Hace exactamente una semana, Mahsa Amini, una joven iraní de 22 años, que visitaba Teherán con su familia, fue detenida por la policía de la moral por usar incorrectamente el hiyab, el velo que cubre la cabeza y el cuello que usan las mujeres musulmanas y que en el caso de Irán por ley deben portar obligatoriamente a partir de los 6 años de edad.
Un mechón de pelo demasiado visible bajo el hiyab fue suficiente para que la joven fuera arrestada, después se le viera salir de las instalaciones de la policía en coma y finalmente muriera; y la juventud iraní estallara en cólera y se generara una ola de inéditas protestas.
La policía iraní niega ser la causante de la muerte de Amini y achaca el hecho a la precaria salud de la joven, pero muchos iraníes parecen no estar de acuerdo y un informe médico que fue hackeado del hospital señala que la víctima habría sufrido un trauma craneal grave.
Durante el funeral de Amini, el sábado pasado en su ciudad natal del Kurdistán iraní, en el noroeste del país, las mujeres en señal de protesta se quitaron los velos en medio de una multitud que coreaba: “Muerte a la dictadura”. La protesta se convirtió en un enfrentamiento con la policía. Haciendo eco de esto, las protestas y la represión se extendieron a diversas ciudades como Mashhad, Rasht, Sanandaj o Divendarreh, y este lunes a Teherán donde los estudiantes de tres universidades salieron a manifestarse a las calles. Mientras que, de manera simbólica, en las redes sociales, algunas mujeres publicaron videos extraordinariamente poderosos cortándose el cabello o quemando su hiyab. Diversas personalidades artísticas y deportivas iraníes han denunciado públicamente la actuación de la policía de la moral e incluso, de manera inédita, líderes políticos y religiosos reformistas expresan hoy su molestia con la dureza de estas imposiciones.
Desde hace más de 40 años, tras la Revolución Islámica de 1979, los mulás en el poder impusieron el uso obligatorio del hiyab. A lo largo de estas décadas ha habido momentos de mayor tolerancia y otros de conservadurismo inquisitivo. El actual presidente, Ebrahim Raisi, un ultraconservador, ha endurecido las leyes y ha dado carta blanca para que la policía de la moral haga uso de la fuerza. Mahsa Amini fue víctima de ello.
Generación tras generación, mujeres iraníes han sido críticas de las imposiciones morales por parte del Estado, pero la nueva generación empuja con mayor fuerza y con la ayuda de las redes sociales está desafiando al poder. La muerte de Mahsa Amini fue el detonador de una frustración social acumulada.
Para calmar la ira de la población, el presidente Ebrahim Raisi llamó personalmente al padre de la víctima para asegurarle su apoyo. El titular de la autoridad judicial prometió por su parte una investigación sobre las condiciones de la muerte de la joven. Pero las perspectivas no son halagadoras, Irán tiene un historial de protestas reprimidas por el gobierno: en 2009, la “revolución verde” contra la reelección de Mahmoud Ahmadinejad; y más recientemente en 2019, un vasto movimiento de protesta por la situación económica.
La diferencia entre lo que está pasando actualmente y lo que sucedió en 2019 es que la capital se está uniendo a la protesta. Irán es un país muy centralizado, como México, y Teherán es el centro del poder, que las manifestaciones tomen fuerza en el corazón del país es significativo, pues desde 2009 no sucedía. Porque a pesar de que en Irán hay marcadas desigualdades económicas, el tema del velo afecta a todas las mujeres y por tanto mueve las emociones de toda la población, lo cual le da mayor transversalidad al movimiento actual. Una diferencia adicional del descontento presente es el contexto de crisis económica en cual se da, de acuerdo con cifras oficiales, más del 50% de la población iraní vive bajo la línea de pobreza.
IRNA, la agencia de noticias de la República Islámica, ha minimizado la amplitud de las protestas, informando por ejemplo que la policía se vio obligada a intervenir para dispersar algunas manifestaciones, pero que en general hubo pequeñas reuniones pacíficas. Pero los videos e imágenes que circulan en las redes sociales dan cuenta de otra realidad.
Las protestas no son organizadas, son espontáneas, dado que no existen partidos políticos independientes ni sindicatos independientes, por lo que no se trata de un movimiento realmente organizado para impulsar un movimiento de cambio profundo. Pero a pesar de que este no podría ser aún considerado como un gran movimiento de cambio, si es una señal inequívoca de que la distancia entre la cúpula del Estado y una juventud que pide vivir en libertad se amplía. Por lo pronto la protesta reivindica la abolición de la policía de la moral y el cambio de la ley que obliga a las mujeres a portar el velo islámico.
Tuve la oportunidad de visitar Irán, la antigua Persia, hace unos meses y quedé maravillada con su grandeza; su historia es exuberante y su cultura majestuosa. La juventud iraní no está en sintonía con una visión de Estado que busca regirla y son las mujeres las principales víctimas.
Las mujeres iraníes, grandes como su patria, resisten y merecen admiración y respeto.