. Su estilo te envuelve, te saca lágrimas, miedos y risa (“Es bueno llorar por la mañana”), y te lleva al futuro de Paula, quien comparte sus sombras con el lector. La poesía del autor construye imágenes maravillosas: “pero ahora en un cuerpo sabio y líquido que camina por el mundo como una mujer que recién ha hecho el amor”, al jugar, por ejemplo, con unos de los versos quizá más famosos del poeta valerano Víctor Valera Mora (“El Chino”). O, con humor y nostalgia, con los del caraqueño Eugenio Montejo: “Hablan poco los árboles, se sabe/ pasan la vida entera meditando/ y moviendo sus ramas” (…) -No, los árboles son ateos”.

Finalmente, como le dice Fanny a Paula: “La verdad y la realidad son dos territorios distintos. La realidad es dañina cuando se presenta porque desgarra, aunque sin querer, la visión del mundo que tenemos”. Eso hace Paula: intenta continuar viviendo entre la verdad y la realidad, aunque estas se conciban terroríficas, y trata de comprender el mundo al crearlo día a día.

Prodavinci

 

Traducción »