Ángel Lombardi: La transición democrática necesaria

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Dicho así es un concepto abstracto y hay que convertirlo en una posibilidad real. Ello es tarea de la política y los políticos, de las llamadas “élites” y de la propia gente convencida o que hay que convencer. Es un ejercicio de lucidez y realismo.

En 23 años ni el régimen ha podido “eliminar” a la oposición ni esta ha logrado derrotar al régimen. De parte y parte se ha hecho de todo: el régimen autoritario ha utilizado a discreción el sistema de la “zanahoria y el garrote”. A unos, “negocios e impunidad”; y al enemigo, amenazas de todo tipo, terror judicial y policial, chantaje, prisión, exilio, represión, etc.

Y la oposición o parte de ella lo ha intentado todo o casi todo: huelga ganadera, paro petrolero, golpe de Estado, protestas de calle, la vía electoral, la abstención, el gobierno paralelo y hasta la ilusoria “invasión del imperio”; pero también el diálogo y la negociación.

Todo lo anterior indica que de parte y parte se ha puesto el máximo empeño en sacar del juego “al adversario-enemigo”, mientras el país se arruina, la gente se va y los que se quedan no ven cómo cambiar esta agonía nacional o cómo encontrar una salida política.

A veces lo complejo se resuelve en lo simple y se me ocurre pensar que la mejor solución es la electoral, volver al principio de la soberanía popular y ciudadana. Que la gente decida. Pero no hay confianza suficiente, ni en el gobierno ni en el CNE, y esto es vital.

Si analizamos otras transiciones, como por ejemplo las de España y Chile, aparte de negociaciones públicas y secretas, las fuerzas armadas jugaron un papel decisivo en ambos casos, simplemente se apegaron a la Constitución, se declararon “neutrales” y garantes de los resultados electorales reales.

No es fácil que suceda con el compromiso militante de las últimas cúpulas militares que ha tenido la institución, pero si estudiamos la evolución de las fuerzas armadas venezolanas en los últimos cien años, estas pasaron de montoneras y peonadas de “chopo y machete” a oficiales de carrera y técnicos y profesionales. Unas fuerzas armadas profesionales de formación y convicción democrática progresiva.

En 1936 apoyaron a López Contreras, oficial gomecista pero “leído e inteligente” frente al “otro Gómez” bárbaro, Eustoquio. En 1945, apoyaron la llamada “revolución de Octubre, el sufragio universal en 1947 y 1948, las primeras elecciones populares para elegir a Rómulo Gallegos.

Igualmente, en 1958 fueron decisivas para el cambio político que permitió el período más luminoso de la democracia en Venezuela. Y en 1998 garantizaron el triunfo de Chávez por la vía electoral, y eso es lo que se quiere en esta coyuntura de cambio político por la vía electoral, un nuevo compromiso institucional de las fuerzas armadas con la democracia, el progreso del país y el bienestar de la gente. Nada más y nada menos. Volver a ser un país normal, de convivencia y discusión. Un país político de adversarios y no de enemigos. El “chavismo es real”, pero también la oposición es real.

Me gustaría pensar que las fuerzas armadas entiendan que ellas forman parte del país-nacional y no del país parcializado y dividido. Que ellas nos deben representar a todos, garantizar la unidad de la Nación y su Soberanía, pues no otra cosa está dicho en la Constitución.

 

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