Experto en macroeconomía, académico y profesor universitario, Pedro Palma* hizo una selección de sus mejores artículos de prensa, escritos en un lapso de 20 años, para poner en perspectiva una pregunta que, a simple vista, no admite una respuesta simple. En el atolladero donde estamos metidos hay una gran complejidad y la confluencia de distintos factores, históricos, políticos, económicos y culturales que, en una fatídica conjunción, nos llevaron al abismo.
Más que una argumentación de índole económica, hay algo que eleva su crítica, sus reflexiones y propuestas a una dimensión que sobrepasa la coyuntura actual. Esa capacidad de ver en la economía el parentesco que tiene con la política.
El título de su libro, Crónicas de una historia vivida, no lo asociaría a un experto en economía. Va más allá del funcionamiento de la actividad económica y sus variables. Entonces, ¿la economía no es suficiente para explicar lo que hemos vivido en los últimos 20 años?
Lo que hemos vivido en los últimos 20 años es algo muy complejo. Obviamente, lo económico es fundamental para mí. Es mí área de trabajo. Pero hay aspectos de carácter político, de carácter histórico, de carácter cultural que juegan un papel importante en lo que hemos vivido. El libro es una selección de mis artículos de prensa. Pensé que podría ser una recopilación actualizada, pero resultó algo muy distinto a esa idea inicial. ¿En qué sentido? Lo distinto es que cuando reordenas esos artículos, por temas y cronológicamente, comienzan a salir una serie de cosas inesperadas. Empiezas a ver la descripción de lo que sin duda ha sido un proceso.
Digamos que hay una impresión puntual, inmediata, de lo que significa reflexionar alrededor de decisiones que se toman desde el poder. Pero esa selección adquiere una continuidad, una proyección más amplia y por tanto es una revelación, es una explicación más coherente, más profunda. ¿Qué áreas podría mencionar?
El típico ejemplo es el caso petrolero, específicamente de PDVSA. En ese ciclo de artículos, hay uno que escribí en 1999. Lo titulé “PDVSA empresa del primer mundo”. Allí, básicamente, describí lo que había logrado esa empresa en sus 25 años de historia. Una de las empresas líderes y de las más respetadas en el mundo, y manifesté lo preocupante que resultaban los primeros pasos que estaba dando el gobierno de Chávez. Los nombramientos de directivos y de personas polémicas. Hice una advertencia. Ojalá este no sea el inicio del desmantelamiento de lo que se ha logrado. En los años subsiguientes: El despido de 18.000 ejecutivos, técnicos y obreros especializados, el saqueo posterior de la empresa con la modificación de la ley del Banco Central de 2005, que obligaba a PDVSA a transferir miles de millones de dólares al Fonden, para ser administrados directamente por Chávez…
… El famoso millardito.
El famoso millardito, que luego se transformó en un verdadero saqueo. PDVSA transfirió casi 70.000 millones de dólares a lo largo de 10 años al Fonden y otro tanto el BCV de reservas “excedentes”. Aquello realmente alarmaba. Posteriormente, ponen a PDVSA a financiar los planes sociales del gobierno (misiones), y a pagar la deuda china, a pesar de que esa deuda no le había significado ni un dólar de ingreso a PDVSA. La ponen a emitir bonos a mansalva para alimentar el mercado cambiario, dólares que se vendían por unos pocos bolívares. ¿Qué empresa puede aguantar semejante saqueo? Entre 1999 y 2015, escribí nueve artículos, que después agrupé en un subsegmento del área petrolera que titulé “La destrucción de PDVSA”, cómo fue ese proceso, y una de las cosas interesantes es que el último de esos artículos (“La ruina de PDVSA”) lo escribí dos años antes de que el gobierno de Estados Unidos impusiera las primeras sanciones, en 2017 (la prohibición de hacer operaciones con bonos de PDVSA y de la República), a las que siguieron las de 2019 (el cierre del mercado estadounidense). Allí se demuestra, claramente, que ese proceso de destrucción de nuestra principal industria no fue producto de las sanciones, sino de las pésimas políticas públicas que se aplicaron durante los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro. En esos artículos, vas viendo cómo llegamos al desastre que estamos viviendo actualmente.
