¿Qué tienen que ver las caraotas con la oposición? Supongo que mucho, especialmente por lo que concierne a la flatulencia y sus consecuencias. Veamos un poco cómo se presenta el problema.
El problema con las leguminosas, como nuestras amadas caraotas, es que generan gases en el aparato digestivo. La razón está en los carbohidratos de carbono que las enzimas digestivas no logan transformar en azúcares asimilables y tienen que venir las bacterias a hacer el trabajo sucio. Esto se puede corregir con remojo y larga cocción.
Lo recomendable es hidratar los granos una media hora por lo menos. Luego hay que someterlos a un hervor, cambiar el agua, para seguir con una nueva cocción, esta vez a fuego lento y muy poca agua, la suficiente para cubrir los granos, agregando poco a poco agua caliente a medida que sea necesario.
Está también el truco del bicarbonato, una cucharadita por litro, que acelera la cocción en un 75%, pero que tiene otras consecuencias como un ligero sabor a jabón y una textura interna más harinosa de los granos.
La flatulencia es un problema común que nos afecta a todos, hayamos o no comido caraotas. Hay una contribución venezolana a su solución por parte de la bióloga Marisela Granito, de la Universidad Simón Bolívar, consultora en alimentación y nutrición, colaboradora de diversas publicaciones científicas internacionales. Granito logró identificar el microorganismo que genera ese efecto tan desagradable que induce a muchos a abstenerse de comerlas afín de no ser acusados de colaboracionistas.
Mediante un truco que no ha revelado, ni tiene por qué, se reducen los componentes del alimento que estimulan la flatulencia. «Estos componentes – dice Granito – son los alfagalactósidos, rafinosa y estaqueosa que, pese a que son hidrosolubles, son muy duros y no se pueden eliminar fácilmente por medio de la cocción». Esta es una gran propuesta venezolana que ayudaría a la humanidad, especialmente a aquellos que temen consumir granos por las consecuencias que comentamos y que ahora podrán hacerlo si temor a pasar vergüenza antes los comensales.
El efecto de las caraotas llega también a lo político y una buena manera de explicarlo es una anécdota que ocurrió en París a comienzos del siglo pasado, bajo la prolongada dictadura de Juan Vicente Gómez, tal como la cuenta el profesor Rafael Cartay en su libro El Pan Nuestro de Cada Día (Bigott, 1995)
Dos grandes seguidores, defensores y apologistas de Juan Vicente Gómez, como fueron César Zumeta y Laureano Vallenilla Lanz, tuvieron un encuentro en París donde ambos vivieron algunos años cumpliendo funciones para al régimen. Para los que no lo saben, Zumeta, luego de haber escrito en contra de Guzmán Blanco y de Joaquín Crespo, que lo llevaron al exilio, terminó apegado a Gómez, gracias a haber acuñado el manido concepto nacionalista de «orden y progreso» para justificar las andanzas del benemérito. Laureano Vallenilla Lanz, otro notable de la época, es conocido por su magna obra Cesarismo democrático, publicada en 1919, donde examina el pasado venezolano para plantear como conclusión lo del “gerdarmen necesario” y lavarle la cara a Gómez dándole soporte académico a sus desmanes y persecuciones.
Cuando Vallenilla Lanz llegó a París, en 1931, este fue el consejo que recibió de Zumeta: «Siempre he pensado que las caraotas negras, por ejemplo, no inspiran grandes cosas. Al Libertador no le gustaban. En París hay venezolanos que las comen. Creo que las encargan a Caracas y ya ve usted los resultados. Usted va a conocer aquí dos categorías de compatriotas: los amigos del gobierno que no valen nada, y los enemigos, que valen menos. Prescinda de unos y otros. Dedíquese a estudiar, a cultivarse y… suprima las caraotas».
Eso es lo que pasa con la oposición en este momento y desde hace rato. Están comiendo demasiadas caraotas.
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