Venezuela se encuentra ante la Corte Internacional de Justicia en la misma situación, en la que se halla en el famoso Laudo Arbitral de 1899 en París, que viene a significar la pérdida de 159 mil kilómetros cuadrados del territorio del Esequibo: aislada del mundo. En aquel momento el país estaba tomado por la anarquía absoluta, y mientras se desarrollaba el proceso, aquí el venezolano lo que estaba era ocupado en las elecciones de 1899, donde había participado el famoso “Mocho” Hernández, y a quien le habían escamoteado el triunfo. Se habían colado cien años de guerras intestinas; aun cuando había la figura prominente de Guzmán Blanco en medio de todo aquello; con una gran proyección internacional, que había sido el promotor de aquella situación, que había dado lugar a que Inglaterra se midiera con Venezuela en un tribunal, en lo que se refiere a la definición, de lo que iban a ser nuestras fronteras, con motivo de su incursión en dicho territorio; que, de acuerdo a la documentación, le pertenecía a Venezuela luego de ser creada la Capitanía General; como va a ser ratificada por la llamada Gran Colombia, es decir, que nuestra frontera con Guyana la marca el río Esequibo; aceptado por Inglaterra, según consta en documento, que se hallaba en la entonces cancillería venezolana; sólo que mandado a destruir por el general Daniel Florencio O´Leary, entonces representante diplomático plenipotenciario de Inglaterra en Venezuela, bajo el gobierno de Soublette, su cuñado, por lo demás, según revelaciones de Oscar Yanes, basado en un libro escrito hacia la década de 1920 por un misionero capuchino, María de Vegamián, y que titula El Esequibo: frontera con Venezuela, y en donde relata este episodio, lo que da lugar a que Yanes con su sutil mordacidad llegue a la conclusión, de que resulta increíble que un hombre, cuyos restos reposan en el Panteón Nacional, llegue a semejante villanía, sólo para cobrarse la carne y la sangre, que puso su país en dicho proceso, a propósito de la participación de la Legión Británica, sobre todo, en la Batalla de Carabobo, que fue clave. Claro, después vino la demarcación, que hizo el famoso cartógrafo Schomburgk, y quien fijó una línea, conocida como su nombre, y que es la que desconoce esa definición, de que nuestra frontera con Guyana la marca el río Esequibo; habiendo ya a esa altura Inglaterra colonizado parte de la zona.
Que va a ser uno de los argumentos, con los que llega Inglaterra al Laudo; de que sus colonos vienen ocupando ese territorio por más de 50 años; siendo, por lo demás, un territorio que en otra época había sido ocupado por Holanda, es decir, que no estaba muy bien definido, a quien pertenecía, y en donde se va a apoyar el juez ruso, el señor Fiodor Martens, que fungió de presidente del tribunal del Laudo, de marras, para convencer a los jueces estadounidenses, que nos representan en el proceso, de modo que admitan su decisión, que se inclina a favor de los intereses de Inglaterra; aunque uno deduce, a propósito de todo lo que se ha escrito sobre la temática, que aquí hubo una negociación previa entre EEUU e Inglaterra; en el entendido de que Inglaterra no se apoderaba de las bocas del Orinoco; que era su segunda intención, a cambio de quedarse con el Esequibo. Entre tanto, al juez Martens se le compraba con un reconocimiento, que iba a hacer Inglaterra, de que Rusia tenía potestad en la mitad de Afganistán, por cuyos territorios sostenían una disputa.
No hay que olvidar que aquel tribunal se componía de dos jueces ingleses, de dos jueces estadounidenses y del presidente del tribunal, el señor Martens; a propósito de la arrogancia, con la que nos miraba Inglaterra en términos del derecho; pues consideraba que en nuestro país ningún abogado estaba preparado, para participar en un litigio de este nivel. Así que tuvimos que actuar por mampuesto, con toda la documentación del caso en regla, y que era donde dábamos la pelea; sólo que, como dice el Memorándum de Mallet; de pronto, el presidente del tribunal le dio un giro distinto a la situación y, a ese respecto, el proceso dejó de tener carácter jurídico. Pero, además, el señor Martens era un profesor de una universidad de Londres. Era un anglófilo. Por supuesto, Inglaterra resultaba gananciosa en esta jugada; pues iba a cambiar un peladero de burros, como decimos en criollo, que era el territorio afgano por un territorio, donde había riqueza de recursos naturales y mineros y en plena primera revolución industrial.
Aquí en el proceso, que se nos sigue en la CIJ, estamos en condiciones parecidas; sobre todo, en un país, donde está desmantelada toda la institucionalidad; donde reina la anarquía, y la improvisación es la filosofía del gobierno. Obsérvese que el asunto de la defensa, que ha de asumir nuestro país, ya que a última hora se ha decidido acudir a dicha instancia a dejar las cosas claras, Nicolás Maduro lo ha puesto en manos de Moncada, Arreaza y Delcy Eloina, y que es lo que tiene de patadas, a nuestros internacionalistas; quienes comparan esta representación, con la que tiene Guyana, y que financia la Exxon Mobil, y ésta queda muy atrás. Por otra parte, la propia personalidad de Maduro no tiene la proyección de un liderazgo, como el de Guzmán Blanco; cuya figura tenía mucho peso en ese escenario. A Maduro se le tiene por un dictador del tercer mundo.
El hecho, además, es que en el Esequibo no está solo la Exxon Mobil; se cuentan hasta unas dieciséis empresas petroleras de varios países instaladas allí, con sus respectivos taladros, gracias a las concesiones de Guyana, y que también presionan por su parte en esa CIJ; en un momento, en que la guerra de Ucrania ha demostrado que todavía el petróleo mueve al mundo. En efecto, será una nueva truculencia jurídica, lo que imagina el lector; pero si esta gente acudió a la CIJ, y ésta se declaró competente, sin tener jurisdicción Venezuela en ella, y violando su reglamento; para decidir sobre el caso, no es extraño que se ratifique la decisión del Laudo; como lo está demandando Guyana, a pesar del Acuerdo de Ginebra.