César Pérez Vivas: El emblemático Darién

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La selva del Darién se ha convertido en el icono que muestra en toda su dimensión la tragedia humanitaria creada por el socialismo del siglo XXI.

La densidad de la misma, su peligrosa fauna, los farallones y abismos, sus pantanos y caudalosos ríos, constituyen un muro tan peligroso, como los creados por el comunismo alemán para impedir el paso de la oleada humana que buscó, en el siglo pasado, huir del régimen comunista.

De acuerdo con las autoridades panameñas pasaron en el primer semestre de este año 2022 más de 28.000 venezolanos por el llamado “tapón del Darién”. La cifra es de por sí alarmante, no solo por lo elevada, sino por el drama social que delata respecto de las condiciones de vida que sufre nuestra enferma sociedad venezolana.

Tan elevado es el nivel de desespero, de pobreza, angustia y tragedia que viven nuestros compatriotas, que se atreven a tomar una decisión tan dura como la de liquidar los pocos enseres disponibles para lanzarse por esa ruta hacia los Estados Unidos, buscando dónde acceder, con su trabajo, a los bienes materiales y espirituales a los que toda persona tiene derecho y que lamentablemente no pueden lograr en nuestra patria.

He recibido el testimonio directo de amigos que por semanas vivieron ese infierno, y luego de esfuerzos y sacrificios extenuantes, despojados de todas sus pertenencias básicas, lograron pasar la terrible selva.

He recibido también la consulta de amigos que me han comunicado su disposición a irse del país con su familia, incluyendo niños e hijos adolescentes, corriendo el grave riesgo de atravesar la jungla centro americana.

A esos amigos les he orientado respecto de los graves peligros a los que se exponen, y a los que exponen a sus hijos. Los testimonios recibidos, las angustias y el dolor que percibo son francamente dolorosos, tristes y dramáticos.

Personas jóvenes que se sienten cercados. Que no ven oportunidad alguna para cubrir lo básico en sus hogares, que no tienen posibilidad de llevar sus hijos a las escuelas y liceos, mucho menos a las universidades. En algunos casos, nuestras recomendaciones han logrado persuadirlos de no arriesgar sus vidas y de continuar luchando, soportando la dura realidad que padecemos en este “paraíso socialista” e intentar replantearse su vida en nuestra Venezuela.

Este drama para nada importa a la camarilla que ocupa el poder y que busca perpetuarse en él. La solución que asoma el régimen es la represión. Exigen al gobierno panameño que impida el paso de nuestros migrantes por el famoso tapón. Para nada buscan atender las causas de esa tragedia.

Hablar del Darién es hablar de la estampida humanitaria en marcha. Maduro y su camarilla ha querido comunicar, por medio de la propaganda engañosa, que este drama ya terminó. Que más bien estamos frente a un proceso de “vuelta a la patria”. Aprovechan el regreso de pequeños contingentes para tratar de reforzar la mentira de que “Venezuela se está arreglando”.

Pero la verdad, la dura verdad es que la pérdida de capital humano crece cada día. Las cifras ofrecidas por el gobierno panameño así lo confirman. Si por esa selva han cruzado más de 28 mil compatriotas, ¿cuantos habrán tomado otros caminos? ¿Cuantos habrán utilizado otros medios?

La magnitud del drama no se limita a esas escandalosas cifras. Detrás de cada número hay una historia, un dolor, una ruptura, una afectación de la familia y del país.

El hijo que parte en búsqueda de mejorar su calidad de vida y para tratar de ayudar a sus padres o hijos que aquí quedan. La madre adolorida que ve partir los amores de su vida, los seres con los que soñaba compartir sus años dorados, pero que no llegaron porque a edades mayores deben hacer esfuerzos sobre humanos para cuidar nietos, e inventar tareas con las cuales acceder a modestos ingresos para cubrir sus necesidades de alimentos y medicamentos.

El Darién, la estampida humana en marcha y la diáspora deben ser un llamado a nuestra conciencia como nación, como sociedad, como país. La indiferencia de la cúpula gobernante no puede contagiarnos a todos.

Levantémonos la voz. Llámenos a la conciencia ciudadana. No podemos permitir estoicamente esta tragedia. Es menester denunciarla y trabajar por el cambio político, a mi modo de ver, el paso fundamental para parar el proceso e iniciar su reversión.

Mientras Maduro se mantenga en Miraflores no habrá una política para revertir la tragedia, ni tampoco una política que reconozca y respete los derechos humanos de nuestros ciudadanos residentes fuera de nuestro territorio.

Necesitamos una política para el venezolano migrante. Y a esa tarea debemos dedicar los esfuerzos de un estado democrático. El estado autoritario del socialismo del siglo XXI no lo hará.

 

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