¿La mayoría retrocedió, vuelve a Piñera o, lo peor, a Pinochet?
Los resultados electorales en Chile este domingo donde se consultó acerca de la propuesta de reforma constitucional, formulada por una Asamblea constituyente instalada hace más de un año, emergida esta de un estado explosivo del movimiento popular que, entre otras cosas reclamaba derogar la constitución vigente, la heredada de la dictadura de Pinochet, impuesta de manera autoritaria, lo que la hace, de hecho ilegal o contraria a los principios constitucionales universales, hablan de la derrota de la propuesta de los constitucionalistas, de todo el impulso popular que terminó por arrinconar y derrotar a Piñera y sus propuestas neoliberales y hasta del mismo presidente recién electo, Gabriel Boric.
Tómese en cuenta que Boric, gana las elecciones, habiendo sido de aquellos que lideraron la protesta popular contra el gobierno de Piñera y siendo entonces, su candidatura, la imagen de todo aquello. Se pensó, en un primer momento que retornaba a Chile un presidente ligado al movimiento popular y particularmente a las luchas por los deseos y aspiraciones de todos los pueblos explotados y marginados de América latina, de alguien que, como Lula, pusiese en primer plano la unidad de nuestros pueblos.
Pero mientras aquel proceso constitucional en Chile se demoraba, me imagino en largos y en veces pocos entusiastas debates por “la reforma”, Boric, lejos de “mostrarse”, hacía todo lo `posible por pasar desaparecido, en el marco de la vida chilena y de América Latina intentando dar la imagen, un tanto parecida a aquello que Pedro Pablo Kuczynski, aquel que habló de “los perritos falderos”, un muchacho muy formalito y educado, callado, después de haber estado durante días en las calles gritando por reformas y la unidad latinoamericana y contra el neoliberalismo de Piñera, los reformistas se engolosinaban metiendo hasta los sueños, como queriendo cambiar todo de un sólo porrazo, ignorando que el mundo y la gente tienen su ritmo, todo aquella esperanza empezó a desmoronarse y hasta cambiar de parecer hasta llegar a expresarse, este domingo, de manera inesperada, de manera de quedarse como estaban, con la constitución de Pinochet.
Aunque uno pudiera creer, parece lo sensato, dado que los chilenos lo son, suelen ser menos desbocados y poco dados a las intemperancias que los caribeños, que votaron no en favor de la constitución de Pinochet, para que ella se quedara, pues de no ser así estarían locos, sino que pensaron “más vale un malo conocido que un bueno por conocer”, dado el caso, como parece serlo, del excesivo deseo de reformas habidas en el nuevo texto constitucional, asunto que los votantes no pudieron digerir y hasta quizás, sirvieron para darle sustento a las campañas en contra que se pudo haber hecho entre el pueblo chileno.
Un dato importante para ser tomado en cuenta al analizar lo que pudo suceder en Chile, dado todavía no hay suficientes manifestaciones acerca del mismo de quienes uno imagina competentes para explicarlo, consiste en que ese acto electoral debió realizarse en septiembre del 2021. Lo que significa que se hizo con un retraso de un año. Las primeras informaciones que pudieran ser ingenuas o estratégicamente aliñadas con ese rasgo, es que la dilación se explica en la pandemia. Aunque, “diabólicamente”, uno podría pensar en aquello del lenguaje popular, según el cual, “el hambre suele juntarse con la necesidad”. Como que pudo haber una conducta deliberada para adormecer el interés de las mayorías, expresado en los estallidos de protesta contra Piñera, su plan neoliberal y muy particularmente por la vieja aspiración de la mayoría de los chilenos de “deshacerse” de la constitución pinochetista, de la cual se habla desde hace mucho tiempo.
Por eso, la primera pregunta que uno se hace, dado que le parece inconcebible el rechazo a la propuesta cambiar la constitución de la dictadura, una vieja y deseada meta del pueblo chileno en su inmensa mayoría, dado que estuvo de parte del proceso constituyente y hasta votó mayoritariamente, al escoger constituyentistas en favor de las fuerzas y personas que eso más deseaban es, ¿votó ahora de manera tan contundente el pueblo chileno contra la reforma constitucional, por su contenido o lo hizo contra el gobierno y la clase dirigente, dada su conducta en el poco tiempo gobernando?
Las primeras manifestaciones destinadas a explicar qué pasó este domingo 4 de septiembre cuando se votó ante la propuesta constitucional, uno cree hallar una somera explicación en las declaraciones dadas por Fidel Espinoza, senador del partido Socialista en la región meridional de Los Lagos, quien según la nota que hemos leído, “criticó duramente a los convencionales y les emplazó a hacerse responsables de lo que tildó de “debacle”. Según la nota, el senador socialista dijo de manera enfática “Háganse responsables los señores convencionales de esta debacle. Redactaron una Constitución desde el odio y sus frustraciones”.
Pero fue más enfático aún, pues agregó “Quisieron ir por todo y nos dejaron sin nada, pasarán a la historia. Se lo dijimos hasta el propio Gabriel Boric hace meses. Nos ningunearon”.
¿Se les pasó la mano a los constituyentistas?
Los números son por demás elocuentes, tanto que indican que se trata de unas elecciones donde el número de participantes fue sustancialmente elevado, en un país donde la abstención suele ser siempre la ganadora. Es como si, el instrumento, puesto en disputa, motivó a mucha gente a salir a votar contra él, tanto que lo hizo el 62%, mientras que apenas un 38.7% estuvo de su lado. Por lo que se puede repetir la frase utilizada por el medio que hemos consultado, según la cual “Chile rechazó con un aplastante 62,2% la propuesta de nueva Constitución.”