Cuesta entender que, hechas las advertencias hasta la saciedad y desde distintos sectores, hayamos caído en el abismo, y la pregunta es: ¿Una sucesión de errores o política deliberada? ¿Estamos ante una demostración colosal de incompetencia?
Creo que hay mucho de todo de lo que hay en tu pregunta. Pero quiero resaltar un aspecto, que también lo menciono en la parte política, al que llegué por convencimiento. Esto es producto de una estrategia diabólica, diría, que no solamente se ha visto en Venezuela sino en otros países. Recuerdo un artículo que titulé “Las revoluciones fatídicas”, que hacía referencia al famoso libro Political order in changing societies, escrito por el profesor de la Universidad de Harvard, Samuel Huntington. El objetivo de la revolución francesa, de la revolución rusa y también de la revolución cubana, no era alcanzar el bienestar de la población, el bienestar económico, sino cambiar y liquidar los valores de la sociedad, en los que se habían basado los sistemas políticos anteriores. Sustituir a una clase política por una oligarquía revolucionaria, transmitiendo el mensaje de que la revolución está luchando para mejorar las condiciones de vida que gobiernos anteriores empobrecieron o llevaron a la miseria. Pero realmente lo que hay es una sustitución, un quítate tú para ponerme yo. ¿Qué es lo que ves en esos artículos? Que las revoluciones de corte comunista lo que invariablemente hacen es fomentar la miseria, entre otras cosas, porque la miseria crea dependencia del Estado y sumisión al gobernante. Yo creo que eso, realmente, es algo perverso. Se fomenta la miseria para darle sustento a esta revolución fatídica.
Uno de los temas que incluye en su libro es la inflación. A decir verdad, desde el año 1983, cuando colapsaron las finanzas públicas, los venezolanos no hemos podido resolver el problema inflacionario. Tenemos casi 50 años, que se dice fácil, viviendo bajo la espiral inflacionaria. ¿Por qué ese flagelo ha perdurado en un lapso inconmensurable?
Posiblemente nosotros teníamos un complejo de superioridad. Éramos la envidia del mundo entero, incluyendo al mundo industrializado, porque hasta mediados de los años 70 la inflación era bajísima (1,5 o 2 por ciento), mientras el resto de los países latinoamericanos eran vistos como los parias de la inflación mundial. Bueno, Venezuela era una excepción incuestionable. Pero eso cambió radicalmente. Y nunca quisimos aprender del resto de los países latinoamericanos, que en un momento empezaron a implementar el remedio a los problemas inflacionarios. Ya se sabía cuál era el remedio para abatir o controlar la inflación. Nosotros no quisimos aprender de esas experiencias. Eso también lo ves en libro. Ya sabemos cuál es el remedio, cuáles son las consecuencias, ¿Qué estamos esperando? Pero, ¿qué era lo que oías? Unas críticas destempladas. ¿Realmente nuestros políticos son peores que los de Colombia, Chile, Brasil o Perú? No lo creo, pero los políticos de esos países aplicaron el remedio y se comprometieron a controlar la inflación. Ahora vemos una tendencia opuesta y pareciera que en esos países están cometiendo los mismos errores que cometimos nosotros en los años 90.
Hemos llegado al punto de que una inflación de tres dígitos, como la que tenemos actualmente, se relativiza e incluso se valora como un éxito.
Sí, tú no te explicas cómo Venezuela se adentró en ese proceso inflacionario hasta llegar a tener la hiperinflación más descomunal de la historia de América Latina, como fue la hiperinflación que tuvimos en 2018. Cuando uno estudiaba la hiperinflación de Perú, la de 20.000 por ciento de Bolivia, a uno no le cabía el asombro. ¿Guao cómo llegaron a esto? Pero nosotros sufrimos una hiperinflación oficial de 130.000 por ciento, que probablemente fue mayor a eso que reporta el Banco Central. ¿Cómo fue que caímos en este absurdo, cuando todo el mundo sabía lo que había que hacer para evitar o abatir un proceso inflacionario?
En una entrevista que le hice en 2010, ya usted advertía que “estábamos al borde del precipicio”. Sus opiniones, sus argumentos, estaban respaldados por cifras oficiales disponibles. Eso desapareció del mapa. Caímos, efectivamente, en el abismo. Y el año 2018 es la mejor demostración, pero ahora no podemos evaluar en qué áreas habría que establecer prioridades, porque vivimos bajo un apagón de las estadísticas del país. Todo es opacidad.
