Luis Perozo Padua: Rafael Caldera llevaba a Barquisimeto en el alma

Compartir

 

Muy entrada la noche de aquel 13 de septiembre de 1986, el Dr. Rafael Caldera llegó puntual al salón del Hotel Barquisimeto Hilton Internacional, donde fue recibido con gran expectación en un nutrido aplauso que parecía no cesar.

Caldera saludaba radiante, complacido, visiblemente emocionado y con los ojos destellantes de donde se fugaron varias lágrimas resultadas del estrepitoso recibimiento que le dispensaron.

La gran concurrencia superó con creces todas las estimaciones formuladas por los organizadores, dando inicio al Banquete Ciudad de Barquisimeto en su versión 1986, en un interesantísimo encuentro que por feliz iniciativa del recordado periodista Manuel Felipe López, institucionalista inagotable y miembro del Club de Leones de Barquisimeto Central, tuvo el noble propósito de rendir un sencillo, pero muy emotivo homenaje a la ciudad crepuscular.

El tradicional banquete de la fecha aniversario de Barquisimeto lo realizaba el Club de Leones, y la Sociedad Amigos de Barquisimeto, en la dirección de Raúl Azparren con la finalidad de recaudar finanzas para ejecutar obras de importancia que aún están vigentes en la ciudad.

Caldera pronunció un extraordinario discurso de orden en el cual destacó la hospitalidad de Barquisimeto, sus atractivos naturales, sus valores históricos y sus más apremiantes necesidades con el afán de hacer y servir a su gente.

El magnífico banquete contó además con un variado programa de actividades culturales con la participación del Grupo Cuara y amenizado por la inconfundible y épica voz del locutor Otto Javitt Nader, maestro de ceremonia.

Personalidades de los más atractivos sectores asistieron a este exitoso evento de la referida institución presidida por el Dr. Antonio Soler Soler y el Sr. Juvenal Rodríguez, del comité organizador.

¡Ah, mundo, Barquisimeto!

De pie, ante un nutrido grupo de barquisimetanos, todos expectantes, sumidos en un rotundo silencio, con la mirada clavada en él, inició Caldera su discurso de orden.

En sus líneas de preámbulo, contó una fascinante anécdota entre él y el Dr. Gonzalo Barrios (AD) en donde estaban autorizados por sus partidos respectivos para escoger al futuro fiscal general de la República, coincidiendo ambos que sería un larense notable, pero quien no aceptó el ofrecimiento tras una irrefutable respuesta: «Doctor Caldera, yo en Barquisimeto vivo muy feliz. ¿Cómo voy a aceptar tener que trasladarme a vivir en Caracas?».

«Me impresionó esa contestación, pero no pude menos que darle la razón. Barquisimeto es una ciudad muy grata de vivir. Tiene ya todas las características esenciales de una metrópoli, con las comodidades que la tecnología moderna ha puesto al alcance del hombre. Su clima es generalmente suave y amable. Y todavía no se ha congestionado demasiado con las terribles circunstancias ambientales que hoy atormentan la vida de los habitantes de las ciudades excesivamente grandes.

Aquella respuesta me ha hecho comprender más una expresión tradicional de los antiguos barquisimetanos y que reaparece de vez en cuando como un desahogo de nostalgia en quienes tienen que ausentarse de aquí: “¡Ah, mundo, Barquisimeto!”. Es la vivencia de un afecto entrañable por una tierra generosa».

Caldera hizo un breve pero emocionante recorrido por las páginas que esculpieron la historia de Barquisimeto, mencionando que la ciudad de la Nueva Segovia, a través de Juan de Villegas estaba entroncada en la familia de Simón Bolívar; sus predios signados por la sangre del Negro Miguel, precursor de las luchas por la igualdad de los hombres, y por la espada inmisericorde de Lope de Aguirre y el sacrificio funesto de la hija del Tirano.

