Los incidentes -o estallidos- de violencia en Guadalajara, Guanajuato, Ciudad Juárez y Baja California la semana pasada despiertan un número importante de interrogantes. Dejando a un lado las teorías conspirativas -que normalmente a mí me encantan, pero en este caso son absurdas- existe la duda sobre si hemos rebasado ya un nuevo umbral en materia de violencia y de potencia del crimen organizado. La teoría de Andrés Manuel López Obrador, a saber, que esto lo organizó la derecha para desestabilizar al gobierno, casi me daría gusto: No veo la capacidad entre mis amigos opositores, de una estirpe u otra, para semejante faena. En cuanto a la acusación estridente de que los ataques en las ciudades o estados mencionados le vinieron “como anillo al dedo” a AMLO, para poner histérico al país y lograr su propósito de incorporar de jure a la Guardia Nacional a la Secretaría de Defensa Nacional, vale el mismo argumento. Nadie ha detectado semejantes habilidades en la 4T como las que se hubieran requerido para planear, organizar y ejecutar un despliegue así. Son demasiado ineptos.
Pero las preguntas subsisten. Primero, está la de la motivación. ¿Se trató únicamente de la interrupción de una junta “en la cumbre” o “sucesoria” del Cartel Jalisco Nueva Generación? ¿O desde la otra cumbre, la de Washington, hubo un apretón más severo de lo que se ha informado? Además de la detención de Caro Quintero, ¿Estados Unidos exigió una actitud más vigorosa y severa contra los cárteles en general, y esta fue la respuesta del CJNG? ¿Tiene el Mencho tal capacidad de respuesta rápida, poder de fuego, organización y omnipresencia para reaccionar así ante una ofensiva del gobierno?
Esto conduce a una segunda serie de interrogantes. Una cosa fue la reacción del Cartel de Sinaloa ante la detención de Ovidio en Culiacán, y otra un despliegue de fuerza -no necesariamente de mucha gente- en varias ciudades -casi una decena, casi de inmediato-. ¿Se trató de una respuesta coordinada, de un solo sujeto, con capacidad de infligir daño a la ciudadanía en múltiples localidades? ¿O más bien de un fenómeno “copycat”, donde grupos disímbolos, sin mayor enlace entre ellos, con motivaciones diferentes, actúan casi simultáneamente, emulando al primero? En la primera hipótesis, ¿hubo de por medio una decisión estratégica del CJNG, o simplemente una respuesta táctica, que degeneró en niveles y tipos de violencia nuevos, pero no buscados?
En efecto, parece que ahora sí va a ser difícil repetir la misma cantaleta que persiste desde Calderón: no importa, porque se matan entre ellos. Aquí mataron a “civiles” inocentes, transeúntes, consumidores, periodistas, niños, etc. Y no por error, o accidentalmente, como daños colaterales. Más bien, da la impresión que de eso se trataba: de mostrar crueldad, cinismo, barbarie casi, para espantar a la población y sobre todo al gobierno. Los ataques en particular a las tiendas OXXOS dejan a uno perplejo: salvo por la ubicuidad de los mismos, no hay una razón aparente que explique la predilección del narco por las tiendas de Femsa. Lo que sí sugiere todo esto es un cambio cualitativo, sobre todo si es duradero, de la acción de los cárteles. ¿A qué se debe?
No albergo la menor esperanza de que el gobierno responda a estas preguntas. Hay, sin embargo, expertos y exfuncionarios con larga experiencia en estos menesteres que podrán ilustrarnos con el paso del tiempo. Habrá que tener paciencia. Tal vez Washington filtre algo. Pero las respuestas urgen, sobre todo si resulta que el modus operandi de los cárteles efectivamente se transformó. Y más aún si el procedimiento se repite en estos días. La gente se puede espantar. Ojalá la lleve a preguntarse seriamente quien quiere que la gobierne.