Tema difícil de abordar, éste de la propuesta de Luis Almagro, Secretario General de la OEA; hay que escoger cuidadosamente las palabras y medir bien lo que se dice, para no exponerse gratuitamente a insultos y dentelladas de parte y parte, de opositores y de adoradores del proponente, aunque se da la curiosa situación que los adoradores de hoy fueron los opositores de hace unos meses y viceversa. Además, tengo la impresión, por los comentarios, opiniones y artículos vistos, que esta propuesta no va a gustar ni a tirios ni a troyanos.
No gusta a los más radicales −sospechosamente callados algunos de ellos− porque estos no aceptan nada distinto al “Chávez vete ya” y menos que alguien, sea Almagro o quien sea, que les diga que hay que “reconocer”, aunque sea “de facto”, al régimen actual y coexistir con él, eso les resulta intolerable; mucho más si se les dice empleando la palabra “cohabitar” que es el insulto favorito que nos endilgan a los que no estamos de acuerdo con sus propuestas y planteamos la vía de la negociación, para llegar a unas elecciones libres y supervisadas internacionalmente.
Y por lo que estoy viendo, los menos radicales tenemos, cuando menos, nuestras dudas acerca de varios aspectos de la “Propuesta Almagro”; por ejemplo, en mi caso particular, la tengo sobre la parte final de la misma, en la que habla de “institucionalidad compartida, de poderes del Estado compartidos”. Tengo mis reservas, pues no hay en Venezuela, hoy por hoy, eso que él llama “estado compartido”, ni siquiera su posibilidad inmediata, con una oposición tan fragmentada y debilitada. Si esto es así, entonces uno se pregunta ¿A quién favorecería más la propuesta?, obviamente no es difícil concluir que sería al régimen actual.
Cohabitar y coexistir.
Creo que lo más sensible de los términos de la “Propuesta Almagro” es que “cohabitar” tiene entre nosotros una connotación muy peyorativa, de complicidad, claudicación, “conchupancia”; pero, para Luis Almagro, es obviamente otra cosa. Para él la palabra “cohabitar”, porque es un político avezado y culto, probablemente, hace referencia a un término político, para algunos estrenado en la Francia de Mitterrand y Chirac, que implica el reconocimiento del rival, para convivir e incluso gobernar con él. Se podrían escribir tratados, acerca del tema, no es el caso; y también decir muchas cosas sobre la intención de Almagro, pero lo mejor es siempre lo más simple: A pesar de emplear ese término, no creo que Almagro, después de lo que ha dicho en el pasado y reafirma en su propuesta, este planteando algún tipo de claudicación o convivencia con un régimen como el que gobierna en Venezuela.
A pesar de las reservas que se puedan tener con su propuesta, lo importante es que Almagro nos plantea, nos trae a la mesa, la idea de que es imprescindible entender los límites del coexistir, de la convivencia política, el reconocer que en Venezuela hay un gobierno que, aunque abusivamente y con todo tipo de trampas, triquiñuelas y fraudes ha mantenido el poder, no podemos negar que aún tiene cierto apoyo popular. Y eso no desaparecerá de la noche a la mañana, aun cuando se dé un cambio de régimen o de poder en el país.
Con estos argumentos por delante, paso a evaluar la propuesta, prescindiendo de calificativos y juicios acerca de la intención de Luis Almagro; no pretendo escudriñar en su fuero interno, cosa para la que me declaro incapaz, y tampoco explicar porque para muchos pasó de sus posiciones iniciales sobre Venezuela en 2016, al “estrellato” de 2019 y a la desgracia, ahora, en 2022. Lo que sí se puede afirmar es que sus planteamientos han sido siempre polémicos, pero siempre a favor de la democracia y la libertad en Venezuela, y eso se agradece.
¿Dos Almagro?
Por supuesto difiero respecto a que nos encontremos frente a dos personajes, frente a dos Almagro. Se trata del mismo de siempre; político “de raza”, valga el término, que trata de ubicarse en la realidad que él ve y como él la entiende para plantear una estrategia. Por ejemplo, Almagro en 2019 nos planteaba posiciones, para mí extremas, sobre las salidas a la crisis humanitaria compleja que padece Venezuela, como la necesidad de una intervención internacional, con base en el principio de “responsabilidad de proteger”, el famoso R2P que nadie logró explicar bien y que no se ha aplicado en ninguna parte. Hoy Almagro navega en aguas aparentemente más tranquilas y tras admitir el fracaso de la estrategia que él ayudo a trazar en 2019 −fracaso que admite claramente en su artículo− nos propone otra vía.