El gobierno comete la idiotez de pensar que, escondiendo la información, la gente no se va a dar cuenta de lo que se está viviendo. Eso es algo totalmente absurdo e ilógico. Es al contrario, cuando la gente no tiene información piensa que las cosas son muchísimo peores de lo que en realidad son. El Banco Central ha mejorado en algo su política informativa, porque ahora está publicando datos de la inflación mensual, con retraso, pero se publican. En materia monetaria sigue dando información más o menos regular. Ahora, está totalmente desfasado en otras materias, como balanza de pagos o el comportamiento del Producto Interno Bruto. ¿Qué se pretende con eso? Bueno, engañar a la gente, que no se dé cuenta de lo que está viviendo, de lo que está sufriendo.
El primer intento de abrir la economía, de abrir la competencia a los empresarios, lo propuso el ex presidente Herrera. Un segundo intento lo hizo el ex presidente Carlos Andrés Pérez (el Gran Viraje), y un tercero corrió por cuenta del ex presidente Rafael Caldera (La Agenda Venezuela). Lo curioso es que esos tres intentos acabaron en un fracaso político colosal. ¿Podría hacer un correlato entre esas políticas y los dirigentes que trataron de aplicarlas?
En el libro hay una idea (reiterada en varios artículos) que he sostenido desde que empecé a analizar la economía venezolana. Me hice una pregunta: ¿Cuál fue el gran pecado que cometieron los políticos de la era democrática, sobre todo entre 1978 y 1998? Esencialmente transmitir un mensaje: Venezuela es un país rico. Por lo tanto, todos los venezolanos tenemos el derecho innato de que el Estado nos resuelva los problemas. ¿Por qué? Porque el Estado es el receptor original de la riqueza, de ese ingreso, de esa renta, y la pregunta que muchos se hacían era: ¿Por qué tú sigues siendo pobre? Porque el gobierno, que está finalizando su período constitucional, falló. Elígeme a mí y esto se va a corregir. Ese era el mensaje que, tradicionalmente, nosotros oíamos en las campañas electorales.
El eslogan del ex presidente Herrera: “Luis Herrera arregla esto”.
Exactamente. Entonces, quien llegaba al gobierno lo que tenía que hacer era corregir el desastre que dejaba la administración anterior y, en los últimos dos años, los voy a disfrutar. El que venga que arree con el problema. Eso fue lo que se vivió año tras año. Coincidencialmente eso tiene mucho que ver con el comportamiento de la renta petrolera, lo ves en los estudios de Asdrúbal Baptista. Eso es lo traté de reflejar en mis artículos del año 88 y 89. Yo fui muy crítico. Esto tiene que cambiar. Y ese cambio vino, en diciembre de 1998, pero para peor. Elegimos a Chávez para que arreglara el problema, pero lo que hizo fue empeorarlo radicalmente. Esa ha sido nuestra historia. ¿Pero quiénes éramos los que hicimos esa advertencia? Los profetas del desastre, los pájaros agoreros que decían puras pistoladas.
El chavismo prometió acabar con el rentismo petrolero, pero en realidad lo cambió por el rentismo del Arco Minero, por la venta del oro, por las remesas y las operaciones comerciales. Pero el mensaje sigue tan vigente como la cultura rentista. Un mototaxista me dijo en una ocasión: “Maduro tiene los dólares, pero no los quiere sacar a la calle”. ¿Qué diría del rentismo como herramienta económica y como noción cultural?
Nosotros vivimos de esa renta petrolera que, efectivamente, fue la que llevó a ese estamento político, sobre todo en los últimos 20 años de la era democrática, a decir que este era un país rico. Idea que Chávez la aceleró y profundizó. Este es un país rico, tiene una renta elevada y por lo tanto todos los venezolanos tenemos el derecho a vivir y a que nos resuelvan todos los problemas. Bueno, hasta que se acabó la renta, hasta que acabamos con la renta. ¿Y ahora qué hacemos? Seguimos siendo un país rico. Y de ahí la citas que haces. Somos un país rico, pero Maduro tiene agarrados los reales. Simplemente, no queremos ver la realidad que tenemos ante nosotros, no queremos ver la realidad que se ha vivido en este país por décadas. Lo que estamos viviendo es el resultado de esa miopía reiterada. De que se hicieron las advertencias no hay duda. Pero éramos los profetas del desastre.
