Crisanto Gregorio León: Su psicopatía supera su intelecto…

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Al hombre perverso se le conoce en un sólo día; para conocer al hombre justo hace falta más tiempo. Sófocles.

No hay prótesis para un psicópata pues esta no tiene cura, no hay opción para un narcisista pues se cree una deidad. Este idiota moral no tiene integridad, vende, traiciona o hace victima a cualquiera con tal de lograr sus corrupciones, no controla sus impulsos delictuales, éste es el coronel nunca más promovido, esta es su realidad y esta es su verdad.  No obstante, al igual que Russell Williams el coronel psicópata canadiense, el largo brazo de la ley lo capturará, lo hará preso, lo imputará y  lo condenará.

Es prioritario, medular, trascendental para la justicia y de ineludible clamor para la sociedad, castigar la conducta criminal del coronel psicópata, pues ya su comportamiento sin abstraernos de sus bemoles psiquiátricos ha sido expuesto por la psicología en su historia clínica que describe y analiza los procederes de este aberrado psicópata a través de mis epístolas que con tanto interés y tan gentilmente ustedes han venido leyendo y siguiendo. El arsenal de corrupción, de maldad y de sadismo del coronel psicótico narcisista  y voyerista, descuella por encima de su inteligencia. La psicopatía, lo domina, lo envuelve, lo delata, lo pone en evidencia y le descubre como lo que es: un experimentado depredador social.

Son muchos los años del coronel psicópata al frente de responsabilidades gerenciales en las que se ha dedicado a depredar de las instituciones y de las personas naturales, de las situaciones que le producirían a otros orgullo sano por el deber cumplido honradamente, pero a este militar nunca más ascendido le ha generado dólares mal habidos burlándose de la sociedad y de la fuerza militar a la que pertenece y por cuyas felonías es un desprestigiado sin honor. Si perteneciera a la fuerza militar española diríamos que no superó el curso de mandos superiores, porque se quedó estancado en el grado de coronel al ser descubiertas sus faltas graves a la ética, al honor, a la decencia, y por sus violaciones recurrentes a la ley en su entramado de delitos, indecencia, chantajes y extorsiones.  Solo lo han salvado las alcahueterías de sus cursos y monos voladores que lo han protegido y lo han mantenido impune.

Me comentó un mutuo amigo General que este coronel psicópata es un reincidente, que es como el cerdo come excrementos, que se comporta como el refrán: “cochino come mierda aunque le piquen la trompa”. Lo cambian de institución cuando ya la situación está a punto explotar y esperan un tiempo a que las cosas se calmen y sus exabruptos delincuenciales se olviden, pero él vuelve siempre a las andadas. No tiene compón y es que no puede tenerlo porque la psicopatía no tiene cura.  Este “verde infame”  donde haya que robar, donde haya como hacer trampas para quedarse con patrimonios ajenos y dólares, donde hayan insumos para virar todo y hacer fraudes y sacarle provecho delictual a cualquier giro de la institución así tenga que destruirla, allí está operando siniestramente este coronel nunca más ascendido. Es tan ratero que hasta el menaje del comedor se robó.

Y en efecto, el grado de psicopatía guarda estrecha relación a su índice de reincidencia en conductas delictuales, agresoras y depredadoras. Dicho de otro modo, el índice de reincidencia del delincuente psicópata está en función de su grado de psicopatía. Y con este coronel psicópata narcisista podríamos hacer una alegoría a modo de graficar y describir sus conductas desadaptativas. El coronel es ciento por ciento psicópata, si es que podemos porcentuar su malévola personalidad, aunado a que en él sus conductas desadaptativas están medularmente auxiliadas por sus síndromes. Tales como el síndrome de Procusto, el de Hubris, el Dunny Kruger; aderezos estos que lo hacen tener una personalidad cóctel. Sí, porque es un cajón de sastre o una caja de pandora y un cóctel de síndromes diversos.

