Ayer 09 de agosto –todavía sin haber cobrado el bono vacacional chucuto, previsto para el15 de julio a más tardar- vi por la televisión una adaptación al cine de la novela Fahrenheit 451, del escritor Ray Bradbury, en la que presenta una sociedad estadounidense del futuro en la que los libros están prohibidos y existe un cuerpo represivo organizado de bomberos que no apagan incendios sino que los producen para quemar libros. Una especie de estructura cívica –militar al servicio del pensamiento único que regiría en tal distópica sociedad. Libro que encuentran, libro que queman y sus poseedores son perseguidos y eliminados por sabuesos mecánicos avanzados que se guían por las características individuales de los sospechosos.
Si cambiamos libros por información (veraz) y Estados Unidos por Venezuela tendríamos una muy buena interpretación de la novela. Aquí también tenemos a los “bomberos” del Gobierno que censuran la información que necesitamos los ciudadanos y, para eso, disponen de la Ley Antibloqueo que les permite manejar en secreto los asuntos de interés público, como por ejemplo, de qué o de cuántos recursos dispone el país y de dónde vienen tales recursos. Misterio total. La furia contra los libros y el derecho a estar informado se ha extendido a las universidades que están viviendo una situación que las pone al borde de la extinción. Si cambiamos sabuesos mecánicos por Mario Silva o Pedro Carreño tendríamos una metáfora perfecta de lo que pasa en Venezuela.
Del primero todavía circula por las redes el video en que se le ve como un energúmeno amenazando y bufando contra educadores y trabajadores de la salud porque están reclamando por la política salarial del gobierno. En el video puede apreciarse lo que parece ser una estrategia de enfrentar a trabajadores contra trabajadores, marcha contra marcha con predecibles consecuencias.
Sugiero leer la novela primero y disfrutar de esa obra de arte y belleza literaria. Las versiones en película están en internet.