Los bodegones se han multiplicado como hongos, pero nos dicen que algo anda mal. Que no hay aparato productivo, no hay industria que procese la producción agrícola.
Se destruyó el aparato productivo y ese proceso de destrucción está claramente reflejado en el libro. ¿Por qué lo destruyeron? Por amenazas permanentes, por la imposición de controles que condenaban a los empresarios y a los productores a trabajar a pérdidas, por la confiscación de materias primas e insumos, por la expropiación y expoliación de empresas. Aquello llevó a la quiebra al sector privado. Muchas empresas del sector privado pasaron al sector público, a través de las nacionalizaciones, expropiaciones y expoliaciones. Y ocurrían dos cosas. O dejaban de producir o sólo producían una fracción de cuando estaban en manos privadas. Empezamos a depender de las importaciones para abastecer el mercado interno. Mientras el petróleo diera los dólares suficientes para importar, no había problemas, pero el problema afloró dramáticamente porque los dólares se acabaron, porque también destruyeron a PDVSA. Ahí se acabó todo. Caímos en ese proceso hiperinflacionario. A crear dinero a mansalva producido por el Banco Central para financiar el gasto público deficitario. De ahí la debacle, eso es lo que hemos vivido.
Entonces, ¿Venezuela no se arregló?
Cuando se acabaron realmente los dólares, ¿cuál fue la reacción? Ustedes, el sector privado, que tienen dólares afuera, vean cómo hacen lo que intentó el gobierno, que es ser el importador exclusivo de Venezuela. Allí surgen los bodegones, esta burbuja que estamos viviendo de un pseudo abastecimiento y la idea de que se solucionaron las cosas. ¿Cómo que se solucionaron las cosas? Se solucionaron para un cuatro o cinco por ciento de la población, que puede disfrutar de esos bodegones, pero la gran mayoría de la población sigue viviendo en la miseria descomunal, son los cinco o seis millones de venezolanos que han tenido que irse en busca de sobrevivencia, porque aquí no pueden sobrevivir.
La verdad es que esta clase política no escucha.
Tampoco escuchaba la anterior. Esa es la razón fundamental de mi crítica al sistema democrático, sobre todo entre los años 70 y los 90. Esa clase política no escuchó, lo que hizo fue burlarse de uno, desacreditar a todo el que emitía críticas o hacia propuestas para corregir las cosas. Ese estamento político tiene mucha culpa de lo que hemos vivido en los últimos 40 años.
Digamos que le hicieron parte del trabajo a Chávez, pero la descalificación subió de tono: apátridas, escuálidos. Pero a estas alturas, la sociedad venezolana eligió desconectarse de la política, de las reflexiones que tarde o temprano debería hacer. ¿No le llama la atención esta huida hacia adelante que estamos viviendo?
Sin duda alguna. Uno se pregunta: ¿Cuándo es que vamos a aprender? ¿Cuándo vamos a tomar conciencia de las cosas? Caramba… caramba. Ahora, yo soy un convencido de que el líder surge en el momento en que tiene que surgir. Ese fatalismo, esa pregunta, ¿dónde está el líder que nos va a sacar de esto? Eso no existe. En “El surgimiento del líder”, señalé un ejemplo, el mismo Chávez, que cuando se lanzó en febrero o marzo de 1999 la gente se preguntaba ¿en qué está soñando este payaso? Y seis meses después, era el candidato incuestionable que ganaba. Ahí surgió un líder para mal, pero lo hizo en el momento en que tenía que surgir. Yo estoy convencido de hay un grupo de jóvenes, que no están sonando como líderes incuestionables, que están en un segundo plano, pero están actuando de una forma que uno dice ¡guao! Aquí hay un liderazgo que nos podría sacar de este atolladero.
Economista egresado de la UCAB. Maestría en Administración de Negocios y Doctor en Economía por la Universidad de Pennsylvania. Profesor Emeritus del Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA). Director de Ecoanalítica. Ha sido miembro de las juntas directivas de varias organizaciones venezolanas y extranjeras.
Hugo prieto – Pedro Palma