Pedro Vicente Castro: Un país sin universidades

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Ese país de referencia al título, no es otro que Venezuela; esta afirmación no es desmesurada por el hecho de que la educación en su totalidad desde kindergarten hasta el bachillerato ha sufrido un colapso, no por los años de pandemia, sino como resultado de una gestión del Estado que ha sido catastrófica. Solo para hacer un breve inventario mencionaré lo que yo todos sabemos: evaporación de la calidad de la educación, hundimiento de los salarios, de la infraestructura física, empobrecimiento de las familias con 96% de pobreza.

Algunos me reclamarán que hay universidades que dan clases, incluso online. Pero, para los estándares normales de operatividad de una universidad, eso lamentablemente no es suficiente para definir una educación superior que realice su labor de formación. El gravoso estado de la infraestructura física, la falta de presupuesto, de servicios, de dotación de equipos para los laboratorios, y en general para el desarrollo de las actividades normales, que se suma a la cada vez más notoria necesidades materiales de profesores y estudiantes.

Una Universidad para existir en su esencia, debe producir investigación, impartir docencia en condiciones confortables para que el proceso enseñanza-aprendizaje se desarrolle con cierto nivel de eficacia y eficiencia. Todo este proceso, hoy por hoy en las complejidades del mundo moderno, se realizan sobre plataformas de tecnologías sostenidas por Internet, de la cual todo el país padece de una precariedad supina.

Pero, para no ser menos ominoso este proceso de indigencia universitaria; tenemos al interior de cada una de las casas de estudio, cada cual de acuerdo a su problemática particular; una destrucción del tejido institucional conformado por la debilidad en algunos casos, en otros por el abandono, en otros por la directa negativa de los consejos universitarios, decanos, directores de escuela y toda la red burocrática de las universidades de afrontar los problemas que abaten las instituciones. A ser los protagonistas de los retos que hay que enfrentar en cada universidad en particular y en todas en general.

Pero, tan lamentable como todo lo anterior, es la indiferencia de la sociedad sobre el estado de la educación en general y de la universitaria en particular. Ha desaparecido el sentimiento de cercanía que existió entre la población y las escuelas, liceos y universidades. Esta situación tan lamentable se le puede atribuir a la disolución de los vínculos sociales y culturales de la sociedad venezolana, que ha sido sometida al más brutal proceso de empobrecimiento.

Pero, se nos está pasando la hora para exigir cambios de esta ruinosa situación. Es necesario por consiguiente involucrarnos en la urgente tarea de hacer de las universidades públicas nacionales universidades orientadas hacia el futuro. Resulta urgente, pues, combatir la parálisis interna de las universidades. Para que ello ocurra un primer e indispensable primer paso es reclamar elecciones universitarias, para producir el cambio de autoridades que puedan darle un nuevo rumbo a las universidades, reconstruir su tejido institucional y poner en marcha procesos de diálogo y consenso para construir la Universidad del siglo XXI.

 

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