Enrique Meléndez: La incultura del Metro

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En la filosofía hermética existe un arcano, que lleva por nombre La Casa de Dios, bajo un predicado que reza: destruida por el rayo. He allí un castigo divino hacia un lugar, donde sólo proliferan los vicios y las malas costumbres. Que es lo que ha venido a suceder en el Metro de Caracas; sólo el incidente, que acaba de ocurrir, donde ha resultado muerto a puñaladas en una pelea uno de los tantos vendedores ambulantes, que deambulan por sus instalaciones, ha obligado al gobierno a anunciar, que va a crear una policía subterránea, para controlar la buhonería desatada allí. Hablo de vicios en el sentido, de que cualquiera se pregunta: ¿qué hace entonces el agente, que tú ves, que está en la estación o que anda en uno de los viajes en el tren? La respuesta me la proporciona una señora, que viaja a mi lado en el primer vagón del tren, que va a las Adjuntas y donde, precisamente, hay dos policías parados en la puerta:

-Esos agentes, que usted ve allí, son los que matraquean a esos muchachos, que venden aquí. Los reúnen a todos en las tardes, y los obligan a pagar una vacuna.

Por eso no se acaba la buhonería en el Metro. Aparte, de que lo que ofrecen esos muchachos vendedores son, sobre todo, golosinas de alta calidad; importadas de Turquía; lo que lleva a suponer que detrás de dicha importación debe haber una mafia, y que no paga aranceles. En efecto, como pregonan mientras caminan por los pasillos del tren: lo que te vale en un quiosco siete bolívares, aquí yo te lo ofrezco a dos bolívares. Galletones cubiertos de chocolate, bombones, caramelos de todo tipo, papas fritas enlatadas, tostones de marca, y eso es una chorrera de muchachos, sobre todo, y que se ve que levantan familia; que necesitan darle sustento a su prole; aunque no deja de aparecer por allí el mendigo, que dice que está enfermo; que necesita comprar medicinas o el que confiesa que tiene hambre. Eso es toda una fauna; salida de uno de esos cuadros dantescos de El Bosco: el gigante, la enana, la gorda, la flaca, la mamacita cargada de chamitos, el cojo, el ciego: bolsa en mano al pregón de sus golosinas; cuando no deja de haber el cantante desconocido, y el que se presenta con su respectivo instrumento o su aparato de sonido con música de fondo, y entonces se lanza su repertorio.

Una de las escenas más conmovedoras, que yo he visto, fue ya no en el Metro, pero sí en una de las busetas, que hacen viajes a los Altos Mirandinos; cuando un “niño de la calle” se presentó descalzo, harapiento, y se lució a capela con un bolero, que ameritó el aplauso de todos los pasajeros. De hecho, un alto porcentaje de esos buhoneros son niños; quizás, abandonados por sus padres, que se marcharon al extranjero, y quedaron al cuidado de algún familiar, que no los puede sostener. Pensar que aquí hubo un programa social de gobierno, llevado a cabo en el segundo mandato de Carlos Andrés Pérez, que consistía en una beca escolar; que se le otorgaba a los muchachos, que andaban en esas edades, a los fines de combatir la deserción escolar; que hasta entonces era muy común, y capacitar a la población, en función del progreso del país, y el que funcionó bien, hasta que el comandante Chávez llegó al poder, y mandó a parar. De modo que ahí tenemos: muchachitos de nueve y diez años pateando en nuestro transporte público en función de vendedores; al servicio de una mafia explotadora y de una matraca policial.

Incluso, hay unos señores que se dedican a pasarle coleto a los vagones; justificando ese modo de ganarse la vida, ya que la necesidad, según el decir, tiene cara de hambre. De todo hay en la viña del Señor; que es el rostro de la miseria, que exhibe Venezuela. Uno es la de la gente dejando el pellejo, huyendo del país, y atravesando selvas, donde el destino los alcanza, porque los peligros están al acecho en una naturaleza inhóspita; el otro rostro es la de esta gente, que se tiene que ganar la vida en la informalidad. Hasta el oficio de la barbería quedó también para la calle; aparte de todo lo que tiene que ver con fritangas, y que también proliferan por todas las ciudades. En ese sentido, nuestro mercado se volvió micro; un mercado de subsistencia. ¿Qué se puede esperar de una nación, cuyo parque industrial ha sido desmantelado? Nos invita el mensaje del bombardeo mediático, que tiene el gobierno por las radios comunitarias, que nos quedemos en Venezuela, construyendo un país, en lugar de ir a construir países en otros lados; como si se tratara de una moda, eso de huir del país. Porque también está el otro lado: el que no tiene cancha, para montarse en ese escenario, y meterse por entre los pasajeros del Metro, pregonando su mercancía, se muere de hambre; lo que se observa en los informes o reportes médicos, que hablan de una desnutrición absoluta de nuestra población, mientras crece en forma alarmante la deserción escolar.

Ahora, ¿por qué se suscitó ese hecho violento, que produjo el saldo trágico de una muerte? Lo más probable, que por algún conflicto territorial; pues sin duda que en estos escenarios no deja de darse la figura del cacique local, mejor dicho, del pran, y el que no permite que le invaden su territorio; téngase presente que hoy en día los pranes controlan hasta los burdeles del centro de Caracas; son dueños de todo; mientras le cobran vacuna a medio mundo; de modo que por ahí pudo haber venido la cosa; pues en ese ambiente vicioso, que lo es la buhonería, se generan formas de poder de ese tipo; en especial, en un país donde hay un aparato policial ladroneado. De hecho, hay la denuncia, de que a determinada hora te atracan en el Metro, y lo más probable es que el atracador comparte el botín con el policía, que viene a ser su cómplice; aparte de la ratería dedicada al robo de celulares; sobre un fondo escabroso, ruinoso, en el que se ha venido convirtiendo el Metro, con vagones destartalados, sin aires acondicionados; estaciones hediondas a orine. El infierno de Dante.

 

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