“El principal problema de los psicópatas es su incapacidad para inhibir aquellas conductas desadaptativas, por lo que, en las situaciones de rabia y cólera actúan de la primera forma que se les viene en mente. Usualmente con comportamientos de agresividad y violencia”. Y en el caso que nos ocupa, este militar felón siempre tiende emboscadas a la ética, a la moral, a las buenas costumbres y a  las leyes, siempre busca fisuras por donde dejar entrar todo su arsenal de depredador social.

En el caso del coronel, sucumbe pues su IQ a su psicopatía. Esta le gana de mano, le es más fuerte su desorden del comportamiento a la mente que pudiera meterle a un asunto singular, pues se babea fácilmente por cometer delitos y por inculpar a otros. Hay un asunto sensible en esto, es que cree que todas sus víctimas caerán según él les coloque emboscadas, al juzgar a los otros de tan inmorales como es él, porque para tapar su mierda siempre anda urdiendo la forma de que la opinión pública voltee la mirada hacia quienes él se empeña en hacerlos mártires, en su afán de vestirse de hombre recto y probo y hacer creer que persigue a la corrupción, pero lo que hace es sacrificar a gente honesta para hacerse invisible ante el ojo escrutador.  En una de tantas ocasiones en las que despliega sus siniestros planes quiso ensuciar la reputación a un funcionario íntegro que era una piedra en sus zapatos, por lo que a través del popular chucho uno de sus monos voladores; le montó una celada con una menor de edad. Pero no contaba el coronel psicópata con la marcada moralidad de este señor, porque es todo un señor, un hombre de principios éticos, de respeto a las leyes y de profundo temor de Dios. Y al no lograr su cometido, pues quedó burlado, entonces emprendió estratagemas dolosas para dejarlo sin trabajo y en eso se valió del brillo foveal de Sussana, una mujer sin escrúpulos e ignara espiritual.

Este coronel psicópata es tan cara dura, que mira  a las personas decentes como si los corruptos fueran ellas; que para desviar la atención, se atreve a dar discursos de ética luego de leer las críticas sobre sí mismo como si no fueran para él sino para otros; que no tiene dilemas éticos porque sencillamente la ética le resbala, porque no desarrolló conciencia; que se atreve a decir que los delincuentes tienen ética porque él se justifica como un criminal ético; que incluso tilda de malayos o malditos a sus colaboradores y estos “ingenuamente” le siguen sirviendo; que subestima intelectualmente a sus víctimas  colocándole celadas para tontos; que pone cara de un señor intachable así se le vean las costuras a su corrupción;  que agrede sexualmente a las niñas y se las da de señor correctísimo siendo un bandido con uniforme; que vende ilícitamente los documentos por los que los usuarios deberían haber cumplido otros requisitos; que es un depredador social que se ha disfrazado, mimetizado, mezclado e integrado como gente sana e inocua y es una depravación inmoral , un pozo séptico.

Con la maldad encarnada en la mirada, se le ha visto repetidas veces cuando con sus coludidos guiñe el ojo al hacer trampas, cometer delitos  y al tirar por el lodo la trayectoria y reputación de gente honorable, camuflándose de hombre íntegro y decente. A este cobarde patán se le ha visto cuando cena en lujosos restaurantes con su barragana  y sus monos voladores más comprometidos haciendo uso de los dólares de la extorsión más reciente. Se sabe que ha comprado casas a través de testaferros y que se ha construido mansiones, que ha dejado muchas huellas para que la justicia vaya tras él cuando cese su apogeo delincuencial con quien hasta el momento lo apadrina. Está dejando los signos exteriores de la corrupción.

Si bien no todo psicópata es delincuente aunque sí muy propenso, resulta que el coronel es un psicópata delincuente y en él la psicopatía supera su inteligencia. La psicopatía lo arropa y le gana la trayectoria a esa inteligencia que blande a través del sesgo cognitivo  Dunning-Kruger en el que cree ser más inteligente y capaz de lo que es.

Pues sí, en el caso del coronel él es más psicópata que inteligente y sufre del síndrome delirante de licantropía, pero esto es materia de otra epístola…

Nada se puede aceptar de un malvado, so pena de envilecerse. Madame Roland.

Profesor Universitario/Abogado/Periodista/Psicólogo/Escritor – crisantogleon@gmail.com

 

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