Si sacamos detalladas cuentas, es un verdadero prodigio que después de todo lo que en 22 años se ha hecho –ya sea en forma deliberada o como consecuencia de la destrucción general de la economía– para barrer al movimiento sindical venezolano, éste haya sido capaz de arrinconar y hasta hacer dar marcha atrás al gobierno de Maduro, como lo lograron hace poco gremios y sindicatos del sector educativo con el pretendido pago fraccionado de los bonos vacacionales.
Nada más en agosto, según el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social (OVCS), se realizaron 590 protestas en todo el país para exigir la reivindicación de derechos económicos y sociales, de las cuales 296 surgieron del sector educativo. La protesta de los educadores frustró el pago fraccionado que proyectaba el régimen y eyectó de sus cargos al Director de la Oficina Nacional del Presupuesto (Onapre) y al propio Tesorero Nacional.
Desde antes de su llegada al poder, Chávez le juró la muerte al movimiento sindical venezolano y más tarde proclamó que crearía una gran fuerza sindical de más de tres millones de trabajadores pero, ojo, los sindicatos no podían ser independientes, todo estaría bajo el puño del déspota en ciernes.
Ni lo uno ni lo otro. De aquella gran fuerza sindical jamás creada hoy sólo sobresalen de su dirigencia uno que otro mamarracho enriquecido a manos llenas, tanto él como su familia, u otro que se presta a anunciarle a los trabajadores las malas nuevas que Maduro no asume de cara al pueblo. Por ejemplo, esa de fraccionar en cuatro partes los aguinaldos del sector público.
Tiene el empacho ese pseudo dirigente de justificar esa decisión, que no conducirá sino a salarizar a cuenta gotas lo que debería ser una suma para beneficio de las familias de los trabajadores en una época de mayores necesidades domésticas como lo es la decembrina, diciendo que es «para que no genere un impacto inflacionario». Qué ironía, ellos que han sido los responsable de una de las mayores hiperinflaciones que se ha visto en la historia de la humanidad.
«Los trabajadores tienen que saber dosificar», dice este esperpento con bigotes, a nombre de los reyes de la maquinita de imprimir dinero, del derroche, la corrupción, las inversiones mal ejecutadas, el regalo a manos llenas a otros países de los recursos que le pertenecían a todos los venezolanos, y una política económica centralista, estatista e interventora y por tanto devastadora. Así se acabó con la economía del país, se destruyó la moneda, el salario y reivindicaciones históricas de la clase trabajadora venezolana.
No obstante, siguen haciéndose lenguas de su «compromiso» con los trabajadores a los que han empobrecido hasta más no poder. Ya vimos como otro pseudodirigente que, desde sus ojeras desencajadas llegó al extremo de lanzar la reelección presidencial de Maduro desde El Poliedro, «a nombre de la clase obrera venezolana». Qué aberración.
Si decimos que es un prodigio que sectores del movimiento sindical venezolano siga batallando en la calle después de 22 años de acoso es porque ha tenido que enfrentar no solamente un adversario que ha buscado desaparecerlo, sino también por los efectos de la diáspora y las trabas electorales, la persecución administrativa y judicial, el encarcelamiento de dirigentes, que ha diezmado a la estructura de esas organizaciones.
Una encuesta el Instituto de Altos Estudios Sindicales, el casi 90 por ciento de las directivas sindicales ha padecido desmembramientos, mientras que Venezuela ha perdido buena parte de su capital humano y se desaprovechan los cerebros jóvenes altamente calificados, como lo señala el director del INAESIN, Gerardo Alí Poveda.
La presencia en la calle de los gremios y sindicatos del sector educativo en Venezuela nos ha da un alto ejemplo de dignidad, constancia y capacidad de lucha que merece la solidaridad de todos los venezolanos.
Gregorio Salazar es periodista – Exsecretario general del SNTP – @goyosalazar