Se detuvo el orador en la Virgen protectora de los larenses, subrayando que Ella, «en romería de impresionante muchedumbre, trae su mensaje de dulzura y esperanza la imagen venerada de la Divina Pastora, que salvó a Barquisimeto de la peste y la vuelve a salvar una y otra vez del escepticismo y de la frustración».

Reveló que visitó por vez primera Barquisimeto, gracias a la invitación de su padre adoptivo, «en un largo viaje desde San Felipe por El Hacha hasta aquí, en el Ferrocarril Bolívar».

Barquisimeto necesita agua

Caldera era sin duda un hombre talentoso, un intelectual, pero igualmente era un hombre sensible que conocía las carencias y necesidades de la región, y en su discurso le dedicó extensas líneas a esta problemática, adicionando: «Quiero, pues, hoy, cuando se le va a cantar a Barquisimeto el cumpleaños feliz, pedir una atención seria y responsable para esa obra. Barquisimeto quiere y necesita por, sobre todo, resolver para mucho tiempo el problema del agua. Agua para el consumo humano, agua para cultivar sus jardines, agua para que los valles del Estado –y sobre todo el valle de Quíbor– se conviertan en fuentes de producción para el autoabastecimiento y para la alimentación segura del pueblo venezolano».

Soy barquisimetido

El vínculo estrecho e innegable del Dr. Caldera con Barquisimeto está inscrito en las páginas de nuestra historia, pues era sobrino del Obispo Gregorio Rodríguez, a quien dedicó el Cojo Ilustrado la portada de su edición del primero de agosto de 1886, en la cual, en elogiosa columna editorial, concluía afirmando: «En Barquisimeto, a Diez, prudente, sucedió Rodríguez, progresista. Dios mira con sus propios ojos la Iglesia de occidente. También como deudo cercano, en virtud del afecto, de ese otro gran prelado que se llamó monseñor Águedo Felipe Alvarado Liscano, sucesor de Monseñor Rodríguez en la sede barquisimetana. Y por aquí estuvieron mis ancestros con Tesalio Fortoul Zumeta, presidente del estado Lara por el año 90, con Plácido Daniel Rodríguez Rivero, quien contrajo en Barquisimeto matrimonio y presidió el Concejo Municipal de Iribarren, y con Tomás Liscano, el inolvidable conductor de mi vida de infancia y juventud, uno de cuyos más esforzados combates en el Senado de la República fue para sostener, frente a argumentaciones jurídicas que supo refutar, el empréstito para que la Municipalidad adquiriera de inversionistas extranjeros la empresa de Luz Eléctrica de Barquisimeto».

Concluyó su excepcional y emotiva disertación instando: «Que la Divina Pastora, a la que Raúl Azparren llamara “nuestro último baluarte espiritual”, amorosamente vigilada en Santa Rosa por monseñor Benítez y acompañada en sus marchas triunfales hasta su Catedral por el arzobispo Chirivella, traiga para los barquisimetanos confianza, optimismo, salud y bienestar. Y que ella, en su mediación infinita, ablande resistencias para que el agua de Yacambú, después de atravesar el túnel maravillosamente concebido por la tecnología de nuestro tiempo, no sólo riegue el sediento Valle de Quíbor, sino que llegue para hacer florecer las voluntades y las posibilidades de acción de esta gran ciudad de Nueva Segovia de Barquisimeto. Muchas gracias».

Finalizadas las elocuentes palabras del Dr. Caldera, ya siendo medianoche, al calor del cumpleaños feliz frente a una gran torta, los asistentes entonaron al unísono nuestra canción de felicitaciones a la ciudad en sus 434 años de fundada.

Este pequeño aporte que rescata parte de nuestra pequeña historia fue posible gracias a las oportunas diligencias del cronista Carlos Guerra Brandt, tras el petitorio franco y amable del historiador Guillermo Ramos Flamerich. El crédito es para ellos.

 

Traducción »