Prefacio
La guerra fría fue una pugna por la influencia mundial entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Los dos países emplearon diversos métodos, aunque nunca llegaron a lanzar un ataque directo y total contra sus respectivos territorios. La creación de alianzas rivales, la prestación de ayuda militar y económica a los estados que eran clientes suyos y a los que aspiraban a serlo, una masiva y costosa carrera armamentista, las campañas de propaganda, el espionaje, la guerra de guerrillas, la lucha contra la subversión y los asesinatos políticos fueron los métodos que usaron.
La guerra fría fue uno de los conflictos más largos de la historia de la humanidad, ya que duró más de setenta años, con algunos períodos en los que disminuyó la hostilidad. Fue también la guerra de mayor alcance entre las que ha habido en el mundo: se hizo en todos los continentes del globo y, teniendo en cuenta la carrera del espacio, también por encima de ellos. Asimismo, fue uno de los conflictos más costosos, no sólo por el número de vidas que se perdieron, sino también por los recursos que consumió. Al final, la Unión Soviética se derrumbó, y el comunismo expiró, al menos la forma de comunismo que existía en dicho país. Pero, como señaló Mijail Gorbachov, ambos bandos sufrieron numerosas pérdidas. Estados Unidos perdió muchas vidas y, además, consumió enormes recursos económicos, y los principios democráticos en los que se fundamentaba la nación norteamericana corrieron peligro.
Durante decenios, los historiadores han discutido sobre los orígenes de la guerra fría. ¿Quién o qué fue su causa principal? ¿Fue inevitable?
Algunos, los exponentes de la interpretación ortodoxa, afirman que el principal culpable de la guerra fría fue la Unión Soviética y que Estados Unidos no tuvo más opción que contener y, donde fuera posible, trastocar la expansión de un estado comunista agresivo que ambicionaba por encima de todo derribar el capitalismo, la democracia y otros aspectos de la cultura occidental.
Los revisionistas, en cambio, sostienen que Estados Unidos fue el principal responsable de la guerra fría y que la Unión Soviética se vio obligada a reaccionar a la agresividad de un país que estaba decidido a fomentar la expansión del capitalismo asegurándose el acceso ilimitado a los mercados y recursos del mundo y resuelto a aplastar a los movimientos revolucionarios que amenazasen sus intereses. Una interpretación más reciente es la posrevisionista, que echa la culpa de la guerra fría a ambos bandos. En esencia, los posrevisionistas dicen que la actuación de ambos bandos provocó reacciones hostiles en el otro bando y que esto creó una especie de ciclo acción-reacción en el cual el nivel de animosidad se elevaba periódicamente hasta niveles peligrosos e incluso llegaba al borde de una guerra nuclear total que ninguno de los dos bandos deseó jamás.
En la actualidad, el objeto del debate entre los historiadores y otros analistas es por qué terminó la guerra fría. Unos afirman que la causa fue la victoria de Reagan, es decir, atribuyen el fin de la guerra fría a la política de firmeza que siguió el gobierno de Reagan durante los años ochenta. Según este punto de vista, la política de «paz basada en la fuerza» que siguió Reagan empujó a la Unión Soviética hasta el borde del colapso económico y obligó a los soviéticos a pedir la paz y poner fin a la guerra fría.
No todo el mundo acepta esta interpretación. Algunos analistas atribuyen el final de la guerra fría principalmente a factores internos del imperio soviético. Arguyen que a causa de estos factores el último dirigente soviético, Mijail Gorbachov, tuvo que hacer concesiones que significaron el fin de la guerra fría y, además, provocaron la caída del comunismo y la desintegración del imperio soviético.
¿Cuál fue la causa de la guerra fría? ¿Por qué terminó? Éstas son las preguntas más importantes a las que tratará de responder el presente libro.
Debido al alcance de la obra, estoy en deuda con innumerables investigadores, historiadores y otros analistas de cuya labor la presente obra es en esencia una síntesis. He procurado reconocer dicha deuda en mis notas finales y en las sugerencias de lectura, en las que se indican las obras en las que me he basado para escribir el presente libro. Debo especial agradecimiento a mis editores, Nancy Lañe, que me animó a seguir con el proyecto, John Bauco, que ayudó a guiarlo hasta el final, y Martha Morss, que hizo muchas sugerencias útiles sobre el manuscrito. También quiero dar las gracias a mi viejo amigo George Barnum de la Case Western Reserves Freiberger Library por su incansable ayuda en la preparación del libro. Como siempre, estoy en deuda con mi mejor amiga, y esposa, Jo Ann, por su paciencia, su aliento y sus sabios consejos. Quiero dedicar el libro a mis dos admiradoras más grandes, que son a la vez mis críticas más severas, mis nietas Stephanie y Victoria Szendrey. Ponen mucha alegría en mi vida.
R. E. Powaski Euclid, Ohio. Enero de 1997