El diagnóstico de Almagro.
Sin embargo, a pesar de su −para algunos− atenuada propuesta, hay que reconocer y destacar que Almagro reafirma de manera impecable su diagnóstico sobre Venezuela, sus criterios y sus críticas. Hay en Venezuela, dice Almagro, una crisis humanitaria, violación sistemática de derechos humanos, crímenes de lesa humanidad, una crisis migratoria como no se había visto nunca en el hemisferio, ejecuciones extrajudiciales, torturas a detenidos, presos políticos, inhabilitación arbitraria de candidatos, desnutrición y mortalidad infantil, imposibilidad de la población para acceder a medicamentos, dificultades para obtener alimentación. Resalta además el profundo proceso de desinstitucionalización, que ha llevado al gobierno a ser incapaz o insuficiente para resolver necesidades básicas de derecho a la salud de la población, para resolver los temas de violencia y criminalidad que afectan al país, incapacidad de la FFAA para atender el control territorial del país y la protección de la integridad territorial del mismo.
Todo eso y mucho más, está presente en el diagnóstico que acompaña la propuesta de Almagro, y añade que todo ello esta además refrendado y confirmado por agencias internacionales de derechos humanos.
Almagro, tras admitir que Venezuela está hoy en una situación algo diferente a la que vivió en años anteriores, pues está viviendo, dice, una “burbuja económico-financiera”, agrega que ésta en realidad “ha traído una lógica exacerbación de las desigualdades” y que a pesar de todos esos “cambios”, que lo llevan a él a cambiar su óptica y su propuesta de estrategia, reafirma que “Venezuela continúa por el sendero de destrucción, de falta de garantías, de falta de opciones de vida para la gente. Todavía contamos presos políticos, torturados, ejecuciones extrajudiciales, actividades criminales como narcotráfico, minería ilegal, contrabando, corrupción.”
Una propuesta distinta.
Almagro, entonces, no claudica en su concepción sobre el régimen venezolano, solo que, tras admitir el fracaso de la estrategia anterior, propone una salida política distinta a la que favoreció y propugnó en el pasado, que hizo tan felices a los sectores radicales venezolanos −y a los menos radicales, militantes, como ya dije del “Chávez vete ya” −. En efecto, Almagro afirma, y ese es el núcleo de su propuesta, que “…el diálogo sigue siendo la única esperanza… (y que) … esto implica cohabitación…implica un ejercicio de diálogo político real, de institucionalidad compartida, de poderes del Estado compartidos” (Negrillas mías)
Antes de continuar con el contenido de su propuesta, debo decir que −en opinión de muchos− parece haber aquí un salto en el discurso de Almagro y creo que en la parte final de su planteamiento, en la frase anterior, se deja llevar por el deseo y el optimismo un tanto excesivo, pues como ya dije, no hay en Venezuela, hoy por hoy, un “estado compartido”, ni siquiera su posibilidad inmediata; desgraciadamente, no hay en Venezuela dos fuerzas similares enfrentándose por el poder del Estado; hay una fuerza, la del régimen; y la otra, la de la oposición, está apenas por construir.
Los contrapesos
Pero, volviendo de lleno al tema, Almagro recoge un tanto −o mucho− sus velas, se coloca límites y advierte claramente la necesidad de definir “contrapesos”, que, sin ellos, la “cohabitación” que plantea se transformaría en complicidad: “Compartir es contrapesar. La cohabitación sin contrapesos puede transformarse en complicidad. El esquema de cohabitación a discutir en un proceso de diálogo debe dar garantías de contrapesos para quienes cohabitan. En caso contrario será una frustración más.”
