Recientemente apareció en este mismo diario un artículo del secretario general de la OEA, Luis Almagro, titulado “El peligro del sendero que no se bifurca”, que causó gran sorpresa y ha dado mucho de qué hablar , en el cual dedica un importante espacio para describir sin inhibiciones ―como lo ha hecho hasta ahora― la Venezuela actual de violaciones de derechos humanos, debilitamiento extremo de las instituciones políticas y abismal caída de la producción, corrupción inédita, millones de migrantes… que llevan a la devastación productiva y a la tiranía, que ha venido denunciando durante años. Pero lo sorprendente es que ―para usar una metáfora proveniente del juego de Monopolio― sin pasar por GO ni cobrar 200, pasa a proponer una cohabitación con contrapesos
Lo que más sorprende de esta propuesta es el giro que representa con la posición mantenida desde que fue electo como secretario general de la OEA en marzo de 2015, con el apoyo de 33 de los 34 Estados miembros, desde donde hizo de la lucha por la democracia en Venezuela el centro de su gestión, con una posición bastante radical y muchas veces extrema, por cierto muy cercana a las de María Corina Machado, enfoque que fue bienvenido por la oposición venezolana y democracias del continente que fue fundamental para su reelección, entre otras cosas por el contraste con la pesada indiferencia de su antecesor José Miguel Insulza. Pero también obtuvo críticas por parte de diplomáticos y analistas, debido al desvío que representó en relación al papel de árbitro mediador esperado para ese cargo, que lejos de favorecerla, influyó en el estancamiento de la causa venezolana en el organismo y en la región.
Haciendo un poco de historia, esa postura crítica hacia el gobierno venezolano representó tal giro con relación a la conchupancia de los gobiernos del Frente Amplio, del cual fue militante y funcionario, que llevó al expresidente José Mujica, de cuyo gobierno fue canciller, a declarar :«Lamento el rumbo por el que enfilaste y lo sé irreversible, por eso ahora formalmente te digo adiós y me despido». El expresidente Tabaré Vázquez también fue crítico hacia Almagro. Posteriormente, un comentario surgido con respecto a la situación venezolana, en el que expresó que no se debía «descartar ninguna opción incluyendo la militar» para sacar a la dictadura de Nicolás Maduro, le valió la expulsión por unanimidad en un plenario del Frente Amplio en diciembre de 2018.
Por lo antes narrado entiendo que su propuesta de cohabitación con contrapesos es una manera de respaldar e insertarse en el proceso iniciado y desarrollado en México, en cuyo Memorando de entendimiento firmado por los delegados del oficialismo y la oposición venezolana, ante funcionarios del Reino de Noruega, México, Rusia, Países Bajos y otro grupo de países amigos, en el que parte del texto reivindica el compromiso de los firmantes “con el fortalecimiento de una democracia inclusiva y una cultura de tolerancia y convivencia política”. Y también una manera de entender que el gobierno interino de Guaidó no se sostiene mucho más y que el de Nicolás Maduro sigue siendo una realidad.
Pero más allá del papel firmado, queda la pregunta de la posibilidad de lograr esa convivencia, en momentos en que el gobierno de Maduro acentúa la represión contra dirigentes políticos, sindicalistas y activistas de derechos humanos; se viene de dictar sentencias injustas y amañadas para los indiciados por el magnicidio de Los Próceres y muestra su arbitrario ejercicio del poder al darle una estocada a los docentes del país con la aplicación del instructivo Onapre, que insiste en la destrucción de la educación en general y de la universidad autonómica. Para dar solo dos ejemplos de estos últimos días.