Luisa Pernalete: El reto de educar adolescentes hoy

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A veces no estoy segura cuál debe ser mi papel en el salón de clases, difícil ejercer la autoridad con los adolescentes…

Me comentaba una profesora de bachillerato el otro día, pero esa no es la única dificultad para educar hoy a los adolescentes. Es realmente un reto. Y no es que antes no fuera difícil, dado que la adolescencia es una etapa de la vida difícil para ellos y para los adultos que les rodeamos, familia y educadores, pero hoy, con la tecnología –en lo cual normalmente nos llevan ventaja a los adultos – con la aceleración histórica, es probable que las diferencias generacionales, sean mayores que las de antes.

Me inicié como educadora, hace casi 5 décadas, con adolescentes de 15, 16 años, de sectores populares. Creí que me las sabía todas, yo aún estudiaba Educación en la universidad, estaba feliz de esas horas de Historia Contemporánea, materia que me encantaba, pero no me olvido que en la primera evaluación los estudiantes salieron muy mal. Cuando reflexionamos con ellos qué pasaba, la delegada de curso, una chica muy inteligente, me dijo: “Usted es muy simpática, nos cae muy bien, pero no le entendemos nada”. Fue un duro golpe para mi, pero comenzó ahí mi “primera conversión pedagógica”. Pero me pongo en el lugar de los profesores de bachillerato de hoy, y veo el enorme reto que supone de esa etapa de la educación, sea cual sea el nivel social de los estudiantes.

Conocerlos, comprenderlos, ayudar a que se descubran sus potencialidades, sus miedos, ayudarles a que sueñen en un país donde la desesperanza ha agarrado mucho terreno, educarles para que puedan convivir fraternalmente en una Venezuela con altos índices de violencia, no sólo delincuencial, también intrafamiliar… En fin, es mucho lo que debemos hacer.

Algunos elementos son para todas las etapas de la educación, como el que siempre insistimos de hacer acompañamiento psicoafectivo, también con los niños hay que hacerlo, el puente afectivo necesario, pero con los adolescentes, más reacios a hablar de lo que sienten, más inseguros para reconocer sus emociones y sentimientos. Así que se impone el cerebro creativo de los educadores para ayudarlos que se expresen, la pedagogía de la pregunta es parte de lo que tenemos que aplicar: qué preguntar y cómo hacerlo. Ellos deben tener participación para proponer temas de los que les gustaría que se trabajaran en el aula, verá cómo nos pueden sorprender. Un profesor me comentó que una alumna de 4 año le pidió que hablaran de las criptomonedas, ¿Qué tal? Partir de sus intereses es parte de los que tenemos qué hacer y hay maneras de ayudarles a expresar esos intereses: va desde la consulta abierta en cada área, y hablaran tal vez los de siempre, hasta un buzón, o una cartelera, con una especie de “Facebook de papel” para que los más tímidos también puedan expresarse.

En el aula hoy hay que hablar de “temas difíciles”: el acoso escolar, la violencia intrafamiliar,  el suicidio, la violencia sexual… Y los educadores debemos estar actualizados. Por ejemplo, cuando escribo estas líneas escucho lo que el Ministerio Público ha informado a los medios: este año ha atendido 718 denuncias de acoso y violencia sexual contra niños, niñas y adolescentes. Hay que documentarse y habar sobre esos temas. Los compañeros de @cecodap tienen buenos informes con investigaciones sobre ellos. Y como estrategia, para ayudarles a que puedan expresarse, sugiero que “invente” casos- acoso escolar, violencia sexual, violencia intrafamiliar- con nombre ficticios pero anclados en cosas que realmente pasan, y hagan preguntas tales como: ¿Qué harían si fuesen protagonista de este caso? ¿Conocen casos parecidos? … A veces cuando dicen que “un primo mío…” en realidad están hablando de ellos mismos.

Hay que enseñarles a pensar antes de actuar, también a sus padres, para que cometan menos errores, pero es útil recordar los pensamientos necesarios para la convivencia que contempla Manuel Segura: pensamiento consecuencial – para prevenir metidas de pata -, pensamiento causal – para saber por qué están pasando las cosas -, pensamiento medios- fin – para determinar metas, prioridades, construir proyecto de vida -, pensamiento de perspectiva – para desarrollar la empatía, ponerse en el lugar del otro -, pensamiento alternativo – para buscar soluciones, para tomar decisiones -… Estos pensamientos se enseñan y se aprenden. (Segura, M. El aula de convivencia, Narcea Ediciones, Madrid 2011).

Hay que proponer actividades atractivas, que supongan acción y donde ellos puedan protagonizar, según sus inteligencias – recuerden que hay múltiples inteligencias, ahora no podemos seguir hablando de la verbal y la de pensamiento lógico nada más-. Los festivales de talento ayudan – festivales, no concursos -. Fe y Alegría tiene un programa de radio, Radio Tuber, hecho por adolescentes y jóvenes para ese público. Y también tiene un proyecto para formar voceros radiales juveniles, Toc Toc, no Tic Toc… Esas actividades animan, y atraen

No se olvide del valor pedagógico del humor y la risa, no se olvide de incluir a los padres y representantes en la formación para que puedan ser mejores padres de esos adolescentes.