Allí parece haberse impuesto aquello de “más vale un malo conocido que un bueno por conocer”. O lo que es lo mismo, parece despertarnos las sospechas que los constituyentistas perdieron toda vinculación con el pueblo, como si se hubiesen ocultado y puestos en “blanqueo”.
Hablando de “curiosidades” o mejor de detalles contundentes que merecen ser tomado en cuenta para darle una explicación racional a lo sucedido, vale la pena leer este comentario de un medio informativo “Nada más confirmarse la tendencia en las urnas, decenas de personas comenzaron a festejar, en especial en los barrios acomodados de la capital, donde el rechazo ganó por más de 10 puntos de diferencia. Una brecha similar a la que se produjo en Valparaíso, que junto a la región metropolitana de Santiago de Chile y Viña del Mar, suman cerca de la mitad de los más de 15 millones de personas llamados hoy a las urnas.
Según este comentario, en esas zonas, de los “barrios acomodados” y con más de 15 millones de votantes, la votación en favor del rechazo alcanzó “más de 10 puntos de diferencia“, mientras que, en el país sureño todo, llegó a 23.33. Lo que pareciera indicar que, en los barrios pobres, donde los partidarios del cambio, por lo menos de una nueva Carta Magna, por razones elementales, deberían haber contado con mayor porcentaje de votación, también fueron derrotados.
Al decir lo anterior, toma mucho valor la opinión de Javier Macaya, presidente de la Unión Demócrata Independiente (UDI), “fuerza conservadora”, según el medio que lo entrevistó, para quien “esto superó absolutamente el escenario tradicional de la derecha contra la izquierda. Esa es la razón por la cual hoy día ha triunfado el sentido común”.
Para quien dijo lo anterior, persona como ya se advirtió, por la opinión del medio que le entrevistó, forma parte de las fuerzas conservadoras de Chile, pareciera ser que hasta la izquierda y los movimientos organizados o no, del progresismo, en buena medida, votaron por el rechazo.
Esto, lo acontecido en Chile, nos lleva a recordar y hasta revisar nuestra experiencia venezolana. El gobierno y los partidos que le apoyaban, en tiempos de Chávez, llamaron a un nuevo proceso constituyente, para reformar la recién nacida constitución de 1999. Este intento derivó de una iniciativa del propio presidente, destinada especialmente a ampliar el período presidencial de 4 a 6 años. Quien esto escribe, desde años antes que Chávez irrumpiera en el escenario nacional, había sido partidario de una medida de esa naturaleza, pues nos parecía el tiempo presidencial, como muy corto para que un gobierno cumpliese una labor significativa y pudiese culminar proyectos exigentes y ambiciosos, más si uno pensaba que quien en breve, dada la no reelección en lo inmediato, llegase a Miraflores se mostrase, por razones muy recurrentes y hasta miserables, partidario de no continuar lo iniciado por el anterior presidente por solo hecho de desconocer a quien sustituyó y hasta con ello intentar se le olvidase.
Pero el proceso por reformar una constitución recién aprobada y con la que el pueblo se había identificado, pues emergió de una confluencia de factores progresistas y además contenía lo sustancial que a todos, en lo inmediato satisfacía, se volvió una especie de feria de nuevas proposiciones, justificadas o no, donde lo que pareció prevalecer fue el deseo de cada constituyente de exhibirse, más cuando aquellos interminables debates se transmitían por televisión y donde parecía prevalecer lo de llevarse el texto existente, ya aprobado electoralmente por el pueblo todo, “en los cachos”, metiendo lo que este quería y lo que no también, terminó en la elaboración de un adefesio, por los cambios que al pueblo no se le consultó y que solo estaban en el interés de los pocos que lo propusieron y apoyaron y, por todo eso mismo, pese el peso electoral y político de Chávez, fue rechazado por el electorado.
Repetido el proceso, poco tiempo después, limitándose los redactores del nuevo proyecto de reforma a recoger lo sustancial, como la ampliación del período presidencial y alguna otra poca cosa que el electorado supo entender y compartir, la reforma fue aprobada con suma facilidad o mayoría aplastante, pese el esfuerzo en contrario de la oposición política organizada.
Es decir, es posible, como ya han dicho ciertos voceros, a los constituyentistas chilenos “se les pasó la mano”, como a los venezolanos en el caso que referimos, tal como parecen haberlo dicho voceros chilenos, en el carácter de las propuestas y hasta por el tiempo invertido, en un país donde en cierta época del año el frío congela, esto le pasó a los votantes. Menos mal que Boric, quien ha estado muy frío, evasivo y observador, tanto a lo interno como en su diplomacia, ha dicho, “Puedo garantizar que nuestra voluntad y nuestra acción, independiente de cuál sea el resultado, será convocar una amplia unidad nacional de todos los sectores……..queremos escuchar todas las voces para poder seguir adelante con este proceso”.
Lo anterior lo expresó el gobernante, dado lo indicaban que las encuestas mostraban en días antes de las elecciones y el domingo al mediodía, sabiendo la tendencia, esperaba el resultado final.
Uno imagina, nos referimos al nuevo proceso constituyente, con una nueva actitud, esa donde prevalezca el interés colectivo, empezando por los del pueblo Mapuche y de la mayoría de la gente que, sintiéndose beneficiada con ese nuevo proyecto, saldrá a votar, pues es difícil creer que la mayoría del pueblo chileno ahora haya votado por que siga la constitución de Pinochet, por la que tanta ha protestado y por la que se inició el proceso constituyente.
Pues creo que, la mayoría de los chilenos, el domingo votó y hasta dejó de votar, no por mantener la constitución de Pinochet, sino contra el proyecto presentado y algunas “intimidades” que hasta ahora a nosotros no han llegado y hasta quizás, aunque parezca muy temprano decirlo, por la frialdad de Boric, pese los calores que este domingo prevalecieron en el país austral.