Todo era verdad: las iniciales eran ONG, por Milagros Socorro

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Hace unas semanas, Nelson Garrido anunció el cierre de la ONG. Fueron dos décadas de mantener una institución cultural de carácter más que privado, familiar. Nelson y su hija, Gala, también artista visual y activista de la libertad de vivir y crear. A pulmón. La ONG (Organización Nelson Garrido) era una escuela, una academia de formación integral para fotógrafos y artistas plásticos, cuyo cuerpo docente incluyó grandes nombres de ámbito internacional; era una galería; era una sala de cine y teatro; y un auditorio para conferencias. Pero era más que la suma de estas partes. Era un lugar, físico y mental, de donde siempre salías muy distinto de como habías llegado. Ahora tenías respuestas de gran valor a preguntas que no te habías hecho; habías conocido alguien con el coraje que secretamente te había faltado; salías con la certeza de que hay tantas formas de belleza como artistas en el mundo, que lo relevante no es tanto la obra como el artista, la singular criatura creadora. Pero lo mejor es que de la ONG se emergía con un inmenso POR QUÉ NO aleteando en el alma.

En la ONG todo era más complejo y a la vez más sencillo, porque no se le cerraba la puerta a nada ni a nadie. Bueno, si dejaban entrar a Nelson Garrido, esa subversión andante, esa extraña mezcla de suavidad y desplante, de glamour y anarquía, tenían que dejar entrar a todo el mundo.

—La ONG -explicó el comunicado de clausura- fue un dispositivo cultural autogestionado compuesto por una comunidad cultural, una plataforma artística, un proyecto educativo, una biblioteca pública y un espacio expositivo. Fundada por Nelson Garrido en 2002 y dirigida por Gala Garrido de 2010 en adelante, operó entre 2002 y 2022 en Caracas, Venezuela.

Además, no sé sabe cómo, en cada inauguración de muestra, siempre multitudinarias, alimentaban a todo el mundo. Garrido, uno de cuyos personajes como artista performático, es el Cristo Tripénico, (sí, de tres penes), multiplicaba los tequeños, las empanadas. Nunca se supo cómo lo lograba.

 

Caracas Sangrante, 1996: © Nelson Garrido. Cortesía Archivo Fotografía Urbana
Caracas Sangrante, 1996: © Nelson Garrido. Cortesía Archivo Fotografía Urbana

 

Premio Nacional de Artes Plástica 1991, Nelson Garrido (Caracas, 1952) es el creador de este centro de las artes, donde todo funcionaba a la perfección. Con gran seriedad y minuciosa planificación. Un espacio siempre en ampliación, donde trabajaban y debatían grupos como: los libertarios (anarcopunk), transexuales, grafiteros y performances, entre otros.

Escribo en pasado sin dolor. Las cosas tienen sus ciclos. Empiezan y terminan. Fueron veinte años becando a todo el que tocara la puerta y se manifestara impecune; abriendo cursos en los que aprendías… a ver cómo lo explico… que el arte, más que adquirirse, es una capacidad que se evoca, se convoca, se habita y se adueña de tu vida. Pero ya está bueno. Nelson y Gala tienen que hacer su obra. Que otros retomen la idea. Que otros le echen pichón.

La sede de la ONG se fue construyendo a lomos de la quinta Carmencita, que era la residencia de María Herminia Garrido, abuela paterna de Nelson, en la avenida María Teresa Toro, en Las Acacias. En la medida en que se fueron incrementando las actividades de la escuela, así como el número de sus alumnos y relacionados, se fueron  construyendo nuevos espacios. Nadie hubiera dicho, al contemplar la modesta fachada, que el interior de la vivienda alberga tantos recovecos, incluso varios pisos y hasta un ambiente que sirve de sede para una compañía de danza.

Era “el sitio de los que no tenemos sitio”, escuché decir a una artista.

