Los hombres se van de Rusia, dicen no queremos ser carne de cañón

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Cola de autos rusos que quieren ir a Finlandia.

Tras el anuncio de la movilización parcial, miles de hombres intentan abandonar Rusia e ir a países vecinos, pero no todos les abren sus puertas. Desde Riga, informa Yuri Rescheto. Desde que se dio a conocer la llamada “movilización parcial”, miles de rusos han abandonado su país.

Miles de rusos intentan abandonar su país por miedo a que los envíen al frente. Según el Ministerio de Defensa, solo se trataría de 300.000 hombres, de no más de 55 años y que hayan prestado ya servicio. Sin embargo, los medios rusos informan de hombres mayores, sin experiencia en el Ejército y que también han recibido la convocatoria para formar parte de la “movilización parcial”. La Novaya Gazeta Europa, sitio online crítico con el gobierno, incluso afirma que el número previsto es de hasta un millón. El Kremlin lo niega, pero la gente está insegura.

“En verdad, no tengo miedo. Si quieren, conseguirán tomarlos a todos de igual manera”, dijo con resignación Mikhail Bayankin, un trabajador de almacén de 28 años de la ciudad de Cherepovets. Sin embargo, él nunca empuñará un arma, porque no tiene claro los objetivos de la llamada “operación especial” militar: “Hablan de algún tipo de obligación. ¿Qué obligación? Si nuestro país hubiera sido atacado, entonces sí, pero aquí estamos nosotros mismos atacando a un país vecino”.

Kilómetros de colas en las fronteras

Muchos hombres en Rusia piensan como Mikhail. Se suben al coche o al avión y se van. Los que no tienen visa viajan a Georgia, Kazajistán o Mongolia. Hay gente que informa en las redes sociales de kilómetros de colas en las fronteras de esos países. Los que tienen dinero, vuelan a Emiratos Árabes Unidos o Turquía, o a Serbia y Finlandia, destinos también populares.

Un ingeniero de Krasnodar de 34 años, que prefiere permanecer en el anonimato, acaba de llegar a la capital georgiana de Tiflis. En su país tenía un contrato oficial de soldado y por lo tanto reunía los criterios para formar parte de la “movilización parcial”. En entrevista con Deutsche Welle, admitió que desde hace mucho tiempo había querido irse de Rusia. La noticia de la movilización no hizo más que reforzar su deseo: “No me fui de mi país para siempre. Amo a Rusia y definitivamente regresaré alguna vez”.

Hasta hace dos días, Valeri Klepkin, de 43 años, vivía en el norte de Rusia. El ingeniero sirvió en las tropas del Ministerio del Interior. Cuando empezó la guerra, cuenta Valeri a DW, recibió varias convocatorias del cuartel militar, pero nunca acudió: “Soy un oficial de reserva de primer grado. No quería esperar mucho para verme enfrentado a la opción: prisión o asesino”. Cuando llegó la noticia de la movilización, Valeri hizo su maleta y se fue de inmediato a Finlandia, donde tiene muchos amigos. El joven sabe finlandés. Está feliz de que el viaje a Finlandia saliera bien.

Ruta cerrada hacia los países bálticos

Sin embargo, la ruta para escapar a los países Bálticos está cerrada. El ministro de Relaciones Exteriores de Letonia, Edgars Rinkēvičs, negó la entrada a los rusos, porque sería una amenaza para la seguridad nacional. Su homóloga de Estonia, Kaja Kallas, tampoco quiere abrir sus puertas a los hombres rusos. En varias ocasiones pidió a la oposición rusa que garantice un cambio de régimen en su propio país. Lituania tampoco quiere oír nada sobre asilo para los rusos que no quieren ir al frente, como tampoco el gobierno de la República Checa. El gobierno finlandés está planteándose detener, por completo, el tránsito de ciudadanos rusos.

El político opositor ruso Lev Schlossberg critica las medidas de los países vecinos. En entrevista con Deutsche Welle acusa a los gobiernos de los países de Europa del Este de construir un nuevo Telón de Acero: “Tarde o temprano, sin embargo, todos volveremos a vivir en paz. Y cuanto mayor sea la brecha entre nosotros ahora, más difícil será para todos volver a estar juntos”.

Sin embargo, Mikhail Bayankin, de 28 años, no sabe si alguna vez verá el día en que haya paz. El trabajador del almacén de Cherepovets se queja de que la vida humana no tiene ningún valor para su gobierno: “Nos dicen, vayan al frente. No les importa si alguna vez regresaremos. Solo somos carne de cañón para ellos”.

DW

 

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