José Tadeo Monagas, el mismo que se llamó Judas Tadeo, nació antes de tiempo. Perfecta Burgos, su madre, sintió dolores de parto, camino hacia Maturín. Francisco José Monagas, su padre, debió pasar grandes apuros también para ayudar a su mujer a parir aquel hijo en la llanura oriental. Era el año de 1784 y el día 28 de octubre.
Pocos días antes habían pasado cerca del pueblo de Santa Ana, donde residían los esposos Pedro Sotillo y Bárbara Pérez.
Judas Tadeo, siguió luego a Maturín y fue impregnando la sabana con su llanto. Y aquel llanto de niño prematuro corrió los mil vericuetos de la sabana, serpenteó entre morichales y se introdujo en cada rancho. Y allá en Santa Ana lo percibieron.
Bartolomé Monagas, abuelo de Judas Tadeo, presuntamente era descendiente de canarios. “En Las Palmas, jurisdicción de Valleseco, existe el municipio Monagas. Aquel, se vino bajando desde los llanos de Cojedes – región donde nació Perfecta Burgos – observando con ojo zahorí, palmo a palmo, los terrenos hasta llegar a la región de Maturín. Incontables viajes hicieron Monagas y Burgos entre Cojedes y Maturín y tantas veces bordearon Santa Ana y Aragua de Barcelona. Aquel viaje accidentado y difícil durante el cual nació Judas Tadeo, no era el primero.
Y en Santa Ana, Pedro Sotillo y Bárbara Pérez, habían comenzado a reunir muchachos. Jaime, Pedro, Miguel, José Antonio y al final apareció el último de los “Macabeos”, como llamaron más tarde a los hermanos Sotillo Pérez, por aquello de los héroes del pueblo israelita y por su generosa y honrada condición de combatientes mártires.
Cuando por allí pasó Perfecta Burgos con sus dolores de parto y, luego Judas Tadeo fue regando su llanto prematuro, ya los esposos Sotillo, habían comenzado a enhebrar su rosario de “Macabeos”. Y uno o dos de éstos percibieron, de alguna forma el vital dolor de doña Perfecta y el llanto rebelde del pequeño José Tadeo Monagas.
La rebelión transcurría por el llano. Iba a veces con los Monagas Burgos, con los Sotillo, Zaraza, Sedeño, Páez y más de un humilde labrador canario o peninsular. La llanura toda, ya estaba preñada de inconformes.
La sabana inmensa lleva y trae noticias. Las calamidades de aquel lado, las nacidas allá, encuentran formas de viajar con prontitud y para acá se vienen. Los gritos inconformes, la escasez que entra por los puertos con su taciturno rostro, también velozmente recorren la sabana; se multiplican y van dejando huellas aquí y allá
En 1790 nació en Santa Ana, el último de los “Macabeos”, Juan Antonio Sotillo. Y cuando el último alumbramiento de Bárbara Pérez, aún se pudo se pudo escuchar el lejano y último berrido del hijo de Perfecta Burgos, aquel que nació bajo el amplio cielo de la sabana oriental.
Del pueblo de los Sotillo, dejó unas notas el benedictino fray Iñigo Abbad, escritas en 1773. Las destinó su autor a los que sería su “Diccionario Histórico-Geográfico acerca de América. Entre otras cosas, allí se dice que: “a las faldas de las montañas del Bergantín, a distancia de tres leguas está el pueblo de Santa Ana, trasladado a este sitio, del de Anaco, en 1734, y últimamente, en 1750, al sitio que hoy ocupa en la quebrada de Orocopiche, en la Mesa de Guanipa. El territorio es fértil y a propósito para todo género de frutos y ganados… “.
Con la misma mansedumbre de fray Yñigo de Abbad, habló don Agustín Codazzi, muchos años después, del Cantón de Aragua al cual pertenecía la parroquia de Santa Ana:
“La villa de Aragua es una de las más interesantes de esta provincia: está situada en una sabana a la orilla del río Aragua. Su posición en el centro de las llanuras de esta provincia, en la encrucijada de muchos caminos que conducen a todos los puntos de ella; pudiendo comerciar con Barcelona, Angostura y con los llanos de la provincia de Caracas y de Cumanà; en un clima caliente pero sano, en medio de ricos pastos que alimentan un gran número de ganados; son todas las circunstancias que deben favorecer esta población para que prospere y adelante….
Precisamente, tal como lo describió Don Agustín Codazzi, Santa Ana está en una encrucijada del llano. Hacia ella conducen infinitos caminos; desde ella se va a todos los recodos del llano; y se llega con facilidad a Angostura; cerca está del padre Orinoco y también de las tibias y salobres aguas del Caribe. Es camino abierto para el ganado y tierra fértil para criarlo.
Por estas cosas, pasaron por allí tantas veces los Monagas-Burgos; y quedaron huellas de éstos. Por el ganado que va y viene y que allí en Santa Ana se criaba; por esas posibilidades para comerciar con Barcelona, Angostura y con los llanos de la provincia de Caracas y de Cumanà, nació la amistad entre quien pasa y quien queda; quien trae noticias buenas y malas, presagios y soluciones y quien los recibe. Amistad entre Monagas-Burgos y Sotillo-Pérez.
Esa encrucijada histórica que era el Cantón de Aragua y, dentro de éste, la parroquia de Santa Ana, la hizo sensible económica y culturalmente hablando para los momentos de crisis. Por eso el Cantón de Aragua, jugó un papel importante en la historia nacional y especialmente durante la lucha por la independencia. También por esto, Santa Ana dio un aporte singular y de su seno nacieron los “Macabeos”, los hijos de Pedro Sotillo y Bárbara Pérez: Jaime, Pedro, Miguel, José Antonio y el centauro Juan Antonio Sotillo.
Las dificultades siempre se manifiestan en aquellos sitios más sensibles o predispuestos por cualquier circunstancia. En una economía de puerto, o lo que es lo mismo, cuando el mayor volumen de operaciones económicas se ejecutan por la vía portuaria, éstas áreas se hacen ostensiblemente sensibles ante cualquier dificultad que altere el ritmo de la economía. Y obviamente, con generosidad y casi de manera espontánea – para decirlo con un facilismo – allí aparecen los héroes y los próceres. Y se hacen héroes personajes tan insignificantes que nunca llegan a saber la importancia del papel que jugaron.
Santa Ana y Aragua, jugaron en el llano oriental el papel que en la costa correspondió a los puertos. Eran entrada y salida de todo. Cueros, sal, ganado, pólvora, oro, diamante, onoto; y también las ideas llegaban, se fijaban en todas partes, taladraban cerebros inconformes de Sotillo, Sedeño, Zaraza y se iban más allá, por los infinitos caminos del llano.
Y esa posición de encrucijada, de entrada y salida, hizo que la mansa región, casi bucólica, que describió fray Iñigo Abad, se convirtiese en gran medida en un ojo de huracán.