La “Propuesta Almagro” si bien habla, como vemos, de unos “contrapesos”, sobre los mismos nada o muy poco dice; pero, los insinúa en el contexto y en todo caso, no es difícil imaginar cuáles podrían ser: Apertura de la economía, respeto a los DDHH, respeto e independencia de las instituciones del Estado, libertad de los presos políticos, cese de las persecuciones, y un largo etc. que cuando uno lo lee o contempla lo que se espera del gobierno, no puede dejar de pensar que se está proponiendo que el régimen deje de ser lo que es, conscientemente, y se vuelva exactamente su contrario. Esta es la utopía de Almagro, su buen deseo, que −aun estando plenamente de acuerdo, como lo estoy yo, con la vía del diálogo y la necesidad de coexistir en una Venezuela donde realmente quepamos todos− eso es algo que hoy no se puede dejar de contemplar con un ojo abierto y uno cerrado.
Necesidad de atenuar su propuesta.
Creo también que, vista la fuerza omnímoda de un lado −control de la fuerza armada y de la administración de justicia− y la debilidad del otro, la estrategia opositora debe incluir la consideración de que la supuesta apertura del régimen, la llamada “voluntad democrática” de la “élite” gobernante, no sea más que una farsa.
Pero, además de considerar que éste es hoy un cambio utópico, a favor de su propuesta hay que decir que lo que nos propone Almagro es precisamente el “camino largo” que nos falta recorrer, el final del juego al que debemos llegar, del que todavía estamos lejos, pero es la dirección a la que hay que apuntar.
Viendo su propuesta, aunque algunos mantengan su escepticismo, debemos reconocer, que hoy como ayer Luis Almagro nos ha puesto a pensar en un tema que hemos preferido evadir; y personalmente le agradezco la ruta que hoy nos propone diálogo y coexistencia, mucho más que la que nos propuso en años recientes, con la que nunca estuve de acuerdo. Es decir, reitero que, aunque no estuve de acuerdo con su propuesta estratégica, si le agradezco, como hoy lo hago, que puso a Venezuela en el mapa del mundo y alertó acerca de los desmanes que aquí se cometían y cometen y la vía totalitaria que el régimen estaba recorriendo y recorre.
¿A dónde nos lleva Almagro?
Pero, ¿A dónde nos lleva la “Propuesta Almagro”? De llegar a concretarse, nos lleva a un camino que tampoco agrada a muchos: Cuando tengamos la fuerza, que hoy no la tenemos, habrá que negociar una transición, habrá que hacer concesiones de parte y parte y aunque sabemos claramente cuáles son las que pediremos, no sabemos bien que tendremos que dar a cambio, pero algo tendremos que dar a cambio. Ni la palabra “negociar, ni la palabra “concesiones”, agradan a muchos”.
Pero es claro que el gobierno democrático que surja, será eso, democrático, no puede ser igual al que estamos dejando atrás; quienes asuman el poder tienen que ejercer su mandato, exactamente, de manera opuesta a como se ha ejercido en los últimos 23 años: habrá límites, habrá controles populares, ejercidos a través de las instituciones −Asamblea Nacional, poder verdaderamente ciudadano, tribunales independientes del poder central, etc. – habrá responsabilidad de los funcionarios en el ejercicio de sus funciones, de las que rendirán cuentas, porque se tomará en cuenta que los ciudadanos sí existen y controlan al poder que eligen.
Conclusión.
A pesar de algunas consideraciones y reservas, creo que debemos agradecer a Luis Almagro que no cese de considerar y recordar la situación que vive Venezuela; debemos rescatar de su propuesta su acertado y duro diagnóstico sobre Venezuela; y también que haya admitido el fracaso de una estrategia que no nos condujo a ninguna parte y que ahora nos haya puesto sobre el tapete la necesidad de considerar y discutir la importancia de dialogar y coexistir, para crear un país incluyente.
Si hemos criticado, entre muchas otras cosas, que el actual régimen no es más que el reemplazo de una élite en el poder y la destrucción de los valores de la sociedad en que se basaba el sistema democrático, lo que en el fondo Almagro nos plantea y con lo que estoy de acuerdo, es con que el que vamos a construir no se puede basar en esa misma conducta, en el falso principio del mero reemplazo de una élite y continuar la destrucción de los valores. Para decirlo en otros términos, el gobierno, el sistema democrático que se cree, tiene también una tarea educativa, tiene que ser en sí mismo un sistema de educación democrática, cívica, ciudadana; repito, no es solo cambiar el sistema político, es contribuir a cambiar la mentalidad del venezolano.
Politólogo – Página web de: Ismael Pérez Vigil / Política, el arte del ciudadano