Luisa Pernalete: Para convivir pacíficamente

Una vez, en un curso para Madres Promotoras de Paz, en Ciudad Guayana, una señora participante comentó que su esposo le había dicho que se inscribiera en todos los cursos que diera la escuela porque desde que estaba en ese las Madres, no habían peleado más. Nos reímos y compartimos esa alegría de que la señora –habitante de un barrio muy violento – hubiese mejorado su convivencia en su hogar. Y es que los comportamientos violentos, son aprendidos y se pueden desaprender, con reflexión y herramientas adecuadas. Ser pacífico no es ser pasivo, sino, entre otras cosas, poder resolver conflictos pacíficamente.

El 21 de septiembre, desde 1981 la Asamblea General de la ONU declaró ese día para celebrar el Día Internacional de la Paz, dedicado al fortalecimiento de ideales de paz, deponer armas. Las guerras, en mi opinión, sólo favorecen a los vendedores de armas. Pero no sólo hay que ver la paz como ausencia de guerra, hay que verla también como convivencia fraterna, es así como la vemos en esta columna, sin quitar que nos duele el sufrimiento de esos pueblos, como el de Ucrania, o Siria, con conflictos bélicos abiertos.

Para convivir en paz, desaprender comportamientos violentos, necesitamos valorar el vivir en paz, que no significa que no vayamos a tener conflictos, diferencias con el otro, pero que sepamos que se vive mejor sin gritos, no insultos, ni golpes y que las diferencias, los conflictos que vayan surgiendo en la cotidianidad, en el hogar, en la escuela, en la comunidad, en el país, se pueden resolver, de manera pacífica. No se trata de reprimir rabias, sino de saber administrarla, no se trata de “aguantar” malos tratos – todos tener derecho al respeto – sino de saber reclamar, siendo coherente con lo que queremos: convivir en paz.

Habilidades sociales para la convivencia pacífica, comienza por estar en paz con nosotros mismos, reconocer cómo nos estamos sintiendo, de manera de no echar a otros nuestros “rollos”. Si usted tiene angustia porque no le alcanzan sus ingresos para hacer mercado, no le eche la culpa al cajero del supermercado, por ejemplo. Está también la habilidad de saludar, no es solo una “norma de cortesía”, es también una manera de decirle al otro que tiene importancia para usted, que se da cuenta que el otro existe. Ese saludo mañanero que a veces recibimos, o mandamos por wasap, tiene un peso para el que lo recibe.

Está la habilidad de saber pedir una ayuda. Fuera de lo que se piensa, que es signo de debilidad, es más bien signo de inteligencia intrapersonal: usted reconoce con sabia humildad, que necesita una ayuda y que hay gente que puede hacerlo, de paso es darle valor a un saber del otro. Pero la mano también se puede extender para ofrecer una ayuda. Usted detecta un requerimiento y se ofrece, hay que hacerlo asertivamente para que el otro lo vea como bueno.

Escuchar, una habilidad que es también un arte. Poner atención no sólo a lo que el otro dice con las palabras, sino también con los tonos y con los gestos. Según el experto en comunicación Lair Ribeiro, el tono de voz y el lenguaje corporal representan un 38% y un 55% respectivamente del poder para la comunicación. Si usted escucha, puede dialogar, intercambiar, comprender.

Saber reclamar, protestar, es otra habilidad. Como anotamos arriba, merecemos respeto y hay que reclamar si nos irrespetan. Es una gran habilidad. Cuando alguien en la familia nos ha ofendido, nos calmamos primero, y después le hablamos. “No me gustó nada lo que me dijiste ayer”… Hay que resolver esos conflictos, si se guardan, por algún lado explotan.

Saber alabar al otro. Reconozca lo bueno que hacen los demás. Eso eleva la autoestima del otro y también indica valoración.

Saber perdonar y saber pedir perdón. Son dos habilidades sociales muy importantes. De paso, el perdonar sana.

También es necesario saber pensar antes de actuar. Tener lo que llama Manuel Segura Morales SJ, pensamiento consecuencial – adelantar lo que puede suceder – ¿Qué puede pasar si yo…? También es importante el pensamiento alternativo: ¿Qué más puedo hacer yo en esta situación? Un buen ejercicio. Y no se olvide del pensamiento causal, ese que le ayuda ver porqué algo está mal o porque algo salió mal.

Créame, es posible mejorar nuestra convivencia, se requiere coherencia entre lo que usted piensa y lo que usted hace. Como decía Gandhi, “Mi vida es mi mensaje”. Y no olvide que también en las redes sociales debemos practicar estas habilidades: no insulte ni descalifique cuando quiere opinar o denunciar algo, no es necesario. Yo, por principio, no reenvío ni retuiteo insultos y descalificaciones.

Practique estas habilidades y me cuenta si se siente mejor con usted mismo y con los demás.

Se me ocurre que estas habilidades, y estos tipos de pensamiento, serían muy útiles también para los políticos venezolanos. ¿Qué opinan ustedes?

@luisaconpaz

 

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