Marte es un planeta, pero no sabemos cómo funciona
Es poco probable que traer rocas a la Tierra desde el planeta rojo nos enferme, pero la agencia espacial no quiere correr riesgos.
Cuando Carl Sagan imaginó cómo sería enviar seres humanos a Marte en su libro La conexión cósmica, publicado en 1973, planteó un problema que iba más allá del costo y las complejidades de una misión de ese calibre: la posibilidad de que ya existiera vida en el planeta rojo y no fuera nada amistosa.
El Times Una selección semanal de historias en español que no encontrarás en ningún otro sitio, con eñes y acentos. Get it sent to your inbox.
“Es posible que en Marte haya patógenos, organismos que, si se transportan al medioambiente terrestre, podrían causar un daño biológico enorme… una plaga marciana”, escribió.
Michael Crichton imaginó una situación relacionada con esta hipótesis en la novela La amenaza de Andrómeda.
Este tipo de situaciones, en las que organismos peligrosos se cuelan en muestras extraterrestres, son un ejemplo del fenómeno conocido como backward contamination, que consiste en el riesgo de que algún material de otros mundos dañe la biósfera terrestre.
“La probabilidad de que existan gérmenes quizá sea pequeña, pero no podemos poner en peligro a mil millones de vidas”, escribió Sagan.
Por muchos años, los científicos han considerado las advertencias de Sagan en términos hipotéticos. No obstante, en la próxima década comenzarán a tomar medidas concretas en lo que respecta a los riesgos de la contaminación de otros mundos. La NASA y la Agencia Espacial Europea se preparan para emprender una misión conjunta denominada Mars Sample Return. En este momento, un vehículo explorador recolecta material, y otra nave espacial lo recogerá para traerlo de regreso a la Tierra.
Nadie sabe con seguridad si ese material contendrá marcianos diminutos. Si es así, todavía no hay nadie capaz de decir con certeza que no serán dañinos para los terrícolas.
En vista de estas inquietudes, la NASA debe actuar como si las muestras de Marte pudieran ocasionar la próxima pandemia. “Como la probabilidad no es del cero por ciento, estamos tomando las medidas necesarias para asegurarnos de que no exista ninguna posibilidad de contaminación”, explicó Andrea Harrington, curadora de las muestras de Marte para la NASA. En consecuencia, la agencia planea manejar las muestras transportadas casi de la misma forma que los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades manejan el virus del Ébola: con mucho cuidado.
En este caso, “con mucho cuidado” significa que, cuando las muestras de Marte lleguen a la Tierra, se conservarán por un tiempo en una estructura llamada “estación de recepción de muestras”. Los creadores de la misión afirman que esta estructura debe cumplir una norma conocida como “Nivel de Bioseguridad 4” (o BSL-4, por su sigla en inglés), es decir que debe ser capaz de contener con seguridad los patógenos más peligrosos conocidos por la ciencia. Pero no solo eso, sino que también debe estar libre de contaminantes: en términos de funcionalidad, debe ser una sala limpia enorme que evite que sustancias terrestres contaminen las muestras de Marte.
La agencia no puede perder el tiempo: si la misión de transporte de muestras se ajusta a lo planeado (algo que, sin duda, es muy incierto), podríamos recibir rocas de Marte en la Tierra a mediados de la década de 2030. Es el mismo tiempo que tardaría la construcción de instalaciones capaces de contener con seguridad los materiales de Marte, si es que se construye conforme a los planes, sin ningún tipo de interrupciones por problemas políticos o de la esfera pública.
Ya que no existe ningún laboratorio que cumpla los requisitos de contención y limpieza de la NASA, cuatro científicos, entre ellos Harrington, recorrieron algunas de las instalaciones más peligrosas del planeta. El grupo de Harrington y los tres colegas que viajaron con ella adoptó el nombre de “NASA Tiger Team RAMA”. Aunque este apodo parece el nombre de un grupo militar de exploración, solo se trata de una sigla formada con las iniciales de los nombres de sus integrantes: Richard Mattingly, del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA; Andrea Harrington; Michael Calaway, contratista del Centro Espacial Johnson; y Alvin Smith, también del Laboratorio de Propulsión a Chorro.
El equipo visitó sitios como los Laboratorios Nacionales de Enfermedades Infecciosas Emergentes en Boston, el Instituto de Investigación Médica de Enfermedades Infecciosas del ejército estadounidense en Fort Detrick, Maryland, y la unidad de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades conocida con el siniestro y vago nombre de Edificio 18, en Atlanta.
En total, el equipo visitó 18 instalaciones en las que se manejan horrores biológicos, se mantienen salas ultralimpias o se fabrica equipo innovador para alguno de estos propósitos. Esperaban identificar los aciertos de los laboratorios existentes y decidir qué podría adoptar u optimizar una instalación de la NASA para garantizar la seguridad de la humanidad.
Científicos como Harrington están convencidos de que valen la pena la prisa y el esfuerzo para superar los obstáculos. “Será la primera misión que traiga muestras de otro planeta”, comentó. En otras palabras, otro mundo se encontrará por primera vez con los seres humanos porque los seres humanos se presentaron.
The New York Times