El fotógrafo y artista plástico argentino, Marcos López, lo explicó en estos términos: «la verdad, he sido invitado a dar cursos y charlas en muchos lados. Finlandia, Madrid, Lima, México… el lugar donde me encontré alumnos con más ganas de interactuar, con más feeling, fue en la ONG. Me sentí realmente incentivado. Es una verdadera torre de babel creativa. Uno va subiendo las escaleras, superando las rejas anti-asaltos, las puertas blindadas, y en un verdadero laberinto de arquitectura espontánea, te vas encontrando con estudiantes de fotografía, organizaciones anarquistas haciendo panfletos, católicos ortodoxos rezando el rosario vestidos con túnicas violetas, un grupo de ex-sicarios de Medellín festejando su reunión anual, garimpeiros del nordeste brasilero jugando al póquer sus pepas de oro, mariachis, traductores de lenguas indígenas. Todos los días es una fiesta la ONG».

El artista catalán Joan Fontcuberta, auténtico mito del arte contemporáneo, dijo: “Los fotógrafos tenemos la responsabilidad de mostrar los conflictos al mismo tiempo que cuestionar las imágenes de esos conflictos: porque las imágenes son extensiones políticas de esos conflictos. Hoy los fotógrafos tenemos que hablar prioritariamente de todo eso. Y luego, si queda tiempo y apetece, podemos referirnos a Weston y a Cartier-Bresson. Eso es lo que intentamos hacer en el taller impartido en la ONG de Caracas”.

Rafael Uzcátegui, defensor de derechos humanos, para cortar camino, afirma que la ONG es la proyección de una persona: “de lo que ha sido y lo que es Nelson Garrido”.

Pero así es la vida. Llegó el momento de echarle un último vistazo a la espantosa oficina que tenía Garrido en la quinta Carmencita, de meter en una caja el Ken, los objetos camp, los juguetes de latón, la colección de cochinitos hechos en diversos materiales, en fin, artículos excéntricos, algunos vagamente obscenos… y echarle llave a la puerta. Nada impedirá que Nelson y Gala sigan dictando talleres y sacando de cada estudiante el artista que tienen dentro.

—En el contexto de la actual circunstancia venezolana, -me dijo para una entrevista que sostuvimos hace algunos años- la docencia es tan importante como mi propia obra: yo debo transmitir el conocimiento como lo recibí de Carlos Cruz Diez y César Rengifo, entre otros. Esto es crucial en un país abrumado por la superficialidad. La creación de la ONG y el esfuerzo que destino a la educación tienen la mira puesta en el país que seremos. Me angustia la perspectiva de que Venezuela en quince años sea el resultado de lo que es hoy, de esta falta de siembra. He puesto manos a la obra. De esa manera, atendemos el país de la próxima década y contribuimos a la formación de esos sectores de resistencia que no están a la venta. Eso es tan importante para mí como realizar mi propia obra y circular en espacios internacionales, que, de todas formas, lo he hecho pero compartiendo el tiempo con la formación.

Al preguntarle qué enseña, dijo que enseña a pensar. “A desarrollar un pensamiento crítico, pasar de ver a mirar, encontrar un lenguaje personal (buscar dentro de sí para detectar la voz particular). Nuestro método de enseñanza aspira a la calidad y a la calidez”.

Podría parecer paradójico que ilustremos esta nota con la estremecedora “Caracas sangrante”, (Giclée sobre papel, 50 x 80 cms). Intervención digital de Nelson Garrido de 1996. Una imagen terrible, no hay duda. Apocalíptica. Cualquier venezolano sabe a qué alude, cuál es la sangre que mana sin cesar y se desparrama. Una imagen que en su momento le valió al artista ser tildado de “maldito, de profeta del desastre”, pero que resultó una anticipación de lo que sobrevendría sobre Venezuela.

Nelson Garrido nos enseñó que la mirada puede atravesar todos los límites, incluso el del tiempo. A más de veinte de años de “Caracas sangrante”, podemos decir que la sangre está en nuestros ojos.

 

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