Cuando por 1962 comencé a oír una maravillosa voz, que me estremecía el alma y el corazón, era una voz que sembraba emoción, una vibración que sonaba a llano venezolano, a reunión de pescadores, a olas de playas plenas de soles, que me removían el alma, mis sentimientos de venezolano, que andaba lleno de conmociones, cuando Rómulo Betancourt ofendía a la patria, como aliado y servidor de EEUU.
Nosotros, los jóvenes sentíamos la avalancha represiva que se nos venía encima y conversábamos sobre la necesidad de defendernos en los campos y ciudades, viendo cómo resistiríamos a la criminal orden betancurista: “disparen primero y averigüen después”.
Nos defendimos: hicimos la guerrilla urbana y la guerrilla rural. Centenares de jóvenes, nuestros compañeros, fueron torturados, asesinados… Simultáneamente el grupo “Contrapunto” y entre otras voces, la de Jesús Sevillano nos decía que la patria y la esperanza estaban vivas. Esa música era como un abrevadero de sueños, de futuros.
Sevillano, siempre sirvió al país, como médico, como cónsul de Venezuela en Puerto Rico. Siguió cantando y el pueblo de Venezuela hizo suya esa voz y ella es un patrimonio de la venezolanidad, un símbolo de resistencia cultural, antimperialista. La voz de Sevillano es una bandera radical: pródiga de esperanzas, de sueños que nos dicen que unidos con esas canciones, la voz de Sevillano, un rebelde pleno de pasión, de arte, permitirán que las flores del amor sean el camino de la rebelión, que no cesará nunca.
El Presidente Chávez elevó ese camino por las sendas de la unidad en la diversidad. La voz y las canciones de Jesús Sevillano siguen iluminando nuestras almas y nuestros corazones. Desde los años 60 su voz estimula nuestras ansias de libertad.
Gracias Jesús, tu voz ha alumbrado nuestros caminos, el palpitar de nuestros sentimientos. Es una hermandad construida a través de los afectos, la solidaridad y se ha hecho indestructible. Celebremos en unidad, fuerza de amor, fraternidad y canto rebelde que viene desde las sabanas de Carabobo como himno pleno de convicciones, de los soles de esas sabanas donde se fraguó con amor, coraje y relincho de caballos, nuestra independencia. Vivimos cotidianamente para consolidarla.