En un artículo que publicó recientemente, José Toro Hardy, economista y experto petrolero, se refirió al proceso de destrucción al que, bajo el régimen del chavismo-madurismo, ha sido sometida nuestra industria petrolera. Dice, en olor de obituario: “Hoy en día sólo quedan las cenizas de lo que fue PDVSA, la empresa petrolera de mayor crecimiento en el planeta y que, en menos de 25 años, había llegado a transformarse en la segunda mayor empresa petrolera del mundo”.
El 29 de agosto de 1975, el Presidente de la República, Carlos Andrés Pérez, había promulgado la “Ley que Reserva al Estado la Industria y el Comercio de los Hidrocarburos”, o Ley de Nacionalización del petróleo, y al día siguiente, 30 de agosto, se había constituído Petróleos de Venezuela S.A. (PDVSA), empresa que tendría a su cargo la planificación, coordinación y supervisión de la industria petrolera nacional, funciones que asumió efectivamente el 1° de enero de 1976, al adquirir por su valor nominal la totalidad de las empresas estatales que sustituyeron a las concesionarias.
Para 1998, poco antes de que Hugo Chávez accediera al poder, PDVSA tenía, como lo recuerda Toro Hardy, un potencial de producción petrolera del orden de 3,7 millones de barriles diarios y se encaminaba a aumentar su producción por encima de los 5,5 millones de barriles diarios. Según se ha reportado, durante el primer semestre de 2022 la producción petrolera de Venezuela apenas ha alcanzado los 751.000 barriles diarios. La Guerra que Rusia inició el pasado 24 de febrero contra Ucrania, ha ocasionado restricciones en la cadena de suministros petroleros, por lo que se ha generado un alza bastante importante en los precios del petróleo, que no ha podido ser aprovechada sino parcialmente por Venezuela, a causa de la notable reducción de su producción de crudo durante los nefastos 23 años de gobernanza del chavismo-madurismo. En consecuencia, han caído sustancialmente las ventas de PDVSA, que eran de alrededor de los 35.000 millones de dólares, a pesar de que el barril tenía un precio de 12 dólares.
Lo que ha pasado con nuestras refinerías –para decirlo coloquialmente- no tiene nombre. Para 1998, teníamos la propiedad total o parcial de más de 20 refinerías en el mundo. La capacidad interna de refinación de PDVSA, es decir, sin incluir la que nos proveía nuestra participación en refinerías del exterior, era de 1,3 millones de barriles diarios, que nos permitía cubrir el abastecimiento del mercado interno, y, además, hacer exportaciones a todo el Caribe. Si le sumábamos a esa capacidad interna, nuestra capacidad de refinación en el exterior, tendríamos un total aproximado de alrededor de 3 millones de barriles diarios, distribuídos así: 1,3 millones de b/d en Venezuela; 950.000 b/d en los EEUU (donde también participábamos en oleoductos y controlábamos el 10% del mercado interno de gasolina a través de 17.500 estaciones de servicio); 265.000 b/d en Europa (participábamos en 4 refinerías de Alemania y en varias refinerías ubicadas en Suecia, Bélgica y el Reino Unido); y casi 600.000 b/d en el Caribe (teníamos refinerías en Curazao y en las Islas Vírgenes, y 50% en Saint Croix en asociación con Hess).
Al resumir la compararación entre la situación existente antes de que el chavismo-madurismo capturara el poder y la que se ha generado con su gestión gubernamental, José Toro Hardy hace esta amarga reflexión: “Hoy somos nada más que un productor marginal de petróleo y un exportador insignificante. Ya no somos capaces de abastecer ni siquiera nuestro deprimido mercado interno de gasolina y dependemos de que unos pocos buques cisternas extranjeros lleguen subrepticiamente al país”.
Otro destacado economista venezolano, Pedro Palma, en reciente entrevista que aparece en Prodavinci, de fecha 14 de agosto de este año, formula consideraciones dadas sobre PDVSA, que cito con cierta extensión: “…PDVSA, empresa del primer mundo…Una de las empresas líderes y de las más respetadas en el mundo, y manifesté lo preocupante que resultaban los primeros pasos que estaba dando el gobierno de Chávez. Los nombramientos de directivos y de personas polémicas. Hice una advertencia. Ojalá que este no sea el inicio del desmantelamiento de lo que se ha logrado. En los años subsiguientes: El despido de 18.000 ejecutivos, técnicos y obreros especializados , el saqueo posterior de la empresa con la modificación de la ley del Banco Central de 2005, que obligaba a PDVSA a transferir miles de millones de dólares al Fonden, para ser administrados directamente por Chávez…El famoso millardito, que luego se transformó en un verdadero saqueo. PDVSA transfirió casi 70.000 millones de dólares a lo largo de 10 años al Fonden…Aquello realmente alarmaba. Posteriormente ponen a PDVSA a financiar los planes sociales del gobierno (misiones), y a pagar la deuda china, a pesar de que esa deuda no le había significado ni un dólar de ingreso a PDVSA. La ponen a emitir bonos a mansalva para alimentar el mercado cambiario, dólares que se vendían por unos pocos bolívares. ¿Qué empresa puede aguantar semejante saqueo?”. Y seguidamente refiere que en el año 2015 escribió un artículo titulado “La ruina de PDVSA”, dos años antes de que el gobierno de Estados Unidos impusiera las primeras sanciones en 2017 (la prohibición de hacer operaciones con bonos de PDVSA y de la República), a las que siguieron las de 2019 (el cierre del mercado estadounidense). Y remata con esta categórica afirmación, en coincidencia con otros analistas: “Allí se demuestra, claramente, que ese proceso de destrucción de nuestra principal industria no fue producto de las sanciones, sino de las pésimas políticas públicas que se aplicaron durante los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro”.
La designación de cinco profesionales, sin méritos suficientes, como directores de PDVSA –la politización de la empresa- motivó la publicación de un manifiesto de los trabajadores titulado ¡Salvaguardemos a PDVSA!, y condujo al paro petrolero del 5 de abril de 2002 –“yo provoqué el paro, tenía que tomar esa colina que era PDVSA”, confesaría después Chávez- al que se sumaron el día 9 la CTV y Fedecámaras. La expulsión de 23.00 trabajadores, la mitad del personal, fue “una lobotomía gerencial que marcó el punto de inflexión hacia el desmantelamiento”.
Como escribió Eddie A. Ramírez, veinte años después, ya no se puede exclamar ¡Salvaguardemos a PDVSA!, sino gritar ¡Recuperemos a Venezuela!