Gorbachov hizo lo que nadie esperaba: transformó el mundo, como líder del Estado y el partido comunista soviético. Luego, el imperio soviético se derrumbó. El historiador Nikolaus Katzer recuerda sus métodos, en DW.
Deutsche Welle: Profesor Katzer, Mijaíl Gorbachov quería reformar el comunismo y no lo logró. Lo que logró, y no quería hacer de esa manera, fue acabar con el comunismo, escribió el biógrafo de Gorbachov y premio Pulitzer, William Taubman. ¿Comparte esa conclusión? ¿Es Mijaíl Gorbachov un héroe trágico?
Nikolaus Katzer: Sí, se podría describir como un héroe trágico. Si se leen sus escritos de los años de la perestroika, uno se da cuenta de que se había ilusionado con la idea de que el socialismo podía cambiarse con los medios inherentes al sistema. En ese contexto, esa tarea era gigantesca y no podía abordarla. Sin embargo, parte del logro histórico es, sin duda, que cambió el mundo para siempre. Esto en verdad fue un logro personal, se debió a su personalidad. Impulsó una nueva forma de tratar con la propia historia, así como, en parte, un nuevo lenguaje para ese tratamiento, para esa comunicación en el presente. Entonces, se puede decir que con Gorbachov comenzó una nueva época en la historia de Rusia. Tenemos que decirlo así, porque no se produjo una continuación de la historia soviética.
Gorbachov dio un vuelco al estancado sistema soviético. En los países occidentales, fue visto como una luz de esperanza; pero, en su propio país, como un sepulturero. ¿De dónde extrajo Gorbachov sus ideas reformistas?
Sin duda, se vio muy influenciado por los años de deshielo cultural en la década de 1950 y luego, desde que era estudiante, por las experiencias personales en los diversos cargos que ocupó en la jerarquía soviética. La imposibilidad de implementar reformas sostenibles, definitivamente lo impulsó a aprovechar la oportunidad que se le presentó a mediados de la década de 1980 y, como ahora sabemos en retrospectiva, a realizar lo imposible: reconducir a un país enorme con un sistema económico congelado.
La glásnost, la perestroika y la comercialización de la cultura
Glásnost y perestroika, apertura y reestructuración, dos términos que describen la dirección en la que Gorbachov pensaba llevar a cabo sus reformas. ¿Cómo reaccionó el mundo cultural ante este cambio?
Gorbachov era muy consciente de que la cultura —la literatura, el teatro, el arte— podía ser un factor importante en la transformación de la sociedad. Ahí también se acordó de los años del deshielo, cuando se usó la cultura para preparar la desestalinización. Y los conectó con la perestroika. Pero la escena cultural cambió y se dinamizó con rapidez, se escapó del control del partido y, por lo tanto, se convirtió en una fuerza dinámica independiente durante los años de la perestroika. Su desarrollo a lo largo de los años estuvo ajeno a la responsabilidad de Gorbachov. Pero los cambios que sucedieron durante la perestroika, también cambiaron la escena literaria, teatral y artística a largo plazo, de modo que hoy estamos ante unas estructuras completamente diferentes.
La mayoría de los artistas de la Unión Soviética llevaban una vida relativamente privilegiada. Aunque no se les permitía exhibir sus obras públicamente, pero sí de manera clandestina. ¿Dio la glásnost a los inconformistas una nueva libertad, pero al mismo tiempo les robó su antigua independencia?
Por supuesto, la perestroika inicialmente ofreció un alto grado de libertad de movimiento, lo que benefició a artistas, escritores y poetas. Pero en relación con los movimientos contraculturales que existían desde los años 70, a la literatura inconformista, esta fue una muy corta primavera.
Después de 1991, todos estos grupos, movimientos y tendencias del sector cultural tuvieron que afrontar el fuerte proceso de comercialización. Y, como resultado, el precio para estas partes de la cultura soviética fue muy alto. Estos movimientos siempre lucharon por la libertad artística. Y al final surgió una forma de libertad que quizás no se conrrespondía con sus expectativas.
Un Gorbachov para los rusos, otro para los alemanes
Profesor Katzer, ¿cree que hay una visión común germano-rusa de los años de Gorbachov?
Eso es difícil de responder. Yo diría que hay una gran brecha. La percepción en Alemania siempre ha sido muy positiva. Cuando Mijaíl Gorbachov estaba en el cargo, en 1989, yo era asistente en la universidad de Bonn y lo vi a él y a su esposa en esa ciudad.
Las calles estaban abarrotadas y los jóvenes entusiasmados. Apareció en las escaleras del ayuntamiento. Ni en la Unión Soviética ni luego en Rusia hubo tanto entusiasmo (hacia su persona). La euforia que prevaleció al principio, cuando se introdujeron las primeras medidas de relajación, después de 1987, desapareció muy rápidamente, porque los problemas económicos, de abastecimiento de la población y el desempleo aumentaron tan rápidamente que la gente luchaba sobre todo por asegurarse el sustento. Así que los elevados objetivos de la perestroika se hundieron en este pantano de la vida cotidiana.
El historiador Nikolaus Katzer nació en 1952, es profesor emérito de Historia de Europa del Este en la Universidad Helmut Schmidt, de Hamburgo. Hasta 2018, dirigió el Instituto Histórico Alemán en Moscú.